Desde Brasilia
Cosas de mafiosos. Uno de los jueces que el viernes absolvió a Michel Temer dedicó tanto tiempo a justificar su voto en el Tribunal Superior Electoral como a pronunciar un alegato en defensa de sí mismo. El magistrado “temerista” Napoleao Nunes Maia, juró ser honesto además de prometer que la “ira del profeta” caerá sobre los medios que lo pintaron como corrupto. Y remató la frase con una amenaza gangsteril, al pasarse la mano por la garganta, insinuando que degollará a sus detractores.
Esa anécdota capta la índole de un proceso que tuvo nada de rigor jurídico porque su finalidad era garantizar la “estabilidad” del gobierno de facto que mañana cumplirá 13 meses en el poder. En realidad el simulacro representado en el Tribunal Superior Electoral donde, como ya se sabía de antemano, Temer fue exculpado por cuatro votos contra tres, fue la prolongación del golpe contra Dilma Rousseff que hubiera sido imposible sin la actuación del Poder (partido) Judicial. El fallo también favoreció a Dilma Rousseff,compañera de fórmula de Temer en las elecciones de 2014, que preservó sus derechos políticos.
Los personajes más notorios del partido judicial son Gilmar Mendes, titular del Tribunal Electoral , y el juez de primera instancia Sergio Moro, responsable de la causa Lava Jato en la que fue procesado Luiz Inácio Lula da Silva. El expresidente es el blanco prioritario de la clase judicial que ya le abrió seis procesos en los que escasean las pruebas y abundan las delaciones de reos que, para mitigar sus condenas, confiesan lo que probablemente le dictan sus inquisidores.
El propio Gilmar Mendes, en un rapto de sinceridad o incontinencia verbal, dijo que las confesiones son de dudosa veracidad.
Mendes condujo el proceso contra Temer como si fuera un ministro de Justicia y no un juez autónomo del poder político.
Ofendió a quienes lo objetaron y llegó a amenazar en pleno recinto al procurador Nicolao Dino, por haber cuestionado la composición del tribunal evidentemente oficialista. Por cierto varios juristas pusieron en duda la neutralidad de un cuerpo compuesto donde dos se los siete magistrados fueron nombrados por Temer en abril y el otro, Mendes, no ocultó si amistad con el procesado. Este año ambos, Mendes y Temer, viajaron juntos a Portugal poco después de que el juez, dueño de una facultad privada, convidó al mandatario a brindar una clase magistral.
En su condición de polea de transmisión entre la alianza partidaria que ocupa el gobierno y el Poder Judicial no tuvo empacho en afirmar que declaró inocente a Temer como forma de garantizar la “estabilidad” del gobierno de excepción. Su alegato es una pieza ejemplar de la “lawfare”, que según algunos especialistas, es el empleo arbitrario de la ley como instrumento de guerra política.
La traducción práctica surge cuando se compara el comportamiento del Mendes en 2015 con el de 2017. Hace dos años, durante la escalada golpista, impulsó el proceso por delitos electorales contra Dilma Rousseff basado en el “soporte probatorio” aportado por los ejecutivos arrepentidos de Petrobras que cobraron millones de dólares de sobornos de Odebrecht.
Tres días atrás invirtió el argumento al plantear que impulsar la condena de Temer con base en los relatos de los condenados por corrupción revela una “saña persecutoria”. Ahora dice que “hay que ser cautelosos” antes de votar por la separación del cargo de un presidente surgido de “la voluntad popular (..) no hay que perder de vista la democracia”. El democratismo tardío, y casuístico de Mendes, indignó a varios de sus colegas.
El juez instructor de la causa que votó por la condena de Temer, Herman Benjamin, dijo estar “sorprendido” ante semejante versatilidad doctrinaria.
También llegaron críticas al “cinismo” de Mendes desde sus antiguos aliados del tribunal federal de Curitiba, donde se tramita la causa Lava Jato dirigida por Moro. Previamente el Procurador General de la República había pedido que el magistrado oficialista fuera separado de algunos procesos por su evidente parcialidad.
Estas fisuras públicas dentro del hasta algún tiempo monolítico, o aparentemente monolítico, frente judicial parecen ser efectos colaterales del desgaste prematuro del régimen surgido tras la caída de Rousseff.
Temer logró sobrevivir en el cargo, lo cual no significa que haya recuperado gobernabilidad o suturado las heridas dentro del bloque conservador, donde se ha desatado una guerra de todos contra todos.
Ayer Carmen Lucia Antunes, presidenta del Supremo Tribunal Federal (que fue omiso ante la destitución de Rousseff), calificó como “gravísimo” que Temer haya ordenado espiar al juez Edson Fachin, a cargo de otro proceso, el que investiga al presidente por su vinculación la mafia del frigorífico JBS.
En paralelo miembros del Partido de la Socialdemocracia, del expresidente Fernando Henrique Cardoso, analizaban este fin de semana si permanecerán en un gobierno que se desangra. Todo indica que sea cual sea el tiempo que le resta a Temer al frente del gobierno, su experimento golpista fracasó.
Si el asalto al Planalto hubiera sido exitoso los responsables del mismo convivirían en relativa harmonía como ocurría hasta el 17 de mayo, cuando la cadena Globo divulgó una grabación de un diálogo entre Temer y el dueño del frigorífico JBS, Joesley Batista. La noticia tuvo el efecto de una bomba en el campo conservador.
A pesar de lo defectuoso del audio, es posible notar la intimidad existente entre el gobernante y el delincuente confeso Batista, quien se presentó ante la Procuraduría para hacer una delación premiada y entregar la grabación. En esa cita nocturna que tuvo lugar en el garaje de la residencia oficial se habría acordado mantener en silencio a los miembros de la famiglia golpista presos y definir los maleteros a cargo del transporte de las coimas. El audio registró a Temer y su interlocutor hablando con medias palabras y sobreentendidos, tal como se estila en los cónclaves del crimen organizado donde nadie muestra todas sus cartas.
Esta semana se inicia signada bajo el fantasma del frigorífico. Corren rumores sobre nuevas revelaciones acerca de las relaciones entre Temer y el empresario cárneo Joesley Batista. La Procuraduría ya abrió una investigación contra el gobernante por “asociación ilícita y corrupción” y no se descarta que en los próximos días lo acuse formalmente de tales cargos.
En el caso de Temer las imputaciones no se agotan en las delaciones premiadas de arrepentido Batista: hay documentos, filmaciones, audios y, según trascendió ayer, podría surgir una cuenta bancaria en el exterior de la cual tiene conocimiento Lucio Funaro, un operador financiero del PMDB preso en Brasilia que estaría negociando su confesión. Funaro está en el mismo presidio que Rodrigo Rocha Loures, el mandadero de Temer, preso por cargar un maletín con coimas recibidas de manos de un operador del frigorífico JBS.
Y eso no es todo. Otra línea de investigación en curso sobre Temer trabaja sobre sus relaciones en el puerto de Santos, en el litoral de San Pablo, donde tiene influencia desde hace décadas y de donde habría obtenido fondos para sus campañas electorales. Además de ser la base del poder “territorial” de Temer, Santos es puerto más importante de Brasil y, según especialistas, el mayor embarcadero de cocaína sudamericana con destino en Europa. Por coincidencia, y sin que esto se relacione con Temer, el viernes fue preso en San Pablo el italiano Vicenzo Renzi, considerado un “boss” de la ’Ndrangheta, la mafia calabresa.