La ciudadanía es protagonista en las elecciones. Su veredicto impacta en el futuro, elige o remueve autoridades, emite señales, legitima erosiona o desahucia.
El prólogo, los cierres de listas o las negociaciones sobre candidatos no fascina a la mayoría de las personas del común. Una minoría tan reducida como activa dedica semanas o meses a los “armados” con todo su follaje… eventualmente full time. A la gente de a pie le importan más la aventura de vivir, las peripecias familiares o del trabajo, los consumos mediáticos o culturales o la agridulce victoria de la selección contra Brasil.
Un domingo como hoy, aún sin fútbol oficial, exacerba la asimetría. Las tratativas (o su ausencia) arden, las operaciones y los regateos se aceleran, los ánimos se encrespan. Los millones de votantes esperan su momento que, en general, ven muy lejano.
Cuando el escenario esté más claro, recién el 24 de junio al conocerse las fuerzas que competirán y sus principales candidatos, comenzarán en serio los paliques, las charlas de quincho, las tertulias de café. Luego las campañas y la decisión. Por ahora, las pulseadas copan el horizonte.
Algunas tácticas se repiten aunque sus traducciones varían provincia por provincia. Los ganadores de 2015, entre ellos la coalición Cambiemos y los gobernadores peronistas, tratan de evitar las Primarias Abiertas (PASO) o minimizarlas. En una de esas se equivocan pero es interesante esa coincidencia no pactada.
La provincia de Buenos Aires centraliza la atención. Ya hubo votaciones locales en otras (ver nota aparte). El miércoles 14 a la noche se deben presentar partidos y alianzas para las PASO nacionales en todos los distritos.
Observaremos algunos, imposible sintetizar el total en una sola nota, por extensa que fuera.
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Batallas que no son madres: Cambiemos, conforme su protocolo 2017, irá con lista única en Buenos Aires. No habrá, entonces, crujidos en la inscripción de alianzas. Los tironeos se centran en las candidaturas: los radicales se perciben desplazados y temen ceder bancas a favor del socio mayoritario. La tendencia es la usual en este tipo de ententes: la fuerza de gravedad existe en la política, hecho que no consuela ni disuade a los correligionarios.
La gobernadora María Eugenia Vidal es la figura más saliente del espacio. Pero, como enseñaba Max Weber, el carisma no se transmite ni se hereda. Por añadidura, la experiencia comprueba que la imagen positiva no equivale a la intención de voto ni a los sufragios emitidos. Las candidaturas, que median entre el referente y el pueblo, importan mucho. El término para definirlas vence el 24 de junio.
Los nombres mencionados para encabezar boletas carecen de experiencia en campaña, primera dificultad. Segunda: que son figuras de bajo conocimiento público, sayo que le calza tanto al cerebral médico Facundo Manes cuanto al ministro de Educación Esteban Bullrich. Es un problema a superar, nada sencillo apenas se aparten de Vidal unos centímetros...
El Frente de Izquierda y los Trabajadores (FIT) supo antaño hacer de la necesidad virtud. Se valió de las PASO para formar una coalición entre el Partido Obrero y el PTS, relegar la vocación cariocinética de las izquierdas y validarse en posteriores compulsas. La tensión surge ahora, justo en una legislativa, usualmente más propicia para “terceras fuerzas”. Tal vez sea una crisis de crecimiento. Una de las principales controversias versó sobre “la mudanza” del diputado Nicolás del Caño (PTS) de Mendoza a Buenos Aires, para ser cabeza de lista, desplazando a Néstor Pitrola, el clásico candidato del PO. El principal argumento, quizá novedoso en la izquierda clasista (más propensa a debates ideológicos), fue el potencial electoral de Del Caño. El PO terminó aceptando, aunque siguen negociaciones por otras provincias. El desenlace está abierto, puede haber listas de unidad, PASO o hasta rupturas en diferentes territorios.
Ninguna de estas peripecias tiene la virulencia ni la centralidad de la (pongámosle) pre interna peronista cuyas figuras principales son la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner y el ex ministro Florencio Randazzo. Si la provincia es la madre de todas las batallas ésta, de momento, luce como su tía.
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PASO o no PASO ¿that is the question? La respuesta provisoria a ese interrogante sería que esa no es la cuestión. O, para ser más estricto, que no lo es del todo. Los conflictos entre los partidarios de Cristina y los de Randazzo focalizan ese tópico pero lo desbordan.
Randazzo y sus aliados endiosan la herramienta que es válida y legal pero no obligatoria. Negar o menoscabar una potencial lista de unidad es parte del discurso, explícito o insinuado.
