Los tiempos imperiales están cada vez más lejos. El gobierno de Boris Johnson se deshace en un mar de renuncias, derrotas electorales y escándalos y ese último estertor de orgullo nacional que fue el Brexit no ha hecho más que profundizar una crisis económica acuciante.
El “verano del descontento” (summer of discontent, según la prensa británica) llegó a las calles con huelgas en el transporte público (trenes y subtes), con miles de vuelos cancelados en plena temporada turística y amenazas de rebelión en el servicio de salud y la educación.
Johnson dice que sigue
Este miércoles en su duelo semanal en el parlamento con el líder de la oposición, el Prime Minister Question Time (PMQT), Johnson buscó lucir impertérrito y solo preocupado por el futuro. “El trabajo de un primer ministro es seguir adelante lidiando con los problemas que enfrenta el país cumpliendo con nuestro manifiesto electoral”, le contestó a los cuestionamientos del líder de la oposición, el laborista Keir Starmer.
Como ocurre en las crisis terminales, la intervención más peligrosa para el futuro del primer ministro llegó de sus propias filas y se pareció a un llamado a la rebelión grupal. Uno de los dos ministros que sacudió aún más el turbulento tablero político con su renuncia este martes, el ahora ex titular de salud, Sajid Javid, enumeró todos los errores de Boris Johnson, desde el Partygate hasta los recientes escándalos sexuales y concluyó que no había futuro si Johnson no daba un paso al costado. “Cuando comenzó el escándalo del Partygate, me aseguraron al más alto nivel que no había habido fiestas en 10 Downing Street.Cuando me entrevistaron al respecto repetí la línea oficial. Pero tanto aquí como en otros temas me habían mentido. Llegó el momento de decir que ya es suficiente (….enough is enough…) Hay algo fundamentalmente mal en la conducción de este país. El problema empieza en lo más alto y no va a cambiar. Este liderazgo está dañando la reputación del Partido Conservador”, dijo Javid.
Corona descoronada
La Corona tampoco anda de parabienes. Con 95 años, viuda, la Reina Isabel II, ha iniciado su retirada de la escena pública: sus días como reina parecen contados. La herencia del título es problemática. El heredero directo, el príncipe Carlos, que ya ha comenzado a reemplazar a su madre en eventos oficiales, está salpicado por dos escándalos financieros.
El príncipe de Gales recibió una donación en efectivo de 2,5 millones de libras que le fueron entregadas en una valija y en las distinguidas bolsas de la tienda de lujo “Fortnum and Mason”. El donante fue el ex primer ministro de Qatar, el jeque Hamad Bin Jassim. Según el príncipe el dinero fue pasado inmediatamente al Fondo Caritativo del Príncipe, el PWCF. El jeque es el dueño del Paris Saint German de Lionel Messi, una de las personas más ricas del planeta, apodado “el hombre que compró Londres”. La pregunta es si también compró al príncipe.
En el otro escándalo real, el “cash for honors”, la policía está investigando el rol que pudo cumplir el príncipe heredero en la adjudicación del título de Sir al billonario saudí, Mahfouz Marei Mubarak bin Mahfouz. Si uno le agrega a estas dos perlas del príncipe heredero, los patéticos desvaríos sexuales de su hermano, el príncipe Andrés, que tuvo que llegar a un acuerdo extrajudicial con Virginia Giuffre para evitar un juicio sobre su relación con ella cuando tenía 17 años, se ve que la emblemática dignidad monárquica de la era imperial anda por los suelos.
¿Cuánto puede durar Boris?
La crisis de la corona es de cocción lenta. La pregunta del millón hoy es cuánto más puede aguantar Johnson. El primer ministro no parece capaz de caminar sin tropezarse. La postura con aires de estadista en torno a Ucrania la semana pasada terminó en farsa apenas regresó a Londres y quedó envuelto en un escándalo que más que de faldas fue de pantalones.
El titular de un cargo clave para la disciplina interna parlamentaria, el sub chief whip (literalmente, subjefe del "látigo" con el que se garantiza el orden en las filas parlamentarias, parte de esa cultura S/M de la clase alta británica), John Pincher, se vio obligado a renunciar el jueves pasado por manosear a dos hombres durante un evento partidario.
El primer ministro primero intentó salvar el pellejo de Pincher, luego lo dejó hundirse para poner a buen resguardo su propia cabeza, pero se hundió un poco más en el pantano cuando, durante el fin de semana, saltó que él sabía que Pincher (literlamente pellizcador) era un mano larga: “Pincher by name, Pincher by nature” había dicho Johnson.
