Las adicciones como estigma social se han instalado en paneles televisivos. En reuniones anémicas, con senadores, diputados y algún que otro ministro. No como concepto central de entender esta compleja problemática. Si no, más bien, alimentando las urgencias y algún que otro caso resonante de alguien “famoso” caído en desgracia. Es tan evidente la falta de compromiso en función del desconocimiento de temas centrales como la prevención y la asistencia integral, que genera una apatía desconcertante.

Hay que entender que las adicciones a drogas legales e ilegales son un problema de las conductas humanas y sociales. Hay que entenderla y abordarla desde varias perspectivas. Pues estamos hablando de una problemática multicausal. Desde lo espiritual. Desde lo psicológico. Desde lo vincular. Desde la clínica. Desde lo cultural.

Nadie puede estar complaciente ante el desamparo que vemos en las diferentes afecciones tóxicas que abarcan todo el espectro social. La mirada que recae sobre los desamparados, llamándolos “pibes”, “pibas”, como una manera de estigmatización encubierta, es sesgada. Lo mismo con aquellas personas que tienen consumo en otras esferas sociales. Los abordajes preventivos no existen. Los dispositivos terapéuticos del estado son una mueca ante una dramática escena de terror. Las organizaciones no gubernamentales, llamadas despectivamente monovalentes, estamos lidiando con una torpeza intelectual y política constante.

Madres desesperadas. Sacerdotes y pastores buscando salvar almas para sus cielos imaginarios. Políticos de turno creando expectativas e ilusiones efímeras. Periodistas y panelistas que solo ven lo que flota frente a sus narices. Ideas precarias ante contenidos indescifrables. Profesionales abordando desde la teoría fría y calculadora conductas urbanas con códigos misteriosos. Operadores como ejemplos inciertos en consejerías abusivas.

Nadie tiene una visión integradora. Todos tienen una visión sesgada. Al margen de las diversas miradas, es tan evidente la monotonía que sucede en esta furibunda, dramática, reprimida, minimizada problemática, que solo resta ver como el tiempo político va para un lado. Mientras los cambios en una persona adicta, quizás, nos aleje de este vendaval de manipuladores.

Osvaldo S. Marrochi 

Presidente Fundación Esperanza de Vida