El locutor y animador de radio y televisión Cacho Fontana murió a los 90 años. Figura de la radiofonía y de la pantalla chica argentinas, el legendario locutor marcó un antes y un después en los medios, con un estilo único y particular que sentó las bases de buena parte de lo que se escucha en el éter actual. Dueño de una voz inconfundible, revolucionó la radio con su recordado Fontana Show, programa que es considerado el primer magazine de la radiofonía argentina. En televisión, alcanzó una enorme popularidad con el ciclo de preguntas y respuestas Odol Pregunta, programa que condujo durante una década. Junto a Antonio Carrizo y Héctor Larrea, Cacho Fontana forma parte de los grandes nombres de la radiofonía argentina.
Alejado de los medios desde hacía tiempo, Fontana vivió sus últimos años recibiendo todo tipo de reconocimientos, que recibía con agradecimiento pero con los achaques de la edad y de una salud que se fue deteriorando. De hecho, en julio de 2020 fue internado en el Hospital Fernández al contagiarse de Covid en el geriátrico en el que vivió en el final de su vida. Si bien se recuperó, tuvo una recaída por un cuadro de neumonía en febrero de 2021, que llevó a varios medios a darlo por muerto durante unas horas, en una muestra más de irresponsabilidad. Cacho tampoco zafó de eso.
Nacido en el barrio de Barracas bajo el nombre de Norberto Palese, desde temprana edad sintió amor por la locución. Contó en reiteradas oportunidades que desde muy chico se había maravillado por el aparato de la radio, al punto que no solamente solía imitar las voces de los locutores de entonces (cuando no portaban título alguno en aquella época) sino que también acudía a ver en vivo los programas y conciertos radiofónicos. Junto a su familia, los martes y los viernes, después de cenar, escuchaba la audición de Luis Sandrini en un rito insustituible. Evidentemente, los destinos del inquieto Norberto y los de la radio estaban escritos de antemano.
Aunque apenas terminó sexto grado de la escuela, Fontana se las rebuscó para hacer realidad su sueño. Así fue como, con solo 17 años, debutó como presentador de orquesta en el salón La Argentina, en reemplazo de un amigo: Jorge Hidalgo, que con los años se convertiría en el actor Carlos Carella. Fue su primera locución en vivo. En ese instante supo que no quería hacer otra cosa.
Esa “changa” como presentador fue el paso imprescindible para su llegada posterior a la radio. La emisora que le abrió las puertas del éter fue Radio del Pueblo, con la locución de un aviso del rematador “Lo Turco”. No había cumplido los 18 y ya había hecho su su primer aviso comercial radiofónico. Cuenta la leyenda que al escucharlo alguien dijo: “tiene una guitarra eléctrica en la garganta”. A partir de ese momento comenzó una larga trayectoria como locutor de avisos comerciales, donde se destacó por la presencia de una voz clara, precisa y gruesa. No hubo locutor comercial más empático que Fontana a la hora de ponerle voz (y a veces rostro) a las marcas, cualquiera fuera el rubro.
Tiempo después el joven Norberto iba a entrar a trabajar como locutor a Radio El Mundo, donde en un confuso episodio adoptó definitivamente el nombre de Cacho Fontana, que nunca habría de abandonar. “Cuando empecé en los escenarios, otra compañera de la empresa de transportes que tenía un pariente imprentero dijo que me iba a bautizar. Un día trajo cien tarjetas con el nombre de Jorge Fontana y nunca supe si se le había ocurrido a ella o eran de un cliente que nunca las retiró. Lo de Cacho vino después. Me bautizó así Miguel Coronato Paz, que fue libretista de Luis Sandrini”, contó el locutor en una entrevista.
Corría la década del ´60 y la época de oro de la radiofonía argentina parecía estar quedando atrás. La irrupción de dos canales de TV representaba para muchos la firma del certificado de defunción de la radio. O al menos de una manera de hacer radio. Por suerte apareció Cacho con una idea revolucionaria para el lenguaje radiofónico de entonces: el Fontana show, un programa que en nada se parecía a los que había hasta ese momento. El ciclo matutino de Radio El Mundo renovó el aire, a partir de un espacio informativo ágil y entretenido, dejando atrás la solemnidad que solía signar al medio. Fueron 15 años (también formó parte de Rivadavia) de un ciclo en el que Fontana se animó a hacer de todo, rompiendo las viejas estructuras, dándole mucho lugar al “vivo”, apostando a la espontaneidad más que a la prolijidad de antaño, con móviles que recorrían la ciudad sin parar. Hay quienes consideran que el Fontana show “salvó” a la radio de las consecuencias que la llegada de la TV le podía haber generado. Nadie sería capaz de desmentir esa afirmación.
Claro que el primer magazine radiofónico de la historia argentina, que luego iba a ser copiado y refritado hasta el día de hoy, no solo fue lo que fue por Fontana. El programa tenía un elenco de lujo, en el que se destacaban las locutoras María Esther Vignola y Rina Morán, compañeras ideales con las que Cacho sabía jugar. Magdalena Ruiz Guiñazú, Domingo Di Núbila y Faustino García fueron algunos de los integrantes que lo acompañaron en las dos etapas del programa, en El Mundo y en Radio Rivadavia. El humor ocupaba un lugar central en el Fontana show, con guiones y chistes (de no más de una línea) que a lo largo de la historia del programa estuvieron escritos por Fernando Salas, Adolfo Castelo, Carlos Abrevaya, Jorge Guinzburg y Federico Bedrune, entre otros. Adelantado a su tiempo, con el Fontana show el animador supo crear un género que aún hoy perdura.
