La dinámica inflacionaria actual está lejos de una situación de normalidad y el riesgo de una aceleración precipitada se vuelve una hipótesis verosímil. Las características de una espiralización de precios difícil de contener están dadas por la alta inercia (persistencia inflacionaria) que provoca la acumulación de los shocks, el incumplimiento severo de los programas para regenerar las referencias de precios, la aceleración de la carrera entre precios y salarios, con sucesivas rondas de paritarias, y el acortamiento en el plazo del resto de los contratos de la economía y alta indexación.

El programa actual para bajar la inflación está subsumido en el programa económico amplio que fue refrendado con el Fondo Monetario. Su núcleo es la "consistencia macroeconómica", que se puede pensar como los mecanismos necesarios para disminuir los desequilibrios fiscales, monetarios y del sector externo, de manera gradual y preservando el crecimiento.

En aras de contribuir al debate, aquí se proponen algunos puntos que pueden formar parte de un eventual Plan de Estabilización contra la inflación. En caso de que la erosión que causa el avance de precios no amaine, la salida gradualista va a dejar de ser una opción viable.

Medidas

En primer lugar, se proponen cambios en materia cambiaria y sobre el uso de reservas. Su ligazón con la inflación es evidente, a la luz de la experiencia económica reciente. El primer aspecto urgente es limitar el uso de dólares del Banco Central para aplicaciones no prioritarias.

Se requiere reformar la Carta Orgánica para restringir las posibilidades de intervención del BCRA, prohibiendo abastecer de activos externos a personas humanas o dar FAE financiera con propósitos de política cambiaria. También se podría limitar su operatoria en el mercado de cambios.

Se debe diseñar una estrategia para la unificación cambiaria. No algo automático, pero sí empezar a transitar un sendero. En paralelo, migrar desde las regulaciones actuales sobre los mercados financieros a un esquema macroprudencial más flexible.

Salir del cepo hoy es indispensable para romper distorsiones múltiples. Una de las principales se vincula con los incentivos a arbitrar la brecha cambiaria, por ejemplo, en materia comercial, sobrefacturando y adelantando importaciones. Menos dólares es más presión devaluatoria, y por ende mayor pasaje a precios de cobertura.

Otro bloque relevante es el monetario y fiscal. Argentina acumula desequilibrios desde hace más de una década, que se agravaron por la pandemia y ahora presentan un horizonte de reducción gradual en el marco del programa con el FMI. Guste más o menos, los problemas fiscales decantan en la monetización vía transferencias sin respaldo del BCRA y eso se transmite a precios, dada la incertidumbre por la eventualidad de una devaluación a futuro.

Un paso para mejorar las perspectivas de un programa, gobierne quien gobierne, es la fijación de reglas fiscales aprobadas por Ley. Existe una multiplicidad de experiencias en el mundo, incluso en ciertos países con carácter constitucional. Tomar una hoja de ruta que ordene umbrales para adecuar la política de gastos a los ingresos del Estado no tiene nada que ver con un sesgo ideológico. Podría ser perfectamente implementado por un Gobierno como el actual sin implicar ajustes. El propósito sería garantizar que las fuentes de financiamiento de cada partida sean "genuinas", en términos de no propagar desequilibrios y evitar generar consecuencias sociales indeseables. Una regla fiscal puede, incluso, incorporar flexibilidades eventuales para contextos de shocks externos.

Un último aspecto es su oportunidad y conveniencia. La novedad del 2022 es un salto muy significativo (e inesperado) que justifica tomar decisiones frente a un problema que llegó a un punto límite. Esta evaluación, con diferentes formas, la hacen todos los espacios políticos. Es difícil pensar que un eventual gobierno de la actual oposición en 2023 no vaya a aplicar un Plan de Estabilización de shock para frenar la inflación. Pero de shock en serio.

*Director de Consultora Sarandí