Elogio a una prenda
Representar la cultura tradicional vietnamita con una mirada contemporánea, lejos de clichés, es uno de los principales objetivos que persigue el joven fotógrafo Chiron Duong, asimismo arquitecto, que dice abiertamente querer mostrar las múltiples caras de Asia, sus matices especiales, enrarecidos, brillantes. “Quisiera que mis imágenes evoquen el misticismo y el folclore de Vietnam, y su polinización cruzada con la cultura occidental, que deviene algo genuinamente único”, recalca este muchacho de 26 años, que vive en Ho Chi Minh. Apasionado por las formas, las luces, las proporciones y los colores, Retratos de áo dài es su proyecto en curso, que persigue la ambiciosa meta de explorar este tradicional traje vietnamita en 365 fotografías, una por día, durante un año. “Hace un tiempo, unos amigos extranjeros me preguntaron sobre el áo dài, y así caí en la cuenta de que penosamente casi no había tomado fotos de la túnica nacional de mi país”, anota el artista, que entiende que la prenda típicamente femenina reúne valores únicos, tanto tradicionales como modernos. “En las últimas décadas, muchos modistos han querido innovar, destruyendo la esencia misma de este traje; tampoco han faltado casos de apropiación cultural en el mundillo de la moda. En lo personal, entiendo el áo dài como un adjetivo y un sustantivo: evoca a las mujeres vietnamitas sencillas pero seductoras, y es un objeto que reúne historia, tradición, estética, conciencia nacional y orgullo del pueblo”. Para Chiron, implica una belleza suave y discreta, centrada “en el cuello alto, los hombros redondeados, las mangas elegantes” de una vestimenta tradicional larga y ceñido que –según voces en tema– muestra poco pero sugiere mucho. Algo que este muchacho transmite en las más de 200 fotos que ya ha tomado, de amigas que posan frente a su cámara luciendo encantadas sus respectivos modelitos de, sí, sí, áo dài.
Un cuarto impropio
Con varios años de andadura, el Null Stern no es un hotel como cualquier otro por obvia razón: sus suites no tienen ni techos ni paredes. Básicamente son camas matrimoniales con sus respectivas mesitas de luz emplazadas al aire libre, en pintorescos parajes naturales, sea una colina o un viñedo de la comuna suiza Saillon, del cantón del Valais. Solo la lluvia empaña esta iniciativa que goza, cómo no, de servicio a la habitación, y cuesta unos cuantos billetes: por encima de 300 francos suizos. Pensadas inicialmente como instalaciones artísticas por los hermanos Frank y Patrik Riklin en sociedad con el experto hotelero Daniel Charbonnier, las mentes detrás de Null Stern han querido ir a más, y ahora ofrecen algo diametralmente opuesto. Su flamante “suite anti-idílica” cuesta lo mismo, cuidadito, pero está ubicada al costado de una intersección de ruta, pegada a una concurrida estación de servicio. “Esta nueva versión pretende desvelarte y ofrecerte un espacio para que reflexiones sobre temas de actualidad como el clima, la economía, la seguridad o la igualdad”. La idea es que, según explican, tras ese momento de introspección se compartan pensamientos, miedos o convicciones en un “cofre de ideas” que contribuirán a futuras acciones en la localidad. “En pocas palabras, ahora no es el momento de dormir: tenemos que reaccionar. Si seguimos en la misma dirección, puede que haya más lugares anti-idílicos que idílicos en un futuro inmediato”, dice uno de sus creadores. Que estará muy comprometido a cambiar el mundo, ajá, pero no deja de cobrar más de 300 billetes a personas que tranquilamente podrían meditar sobre los problemas de la humanidad sin gastar un centavo, entre las cuatro paredes de su dormitorio, living, oficina. Dicho lo dicho, obvio que hay gente dispuesta a pagar: ya hay reservas hechas.