Si se hila más fino y se conversa con los operadores del “Flaco” estos añaden una lista de suposiciones o afirmaciones. Arguyen que: a) Cristina, en realidad, no quiere ser candidata. Hipótesis francamente dudosa a esta altura de la soirée aunque es prematuro hacer afirmaciones terminantes. Uno de tantos motivos es que Cristina es favorita, haciéndose fuerte en el Conurbano que expresa al 75 por ciento del padrón provincial.
b) Nadie sabe quiénes son los representantes del kirchnerismo para negociar la lista de unidad. La descripción es creíble. Hay más portavoces que representantes (ni hablar de apoderados o algo similar) de la ex mandataria, en particular intendentes. Pero no es claro que si cuentan con su aval, si la sobreinterpretan o si la expresan cabalmente. La decisión última, se asume desde El Calafate hasta el norte, la tiene “ella” y nadie más.
c) Es la “gente” la que debe elegir, lo que es estricto y así sucederá en las generales cuando se confronte con los rivales comunes y principales. Pero las PASO son un instrumento (eventualmente prescindible) y no un tótem. De nuevo: así lo comprueba la praxis de grandes jugadores de esta partida.
Los kirchneristas alegan que una interna sangrienta sería nociva para el Frente. Les asiste razón y lo corrobora el precedente de la que enfrentó a los ex ministros Aníbal Fernández contra su colega Julián Domínguez.
Desde el sector randazzista (perdón por el neologismo) se enfatiza que no hay nada que temer, de su lado. Sin embargo, fue muy disruptiva la conducta de Randazzo cuando se supone competía contra Daniel Scioli por la candidatura presidencial dos años atrás. Su verba escaló mucho. Llegó a decir que no había que dejar manco al proyecto… no es un ejemplo de corrección política, ni de tolerancia ni de autocontención. En aquel olvidado entonces, Randazzo sindicaba a Scioli como “el candidato de Clarín”. Como crítica, se subraya. Seguramente ahora no apelará a ese reproche porque son nuevas las circunstancias (entre ellas el trato amigable que le dispensa el Multimedios).
Las andanadas verbales del espacio del challenger castigan mucho más al kirchnerismo que al macrismo, relegado a un segundo lugar, lejos. La falta de presencia pública de Randazzo durante más de un año transforma en enigma su postura sobre el gobierno de Macri.
Volvamos al dilema hamletiano en su versión bonaerense y peronista. Las salidas válidas para resolver la interna son PASO con pactos de no agresión caníbal o listas de unidad inclusivas y pluralistas. Hoy en día, ninguna parece plasmada y ambas obstruidas.
En cualquier caso es criticable la jugada del kirchnerismo que se insinuó en esta semana, a través de los medios y por boca de varios intendentes. Se trataría de armar un nuevo frente, excluyendo al PJ (del que Randazzo y su elenco son afiliados), dejando sin poder participar al adversario. La movida se parece bastante a la efectuada por Cambiemos en la Ciudad Autónoma (CABA) en detrimento del ex embajador Martín Lousteau. Es mala praxis democrática que además bordea la ilegalidad, a riesgo de caerse al peor lado. No hay motivos sensatos para validar la maniobra que, en principio, dejaría al PJ sin participar de la elección…o a tiro de dejar el sello para ser usado como nave insignia por el sector de Randazzo.
Las picardías políticas tienen (deben tener) límites y en general son chocantes a sectores amplios de opinión pública. Las candidaturas testimoniales que acompañaron la derrota del Frente para la Victoria en 2009 (con el presidente Néstor Kirchner y Scioli a la cabeza) son referencia fresca y didáctica.
La innovación fortalecería la narrativa auto victimizante de Randazzo, que data de 2015… esta vez con asidero. Lo pondría en la encrucijada de “ir por afuera” (como Antonio Cafiero en 1985 contra Herminio Iglesias) o declararse proscripto. Esto último sería una exageración, que igual lastimaría al kirchnerismo. Si Randazzo corriera con lista propia, le restaría algunos votos. Se aclara que el parangón con Cafiero se hace salvando las distancias con Randazzo. Usted dirá si es pasable, exagerado, errado o una falta de respeto a la memoria del venerado y venerable Cafiero.
El argumento explicativo más difundido por el kirchnerismo es que si hay PASO peronista y no de Cambiemos podía producirse una afluencia masiva de votantes macristas para apoyar a Randazzo. “Gratis”, para desplazar a Cristina. Se trata una hipótesis… nada es imposible pero cuesta imaginar una movilización tan masiva .Están inscriptas para votar más de 11.800.000 personas. Suponiendo una asistencia del 70 por ciento, si Cristina sacara el 30 por ciento en las PASO sumaría algo así como 2.400.000 votos. Birlarle el triunfo exigiría la presencia de un millón de ciudadanos de otras banderías o un millón y medio. Parece demasiado, en una lectura impresionista, tan a ojímetro como las cifras que se sugieren.
El costo adicional para Cambiemos sería quedar muy rezagado en las PASO, cuyos guarismos suelen imantar votos de indecisos hacia los más votados.
