“En diciembre de 1991 se precipitó la desintegración de la Unión Soviética y con ella se desmoronó el sueño de transformar al mundo en forma colectiva hasta convertirlo en un lugar más libre y más justo, con recursos suficientes para todos y donde nadie basara su buen vivir en la explotación y el ultraje a los demás. Sobre ese desierto se edificó otra utopía, la del libre mercado, cuyo puño invisible estaba lleno de soluciones y prometía un orden, sino justo, al menos de crecimiento económico progresivo, sin guerras ni muros, supuestamente estable. Nada de eso sucedió”, se lee en la introducción del libro de la escritora y periodista Telma Luzzani, Crónicas del fin de una era, editado por el Instituto Tricontinental de Investigación Social y Batalla de ideas.
Telma fue la primera argentina enviada a cubrir lo que sería uno de los hechos históricos más trascendentes del siglo XX. “Cuando empecé a recopilar las crónicas que hice hace 30 años cuando viajé a la ex Unión Soviética, acababa de disolverse y se vivía esa situación de transición, de incertidumbre. Al recopilarlas, mi intención también era encontrar la respuesta de cómo era que habíamos llegado hasta acá, hasta este mundo del siglo XXI precario, con muchas más guerras que antes, con un medio ambiente con grandes dificultades, con un planeta que está siendo maltratado, con una pobreza que crece, con una concentración de la riqueza que hace que haya un uno por ciento de personas ultra ricas y un 99 por ciento que padece”, dice Luzzani a Las 12.
“Lo primero que me impactó al volver a leerlas fue observar cómo el neoliberalismo, que estaba haciendo su trabajo en ese momento muy reciente en lo que era la Unión Soviética, estaba poniendo en juego sus ardides, sus estrategias, su narrativa para, por un lado, derrumbar los valores que se habían vivido en el socialismo y por otro, ensalzar otros como el individualismo, la carrera del éxito, el que solo hay una alternativa. Era lo que estaba viviendo acá en Argentina con la presidencia de Carlos Menem. Veía en forma paralela cómo Boris Yeltsin, el presidente ruso en aquel momento, culpabilizaba al pueblo por la situación y decía, bueno, entonces tenemos que pagar el precio del descenso del nivel de vida para justificar a ese neoliberalismo que iba a traer ajuste. Y nosotros acá con Carlos Menem que nos culpaba de que el Estado había sido sobredimensionado y entonces teníamos que tragar esa medicina amarga del neoliberalismo”, explica Telma.
Si bien el libro se publicó en diciembre de 2021, antes de que se desatara la Guerra en Ucrania, Telma dice que en las crónicas se ven claramente las tensiones entre ambos países que, aunque son como hermanos porque ambos son eslavos, viven muchísimos rusos en Ucrania y muchos ucranianos en Rusia, se veían las tensiones a nivel de las cúpulas políticas. “Y yo señalo una de las puntas muy importantes que era el incumplimiento de la promesa de Estados Unidos de no expandir la Otan. Por supuesto que en aquel momento, cuando estaba haciendo el libro, no sabía que esto iba a ser el disparador de una guerra que hoy todavía estamos viviendo. Entonces estas crónicas tienen el valor histórico de mostrar qué pasaba en ese momento crucial de la historia de la humanidad como fue el derrumbe de la Unión Soviética y el fin del mundo bipolar y al mismo tiempo tienen la virtud de mostrarnos un montón de situaciones que estaban por desencadenar una guerra y que efectivamente la han desencadenado. Ahora, 6 meses después de hecho el libro, todavía se vuelve más interesante”, explica Telma.
¿Por qué decís que se vuelve más interesante?
Porque con la situación de guerra en Ucrania lo que se está viendo es que efectivamente no sólo terminó la Guerra Fría y el mundo bipolar sino que la utopía neoliberal está derrumbada. Ya ni siquiera tenemos ese mundo en el que Estados Unidos era el líder indiscutido. Estamos en otro momento sumamente interesante, en mi opinión, en donde tanto China como Rusia están buscando formas alternativas a las fórmulas bancarias, a las instituciones globales, alternativas a cómo se colabora y se mantienen relaciones con otros pueblos, como con América Latina, es decir, se está armando otro mundo paralelo que es súper interesante y que está demostrando que estamos en un mundo en transición, en una transición difícil pero creo que será, a la larga, positiva.
¿Cuáles son esas alternativas?
Se están proponiendo otras alternativas institucionales desde la perspectiva geopolítica como por ejemplo los Brics ampliados, como la Organización de Cooperación de Shangai, el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura. Son todas nuevas instituciones que se proponen como paralelas a las occidentales.
¿Y qué pensás de la figura de Putin?
Yo tuve la oportunidad de verlo personalmente en conferencia de prensa: viajé 16 veces a Rusia, desde 1991. La última vez que fui fue cuando acompañé a la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner al encuentro con Putin, pero anteriormente había tenido la oportunidad de verlo en un evento muy importante en la Ciudad de Sochi, en el Club Valdai. Cuando terminó de hablar, me acerqué y lo saludé y tuve la impresión de un hombre extremadamente frío (muy difícil saber lo que está pensando o transitando), pero al mismo tiempo, segurísimo de sí mismo. Por otro lado, en ese momento pensé, es un hombre entrenado por la KGB: nació en 1957 así que toda su adolescencia, su juventud y gran parte de su adultez, fue formado en el espionaje, de hecho fue un espía muy importante en Alemania. ´
¿Qué significa ese entrenamiento?