El escándalo desembocó en un nuevo pedido de disculpas de Johnson, que había jurado que no sabía nada del asunto y que, de golpe, había recobrado la memoria, algo que ya le había pasado con todas las fiestas (más de 100 según ciertos cálculos) que se celebraron en 10 Downing Street durante la pandemia.
Más alarmante para su supervivencia fue la serie de renuncias que comenzaron ayer martes en protesta a su conducción política. Entre las dimisiones se encuentran dos del máximo calibre: el ministro de Finanzas Rishi Sunak y el de Salud Sajid Javid. Según los titulares de la prensa británica, siempre fascinada con los paralelos entre la política, el asesinato de Julio César y Shakespeare, Sunak y Javid fueron los encargados de clavar el emblemático puñal: ahora falta rematar la tarea.
En los periódicos solo el “Daily Express” seguía apoyando a Boris este miércoles: el resto de la prensa escrita (90% tory) simplemente conjeturaba el momento de su partida. La mayoría utilizaba la expresión “on the brink” (al borde del precipicio), el “Daily Telegraph” elegía una metáfora similar, “Johnson hanging on a thread” (Johnson colgando de un alambre (hilo)), el Metro jugaba con los tiempos verbales para vincular las dos renuncias reales y la futura (Going!, Going!, Gone?)
Los diputados abandonan el Titanic
El primer ministro depende del apoyo de sus diputados que son los que lo eligen para el cargo. A principios de junio Johnson logró una pírrica victoria en la votación interna de los parlamentarios conservadores que debían decidir si lo destituían: el 41% votó a favor de su partida.
En teoría no se puede repetir el ejercicio en los próximos 12 meses, pero las reglas internas partidarias son flexibles y con estos escándalos y las renuncias está claro que Johnson ya no tiene el apoyo del 59% que lo votó hace un mes. La sucesión de dimisiones siguió hoy, de secretarios de estado a asistentes principales de diputados con cargo de gobierno. Si en junio votaron a favor de Johnson por formar parte del ejecutivo, hoy son todos votos en contra.
La contundente derrota en mayo en las municipales, especie de elecciones de medio término, y en dos elecciones de renovación de escaño en junio, son claras indicaciones del precio que están pagando los conservadores. La amenaza es que muchos diputados perderán sus propios escaños en las elecciones de 2024 si siguen con Boris Johnson a la cabeza. ¡Si por lo menos la economía trajera buenas noticias!
El verano del descontento y Brexit
Boris Johnson llegó al poder mediante una alianza pro-brexit con mensaje patriótico y unificador que le dio una aplastante mayoría parlamentaria en las elección de diciembre de 2019: unas semanas más tarde, el Reino Unido dio un adiós definitivo a la UE.
Dos años y medio más tarde el Reino Unido camina hacia la recesión con el nivel de inflación más alto en 30 años y un descontento laboral que ha convertido el respiro veraniego de este país de clima endiablado en un infierno. Es cierto que en el medio estuvo la pandemia y la guerra ruso-ucraniana. Es lo que pasa en todo el mundo occidental (no tanto en Oriente: en China están bajando las tasas de interés), pero en el Reino Unido todo esto se agravó con el Brexit.
La promesa era que el Reino Unido recuperaría la libertad y profundizaría su alcance económico global y su relación con la misma UE. La realidad es otra. En abril un estudio de la London School of Economics, señaló que las exportaciones al continente habían disminuido en un 30%. En la pequeña y mediana industria se siente el impacto por el paso de un mercado único europeo con el que podían comerciar libremente a uno plagado de trabas y restricciones.
Una nota de la BBC basada en entrevistas con 12 empresarios de distintos sectores resumió sus opiniones así: “Enorme caída de las ventas, ya no somos competitivos en Europa, es frustrante y da miedo”. Si a esto se le suma la amenaza del gobierno de Johnson de desconocer el acuerdo al que llegaron como parte del Brexit para Irlanda del Norte que el bloque europeo considera una violación del derecho internacional, el futuro no se ve promisorio.
Con la economía a la baja, la crisis del gobierno de Johnson se está convirtiendo en una de esas tormentas perfectas que de un día a otro se convierten en huracanes. Ni el testarudo narcisismo del primer ministro, ni toda su confianza de “public school boy” le servirán de mucho. Hoy la pregunta no es si se va sino cuándo y cómo.