Suerte relativa
“Ha sido un escondite de maleantes, un set de filmaciones, la sede de una fundación y ahora es el premio mayor del último sorteo de la Lotería Nacional de México”, hace ajustado resumen el diario español El País sobre la lujosa mansión que acaba de rifarse en el país azteca. Sorteo que fue noticia, principalmente, por tratarse de un lugar que antaño fue hogar de un poderoso narcotraficante, de mote “El señor de los cielos”. Y es que el ya muerto Amado Carrillo Fuentes, antiguo líder del Cartel de Juárez, contaba con una flota de aeronaves para hacer sus “negocios”, tan espurios como la guita con la que costeó el mentado inmueble de más de 3400 m2, que obviamente cuenta con todos los lujos: piscina techada, amplio jardín, espacio suficiente para aparcar treinta coches, cava propia, nueve dormitorios, seis jacuzzis, una cocina colosal, biblioteca, cuarto de máquinas y casa de juegos tamaño real para pequeños. Apenas algunas características de la casa que hoy tiene nuevo dueño, cuya identidad permanece en el anonimato: solo se sabe que tuvo el buen tino de comprar el boleto ganador, el número 339.357, por 200 pesos mexicanos (menos de diez dólares) en el pueblo Matamoros, en Tamaulipas. Recuerdan medios locales que la propiedad ya había sido rifada el pasado 15 de septiembre, pero entonces no hubo un ganador para la narcomansión incautada, ubicada en la exclusiva zona de Jardines del Pedregal, en Ciudad de México. Ahora sí hubo suerte, aunque relativa según anda diciendo algún que otro agreta, que consideran al lugar como un caramelito envenenado, por lo que costará ponerlo en forma y luego los suculentos gastos para mantenerlo. Pero es cierto que el nuevo propietario podrá jactarse de vivir en el lugar que sirvió de set de filmación para Hombres en llamas, con Denzel Washington, y que aparentemente contaría con túneles subterráneos que conectan con otras casas de la zona.
El puente no se toca
Como más de un memorioso recordará, en febrero de este año hubo un enorme alboroto en Rotterdam, Países Bajos, al conocerse que las autoridades de la ciudad estaban considerando desmantelar un puente histórico por estrambótica razón: para que pasara el nuevo mega yate de Jeff Bezos, uno de los hombres más ricos del planeta, que por la altura de sus velas se veía imposibilitado a abandonar las aguas holandesas. Declarado monumento nacional, De Hef –como le dicen los lugareños al puente levadizo Koningshaven– podía ser desarmado y vuelto a montar por petición del astillero Oceano, que prometía pagar los costos de la operación junto a su cliente, el fundador de Amazon. Un hombre al que dinero precisamente no le falta: el navío, sin ir más lejos, le costó alrededor de 500 millones de dólares. Pero, claro, lo que Oceano no preveía era el revuelo que se generó entre vecinos, que pusieron el grito en el cielo ante la mera posibilidad de que le aflojaran un solo tornillo al venerado puente. Acorde al periódico holandés Trouw, no solo la empresa constructora se sorprendió tantísimo: trabajadores del astillero empezaron a temer que el yate pudiera ser destrozado por una horda de indignados nomás empezase su curso. Sino herido, al menos gravemente manchado: después de todo, trascendió a la velocidad de la luz cómo un residente, Pablo Stromann, bromeó al iniciar un evento de Facebook invitando a arrojar huevos al navío, pero lo eliminó al poco tiempo al notar que miles se entusiasmaron con la idea. Según medios locales, el antiguo puente ferroviario había sido una de las primeras estructuras en restaurarse después de que las fuerzas alemanas hicieron estragos vía bombardeos en Rotterdam durante la Segunda Guerra Mundial, lo que explicaría por qué la gente está tan apegada a De Hef, tan firme en la negativa a que se atente contra su integridad. Pues, por el motivo que sea, la firma holandesa Oceano acaba de anunciar que no tiene planes de solicitar el infame permiso: ante la controversia, ha dado de baja la alternativa. ¿Cómo llegará al océano el enorme yate de Bezos? La compañía actualmente se mantiene en silencio, aunque los habitantes de Rotterdam sin duda están ansiosos por ver cómo se llevará a cabo semejante hazaña.