Habla 7 idiomas y a ese entrenamiento se lo percibe, no sólo físicamente, porque es muy musculoso y deportivo, sino al mismo tiempo por su capacidad estratégica, su mentalidad estratégica, su conocimiento de la historia, es muy completo en cuanto a su formación. Yo lo resumiría con una frase que él mismo dijo: “aquel que quiera revivir a la Unión Soviética es una persona sin cerebro, pero aquel que no extrañe a la Unión Soviética, es una persona sin corazón”. Yo creo que eso resume un poco su gestión: tiene un amor enorme por su patria, por lo que ellos llaman la madre Rusia. Creo que si bien sigue las ideas del capitalismo, tiene una concepción de soberanía, amor y cuidado de su propio país y de sus habitantes, enorme. Occidente lo ha demonizado porque es evidentemente un rival muy importante para el imperio norteamericano.
¿Cómo fue ese último viaje?
Yo hablo en el libro de las manifestaciones, las del Partido Comunista, porque había mucha gente que quería seguir en el comunismo en esa época, hablo de las elecciones, de cómo se votaba, que era una forma totalmente diferente porque el voto es discutido en grupos, no tiene por qué ser tan secreto, modalidades completamente diferentes a las que conocemos. Cuento historias impresionantes de científicos, de espionaje, de inteligencia, de cómo espiaban a la Embajada de Estados Unidos. Un ingeniero tuvo la capacidad de no poner ningún micrófono sino hacer que todo el edificio en sí mismo fuera un micrófono, es decir, los clavos, el cemento que se usaba, cada uno de los elementos que componían ese edificio eran a su vez receptores y emisores de lo que se hablaba ahí adentro. Termino con el viaje de Cristina porque si bien era la Federación Rusa, me parecía que tenía sentido contar esta visita porque ella, además, es una persona a la que admiran mucho los académicos y los políticos rusos por la personalidad que tiene, por su amor por la Argentina, valoran mucho que un presidente sea fiel a su país y luche por su soberanía. Y finalmente quería comentar que el libro tiene conversaciones con Atilio Borón, con Alicia Castro, con Oleg Barabanov, que es un historiador ruso muy importante, que cuenta cómo vivían con su abuela, él era del interior, no era de Moscú y con un politólogo de la India, Vijay Prashad.
¿Cuál fue el rol de las mujeres en la caída de la URSS?
El tema de las mujeres es fascinante, tal vez tenemos que ir para atrás. En el siglo XX se sabía muy bien que en los países socialistas las mujeres estaban mucho más adelantadas porque la emancipación de la clase obrera incluía todos los estratos de la sociedad y ahí estaban mujeres. Había muchas instituciones pensadas específicamente para trabajar en esa desigualdad. La entrevista de Oleg cuenta un poco eso, él era hijo de un obrero y una ingeniera y dice que el estipendio que le daban le alcanzaba no sólo para vivir y para comprarse libros sino para estar muy cómodamente viviendo en Moscú sin que los padres le tuvieran que mandar dinero. Y así como había compensaciones para los hijos de aquellas familias que estaban en posiciones más débiles, había también políticas destinadas a las mujeres, como las licencias por maternidad que era de dos años y si eras madre soltera era más larga y también el salario y lo económico, había una amplia red de guarderías, jardines de infantes, toda una estructura para ayudar a las mujeres. Esto fue así a partir de 1917, pero después de la Segunda Guerra Mundial, donde murieron tantos hombres, la mujer era aun más importante, así como las capacitaciones. Rusia tiene enormes recursos naturales, oro, diamante, petróleo, gas; también tiene una gran riqueza humana en el sentido de los científicos y las mujeres estaban muy capacitadas, pero no les daban demasiado espacio como funcionarias políticas o sindicales.
¿Qué cambió con la llegada del Capitalismo?
Antes de la llegada del capitalismo había libertad sexual, libertad para abortar y como era un Estado ateo, la virginidad no era ningún tipo de valor. Si bien no se logró derribar la vieja dominación patriarcal, sí estaba ese remanente de igualdad que había nacido con la Revolución Rusa. En el momento que yo fui te puedo decir que el sostén de las familias estaba más sobre las mujeres y como siempre, se ocupaban más del cuidado. Allá uno de los problemas grandes que tenían los hombres era el alcoholismo. Desde que empezó a avanzar el capitalismo en la estructura social, algunos de esos avances fueron desapareciendo porque primó más la renta que el aspecto social.
¿Cómo fue para vos ser la primera argentina enviada a cubrir?
Yo estaba fascinada con poder asistir, ser testigo de ese cambio que percibía enorme, de ser la primera latinoamericana como enviada especial, había cubanos que estaban ahí por Prensa Latina pero vivían ahí. Los colegas eran extraordinarios, te ayudaban muchísimo. A medida que iba volviendo fui notando esa creciente presencia del capitalismo que hacía que hubiera mafias, pecados de una sociedad diferente. Pude entrevistar a Elena Bonner, que era una gran lideresa, defensora de los derechos humanos. La vocera principal de Putin es una mujer extraordinaria María Zajárova, la directora de uno de los canales más importante que es RT, es una mujer.
¿Cómo ves la situación actual de las mujeres en Ucrania?
En cuanto las mujeres en Ucrania, es difícil decir, porque yo leo tanto la prensa occidental que defiende la guerra de la OTAN como la rusa, la india, la china que son mucho más críticos. Naciones Unidas ha hecho muchos trabajos al respecto y se sabe que las mujeres están en extrema vulnerabilidad porque son botines de guerra, se sabe que las violaciones son una forma de sometimiento extendido en tiempos de conflicto armado. Esto se ha visto en Siria. En las situaciones de guerra, los más frágiles de la sociedad son los que más sufren y en ese grupo están las mujeres.