Los dos principales asesores de la primera ministra británica, Theresa May, dimitieron ayer de sus cargos como consecuencia del desastroso desempeño del Partido Conservador en las elecciones legislativas celebradas el pasado jueves.  La posición de ambos, como responsables de la campaña de los Tories. Nick Timothy, jefe de Gabinete de May, y su colega Fiona Hill renunciaron por las duras críticas en el seno del propio Partido Conservador a la campaña electoral –calificada de “catastrófica’’ por varios diputados conservadores–, se había vuelto insostenible. Según varios medios británicos, pesos pesados del partido exigieron la dimisión de estos dos consejeros a Theresa May, si quería evitar una rebelión abierta.

Con su dimisión, los dos estrechos colaboradores de May le han quitado presión a la primera ministra, cuyo liderazgo y estilo político está siendo cuestionado de forma creciente.”Asumo la responsabilidad por mi papel en esta campaña electoral, que fue la supervisión de nuestro programa político”, explicó Timothy en la página web de los “tories”.

Timothy es considerado como el principal responsable de uno de los mayores errores cometidos durante la campaña electoral: el plan de reformar el sistema de financiación de la asistencia sanitaria con la aplicación de un “impuesto a la demencia”, que obligó a la primera ministra a dar marcha atrás en plena campaña electoral.

Queda por verse si las renuncias alcanzan para frenar la hemorragia en el partido gobernante. El fracaso electoral condujo a la oposición laborista, pero también a algunos diputados conservadores, a pedir la dimisión de May.

Pero la primera ministra, pretextando una necesidad de “estabilidad” para hacer frente al Brexit, descartó esa posibilidad y anunció que iba a formar gobierno ``para llevar a cabo la salida de la Unión Europea.” May ha insistido en que cuenta con la “legitimidad” para continuar al frente del Gobierno, a pesar de haber perdido 13 escaños en la Cámara de los Comunes, de 650 mandatos. Los conservadores se quedaron con 318 escaños, frente a 263 del Partido Laborista, de Jeremy Corbyn, el “vencedor moral” de los comicios.

May dejó claro que a pesar de los resultados electorales que no va a hacer grandes cambios en la composición de su gabinete. Los ministros de Finanzas, Philip Hammond, de Relaciones Exteriores, Boris Johnson, de Interior, Amber Rudd, de Defensa, Michael Fallon, y el responsable de las negociaciones sobre el “Brexit”, David Davis, permanecerán en sus cargos.

Antes de las elecciones se especulaba con que Hammond y posiblemente también Johnson serían destituidos si May lograba la aplastante victoria que estaba segura de conseguir en las elecciones. 

Reflejando el creciente cuestionamiento del liderazgo de May, los corredores en Londres recibían hoy cada vez más apuestas de quienes están convencidos de que Johnson dará pronto un paso al frente para desbancar a la primera ministra.

Los analistas coinciden en que su posición es muy precaria. “May pelea para seguir siendo primera ministra’’, titulaba el diario Daily Telegraph, pro-Brexit. May “está  perdida”, afirmaba incluso el diario The Sun, considerando que la primera ministra apenas aguantará algunos meses en el cargo. Los disensos en el seno del partido conservador, dividido entre los ``Brexiteers’’ puros y duros, y un sector más eurófilo y temeroso de las consecuencias de una salida de la UE, pueden dificultar aún más la situación para May. Según la diputada conservadora Heidi Allen, la primera ministra sigue en el cargo por el inicio inminente de las negociaciones sobre el Brexit. ``Pero no la veo durar más de seis meses’’, pronosticó.

Entre tanto comenzaron en Belfast las conversaciones entre el Partido Conservador y el Partido Democrático Unionista de Irlanda del Norte (DUP),  para formar una alianza que asegure a los “tories” una mayoría en la Cámara de los Comunes en Londres.

De momento no se sabe qué va a pedir a cambio el DUP por su apoyo a los “tories”. El partido protestante es enemigo del matrimonio gay y el aborto y se opone radicalmente al blindaje de la frontera entre Irlanda del Norte e Irlanda después de la salida del Reino Unido de la Unión Europea (UE).

 Irlanda del Norte teme que el refuerzo de los controles en la futura frontera externa de la UE traiga desventajas económicas y aumente el peligro de que se reavive el conflicto entre republicanos proirlandeses y unionistas probritánicos. May, en cambio, ha convertido el control de las fronteras británicas en el principal objetivo de las negociaciones sobre la separación del Reino Unido de la UE (Brexit), que deberán comenzar el 19 de junio, y está dispuesta a perder como consecuencia la adhesión al mercado único europeo y a la unión aduanera. 

Con diez escaños, el regionalista y ultraconservador DUP, dirigido por Arlene Foster, permitiría a Theresa May tener el respaldo necesario para gobernar mal que bien. El nuevo Parlamento se instalará  el martes, antes de la ceremonia de apertura solemne el 19 de junio, día en que está  previsto que se inicien las negociaciones del Brexit.

La dependencia del DUP plantea interrogantes, como el de la neutralidad del gobierno británico en Irlanda del Norte, región siempre sometida a fuertes tensiones, 30 años después del final del conflicto.

Además, el conservadurismo social del DUP, opuesto al matrimonio gay y al aborto, preocupa no solo en Londres sino también en Escocia, donde la jefa de los conservadores Ruth Davidson ya ha planteado sus condiciones.``He pedido a Theresa May que garantice de forma categórica que en caso de acuerdo con el DUP los derechos de la comunidad LGBT serán respetados en el resto de Reino Unido’’, advirtió Davidson.

Al obtener 12 escaños en Escocia, contra uno hasta ahora, Ruth Davidson se ha convertido en un actor poderoso con el que May deberá contar, pese a varios puntos de desacuerdo. Sobre el Brexit, Davidson aboga por una salida de la UE menos dura que la preconizada hasta ahora por May, que incluye la salida del mercado único, posición que comparte el DUP. Aunque May podría moderar el tono tras el revés electoral que sufrió, la primera ministra no ha dado de momento señales de que vaya a modificar su credo.