Pese a conducir distintos programas, Cacho nunca renegó de su oficio de locutor comercial, donde se desempeñó con una soltura pocas veces vista. Todas las marcas querían que fuera su voz. Durante años fue el locutor comercial de las populares transmisiones de fútbol de José María Muñoz y Enzo Ardigó en Rivadavia. Siempre se sintió un locutor, un presentador. Nunca se creyó ni quiso ser un periodista.
“Soy -afirmó alguna vez- un locutor que ha querido incursionar en preguntas, dudas y hechos con gente que interesa a la opinión pública. He entrevistado, he charlado, pero de ninguna manera pensando que estaba haciendo periodismo. Es que no soy periodista. Simplemente me gusta conversar con la gente. Augusto Bonardo me enseñó el arte de la conversación, pero yo me hice famoso manejando un vocabulario de 150 palabras”.
Un locutor suelto en la TV
Su popularidad radiofónica, sin embargo, no le impidió triunfar también en la TV. En Odol Pregunta, el ciclo de preguntas y respuestas, Fontana supo conjugar voz y rostro sin perder familiaridad ni autenticidad. Si bien no fue el único conductor del ciclo (también lo animaron en diferentes épocas Pipo Mancera, Antonio Carrizo, Héctor Larrea, Blackie, Silvio Soldán), Odol Pregunta quedó en la memoria de todos como el programa de Cacho Fontana. Fue su conducción, entre 1963 y 1973, la que marcó el sello del programa. No es para menos: además de haber sido el conductor que más tiempo perduró en el ciclo, Fontana le imprimió un estilo único que traspasó la pantalla chica: la “ele” bien alargada del “Minuto Odol en el aire” fue (aún hoy es) una marca. Lo mismo vale para su inconfundible “Con seguridad” cada vez que un participante acertaba la respuesta.
También en Odol Pregunta Fontana fue pionero: se trató del primer ciclo de preguntas y respuestas de la pantalla chica argentina, alcanzando una popularidad que atravesaba sectores sociales, económicos y culturales. Fontana supo transmitir la seriedad necesaria que requiere un concurso, a la vez que daba confianza a los espectadores y participantes, quienes competían hasta por 5 millones de pesos. “Era gente que se anotaba, que tenía un examen previo. Había un análisis final y ahí el candidato pasaba a la etapa final de gente que estaba para un mismo tema. Después iban apareciendo los personajes y me daban las preguntas que estaban en un sobre. Así se armaba el programa", contó en alguna entrevista. Basta un ejemplo de su masividad: el envío final en el que, con solo ocho años, participó Claudio María Domínguez, alcanzó los 56 puntos de rating. Era un círculo virtuoso: por ley transitiva y popularidad, la pasta dentífrica también se beneficiaba. Odol Pregunta fue el advertisement explícito más creativo y logrado de la historia de la TV.
Tras ese éxito, Fontana también supo ponerse al frente de otros programas, como La campana de cristal, aquel adrenalínico ciclo en el que distintos participantes ya no concursaban respondiendo preguntas sino animándose a todo tipo de desafíos para los cuales no estaban del todo preparados. Luego vendría otro ciclo que llamaría la atención de muchos: Videoshow, un programa en el Fontana conducía a un grupo de periodistas y camarógrafos de exteriores con grabadoras portátiles para tomar las escenas desde el lugar de los hechos, sin necesidad de trasladar las antiguas, grandotas y pesadas cámaras de antaño. Esa tecnología, revolucionaria para la época, Fontana las llamaba “las máquinas de mirar”. Su uso fue todo un acontecimiento.
Claro que no todas fueron rosas para el locutor y animador. Entre sus trabajos más cuestionados se recuerda su conducción (junto a Pinky) de Las 24 horas por Malvinas, aquél especial que la dictadura militar programó en el viejo ATC para -supuestamente- recaudar desde dinero hasta comida para los soldados argentinos que combatían en las islas. El programa solidario, del cual Cacho fue solo conductor, terminó siendo una reivindicación patriótica, exaltando el nacionalismo, con una mirada totalmente acrítica de la guerra. Además, terminó convirtiéndose en una de las más grandes estafas al pueblo argentino, ya que con el tiempo se descubrió que ni las cartas ni los dibujos ni los chocolates ni nada de lo donado llegaron a manos de los combatientes. Si bien Fontana y Pinky no tuvieron responsabilidad alguna con el destino de aquellas donaciones, quedaron eternizados como los rostros de aquel programa.
Por fuera de los medios, Fontana confesó haber tropezado con adicciones que lo terminaron alejando del trabajo y de la exposición pública durante décadas. Incluso, la modelo y actriz Marcela Tiraboschi lo acusó a finales de la década del 80 por violencia y por obligarla a consumir cocaína, en un causa que tuvo enorme resonancia en los medios y por la cual no pudo salir del país durante algunos años. Aunque en 1992 fue sobreseído, Fontana nunca pudo volver a trabajar activamente en el medio, ante la condena social que lo persiguió durante años. Sufrió en carne propia las dos caras de la popularidad.
Prócer de la radiofonía argentina, animador popular como pocos, creador de formatos sin fecha de vencimiento, Fontana es una huella indeleble dentro de la historia de la radio y la TV argentinas. Con seguridad.