La sorpresiva renuncia de Martín Guzmán en el Ministerio de Economía confirmó la absoluta falta de política en sus movimientos, que fue la principal crítica que se le hacía desde el Frente de Todos, porque golpeó más al presidente Alberto Fernández, que lo había designado y lo defendía.
La designación de Guzmán pareció adecuada en su momento por la presentación que hizo Joseph Stiglitz de su discípulo, con lo cual traía la cartera de relaciones que se necesitaba para abordar el problema más grave, entre muchos otros, que dejaba el gobierno desastroso de Mauricio Macri. La negociación de la deuda privada fue buena.
Y en la negociación con el FMI, se dejó llevar por el amague de apertura que hizo el gobierno de Joe Biden y su secretaria del Tesoro, Janet Yelén, muy cercana a Stiglitz. Cuando Estados Unidos se cerró, le faltó cintura para cambiar la actitud negociadora y se mostró falto de política. Es una canallada que el FMI penalice a la Argentina con más intereses por el monto superior que tomó prestado, cuando el que tendría que pagar los platos rotos es el mismo Fondo que concedió ese préstamo faraónico, sabiendo que era imposible de devolver.
En ese plano, Guzmán se desenvolvió con conocimiento pero poca experiencia. En el resto de la economía, donde los factores argentinos que la impulsan son más marcados que en las finanzas internacionales, la falta de política y de experiencia le puso un límite que no pudo superar.
Algunos comentaristas dicen que la responsable de su salida fue Cristina Kirchner. Otros que la responsabilidad es de Alberto Fernández. En realidad, si los números de inflación de junio estuvieran más cerca de 3 que de 5, Guzmán hubiera sido intocable. Pero todo apunta a que estarán muy cerca de la medición anterior, o sea que no cede. La responsable de su salida ha sido su dificultad para combatir a la inflación.
Cada mes, la inflación subía y Guzmán se debilitaba. Insistir en una política que no daba resultados era suicida. El propio Guzmán tomó nota. Si renunciaba a pelo, hubiera sido una forma de reconocer su fracaso. Pidió lo que no le iban a conceder. Las medidas económicas pueden ser malas o buenas. Pero la única forma de que las buenas funcionen es con un fuerte respaldo de la política. Y lo que exigió Guzmán era la ruptura de la alianza oficialista. Alberto Fernández es más político que economista.
El papel de Estela Carlotto fue tenderle un puente de plata al Presidente para llamar a Cristina Kirchner y superar la trabazón interna del Frente de Todos. Si no lo hacía por impulso propio, alguien tendría que habérselo pedido a Estela. El llamado a Alberto de Estela funcionó y se hizo el llamado de Alberto a Cristina.
El debate interno estaba llegando a un punto de agotamiento y fuertes enconos internos. Era el momento para aflojar esa tensión y el valor ético de Estela Carlotto, un factor que está por encima de las peleas internas, se constituyó en un activo fundamental para abrir el diálogo entre la vicepresidenta y el presidente.
Desde el punto de vista institucional, Alberto Fernández es quien está al frente del Ejecutivo y en esas instancia tiene prioridad. Desde el punto de vista político, Cristina Fernández representa al sector de mayor volumen, por lejos, en el Frente de Todos, que es la base que sustenta al Gobierno. Son dos lugares diferentes, con diferentes prerrogativas y que tensionan en sentidos diferentes, pero no se puede obviar a ninguno de los dos. No es fácil sincronizar las dos situaciones, pero del funcionamiento aceitado de ese mecano depende la estabilidad del gobierno nacional.
La oposición salió a degüello. Martín Lousteau habló de Alberto Fernández como el “ex presidente”, y varios de sus legisladores sugirieron su salida anticipada. Desde la semana anterior ya no se vendían automóviles cero kilómetro o celulares en las terminales que los importaban. La sensación era que se esperaba un fuerte golpe de mercado. Los columnistas de la prensa hegemónica acompañaron esa campaña destituyente o golpista, como se la quiera llamar.
El golpe de mercado o la presión para la salida anticipada de Alberto Fernández se visualiza desde estos sectores, con el acompañamiento de una condena sin pruebas a Cristina Fernández en la causa por las obras de Vialidad, que la pongan fuera de competencia para las elecciones de 2023.
El camino angosto que le queda al gobierno nacional para llegar competitivo a esas elecciones es cerrar filas e impulsar medidas que frenen a la inflación y recompongan la capacidad adquisitiva de los salarios.