El clima apocalíptico del presente histórico se funda en la multiplicación de los focos bélicos y el poder nuclear. La guerra fría era eso, fría, porque sólo había dos grandes polos nucleares, se sabe cuáles eran. Las guerras se libraban en la periferia. En Vietnam, en los golpes militares. Pinochet, Videla, el primero impuesto por la CIA, el segundo con el respaldo de Kissinger. El sofocamiento de Hungría, de la primavera de Praga por el bloque soviético. Pero había un temor, los dos bloques reconocían el poderío nuclear del otro. Se hacían películas sobre posibles conflictos: Dr. Insólito, Fail Safe, The Bedford Incident. Pero no había bombas atómicas que estallaran en ningún lado. A esto se le llamó la paz atómica. La paz nuclear. La paz armada.
La situación ha cambiado. Hoy Corea del Norte puede amenazar a California con sus misiles. Rusia y EE.UU. se ladran y se amigan por breve tiempo. Todos se tranquilizan porque Trump está al frente del imperio americano. Hombre confiable si los hay. Y Putin gobierna en Rusia, otro hombre responsable. La multiplicación del poder nuclear en manos poco confiables es el proclamado terror de esta etapa histórica. También lo es el terrorismo. Y los migrantes indeseados. Qué pasa con el capitalismo que ya no puede integrar. El Neoliberalismo expulsa. No integra. El hambre es devastador. La pobreza cunde, gana espacios por todas partes. La escasez se siente en los magros estómagos. La escasez produce furia. Terrorismo o delincuencia extrema. El narcotráfico reina. Pablo Escobar sigue vigente. Muerto pero vigente. Muchos han tomado su lugar. El crack y el paco son instrumentos de dominio y limpieza de indeseables. Sirven para matar. Los medios de comunicación son ajenos a la verdad, la verdad no existe. Se plantea la posverdad. Una verdad sin fundamentos fácticos. No hay hechos, hay construcciones ficticias.
Ya Baudillard planteaba la muerte de la realidad como el crimen perfecto. La guerra del Golfo, famosamente decía, no habría tenido lugar. La virtualidad fue ganando lugar en detrimento de la verdad fáctica. Sin embargo, pese a que no hay una verdad establecida, se viven los tiempos de una ontología dura. Los atentados del EI no son líquidos. La muerte no se ha licuado y tiene el espesor de siempre. No hay sentido de lahistoria. La frase de Macbeth tiene más vigencia que nunca. Si la historia es un cuento contado por un idiota es indudable que está llena de estruendo y de furia. Los idiotas somos todos los que padecemos este caos de ardua intelección y no sabemos cómo cambiar su rumbo.
Hegel creía que Oriente seguiría durmiendo su “siesta asiática”. No, la “siesta” duró muchos siglos porque se detuvo cuando Occidente inventaba las alfombras voladoras, así de maravilloso imaginaba a ese mundo que desconocía. Oriente no hizo su Revolución Francesa y fue “modernizado” por el colonialismo. El costo fue muy alto. Marx cita un poema de Goethe sobre este aspecto: “Quién lamenta los estragos si los frutos son placeres”. Es la teoría del colonialismo bueno, progresivo. La pesada carga del hombre blanco. Donde entra, civiliza. También mata sin piedad. El general Bougeaud le dice a Sarmiento que a la barbarie se la combate con la barbarie. Que él, le dice, no bien llegó para conquistar Argelia hizo quemar vivos a 500 argelinos. Ya sabían con quien trataban. O se dejaban civilizar o el civilizador los hacía arder en la hoguera del castigo cultural, histórico. Entrarían en el devenir de la historia en tanto precio del progreso. El hombre blanco sabe llevar su carga. Sarmiento en “Mi defensa” no vacila en calificarse como asesino. Pero al servicio de la civilización. La cabeza de Peñaloza en la plaza de Olta es una prolongación de los métodos de Bougeaud. El mayor Irrazabal bien pudo haber combatido en Argelia.
El Oriente de hoy mezcla el siglo XIII con el poder bélico del XXI. De aquí su poder letal. No hay nada más peligroso que unir una instrumentalidad bélica hipermoderna con un texto sagrado arcaico. Occidente también lo hace. Todos matan en nombre de un absoluto. Como siempre.