Volvamos a lo real tangible. Para el macrismo, conservar los votos de 2015 sería un logro. El peronismo necesita más: mejorar su cosecha, estando fuera del poder. Corre con desventaja. Debilitarse en la interna socavaría el piso común, ante una votación que se presenta reñida.
Al cierre de esta nota, los puentes parecen cerrados aunque vibran celulares todo el tiempo, cruzando llamadas, invocaciones, quién sabe alguna oferta.
Los cierres con día y hora perentorios disciplinan, cuando los contendientes se hacen cargo de la necesidad y la urgencia. Lo que días antes parece insalvable, se zanja a la hora señalada o segundos antes. Puede ocurrir, aún. Nada es seguro en las vísperas.
En unos cuantos territorios, el peronismo viene articulando con más calma y tiempo su Frente. Santa Fe, sin ir más lejos.
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Divisiones y re-uniones: Santa Fe es uno de los distritos en las que hay PASO locales, amén de las nacionales. Las elecciones se celebrarán el mismo día pero en la primaria provincial ya se cumplió la presentación de partidos y alianzas que arroja dos novedades importantes.
La primera es la escisión de la Unión Cívica Radical (UCR). Hasta ahora integraba el Frente Progresista (FP) que gobierna desde 2007 la provincia, liderado por los socialistas. Empinados dirigentes con boina blanca se pasaron a Cambiemos, lo que en principio robustece a ese espacio y debilita al FP. Cambiemos busca repotenciarse con la transfusión de sangre radical tras el regreso de Miguel del Sel a las tablas. Más allá de valoraciones sobre sus cualidades políticas, el Midachi probó ser un candidato con alto arrastre popular.
El segundo dato central es la unidad del pan peronismo, caracterizado desde hace años por el enfrentamiento entre el kirchnerismo y el peronismo federal local. El diputado y ministro Agustín Rossi encarna la primera alternativa. Sus principales contrincantes fueron el ex gobernador Carlos Reutemann, año atrás y ahora el senador Omar Perotti. Simplificamos un mapa que se colorea con más participantes de menor gravitación.
La unidad llegó tras fuertes cinchadas porque los compañeros pejotistas hicieron todo lo que estaba a su alcance (bastante…) para dejar afuera al Frente para la Victoria primero o al “Chivo” Rossi así más no fuera. Rossi caminó la provincia, pulseó con firmeza y habilidad y es candidato K, con méritos sobrados. En el otro bando, se anotó Juan Carlos Schmid, triunviro de la Confederación General del Trabajo. El líder camionero Hugo Moyano lo alienta a pasar a esas ligas desde hace mucho. Perotti lo banca pero, dicen los baqueanos, no se arriesgará a fondo porque se reservará para el 2019.
El socialismo seguramente atenderá preferentemente al comicio provincial. Es de libro, porque su proyección nacional es cada vez más ínfima. Desde 2015 el gobernador Miguel Lifschitz optó por la tibieza frente al gobierno del presidente Mauricio Macri. Su predecesor, Antonio Bonfatti, verbaliza planteos menos lábiles, marcadamente opositores. Tal vez sea por diferencia de pareceres, tal vez incida el inmortal teorema de Baglini. Más allá de ese enigma todo indica que el socialismo transitará sin énfasis la ancha avenida del medio quedándole al peronismo la virtualidad de convocar a todos los ciudadanos disconformes con el gobierno macrista.
Si hay interna justicialista (es el cuadro actual aunque queda tiempo para arreglar, aún) la minoría tendrá representación en base al sistema proporcional D’Hondt, acaso el más equitativo con los perdedores. La aspiración de los peronistas es conseguir tres de las nueve bancas en disputa, en 2015 solo consiguió dos. El PRO renueva tres, los radicales una, los socialistas dos.
La ingeniería de las listas es trabajosa, máxime si hay internas. Debe garantizarse cumplimiento del cupo femenino una vez hecho el reparto, por imperativo legal. Y, por fuerza de la política, las boletas deben ser atractivas para los habitantes del vasto territorio. Dicho en criollo, llevar candidatxs del Norte y del Sur, que históricamente expresan preferencias distintas.
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La trastienda, las campañas y después: Vale la pena viajar con la imaginación al Reino Unido que esta semana merece una mirada, así sea epidérmica. La primera ministra, Theresa May, llamó a elecciones pensando que tenía la vaca atada. Las encuestas, el clima político, los análisis le auguraban un paseo, aumentando el número de bancas. Le salió muy mal. Sin hurgar en las explicaciones el sucedido alerta acerca de la dinámica democrática. El pueblo decide, a veces sorprende. Nada está tallado en la piedra antes del escrutinio.
Las instancias de trastienda son esquivas o ajenas a las multitudes que se van implicando durante las campañas, hasta que resuelven en el cuarto oscuro. Esos son los mejores momentos, que están por venir.