Referente de la música andina, Micaela Chauque es una de las más importantes intérpretes de instrumentos de viento. La música que ganó el Premio Gardel por el disco Jallalla (2018), celebra sus 20 años de trayectoria y su gira, con el río Paraná como guía, le hace recalar en Rosario: hoy a las 21 en el Gran Salón de Plataforma Lavardén (Mendoza 1085).

Quenas, quenilla, sikus, toyo, caja y charango, son los instrumentos que Chauque integra con sonoridades también digitales, junto al grupo que conforman Mallku Cruz Machaca en guitarra, Joel Alancay en bajo, y Ramiro Cardodo en batería. La noche contará con las presencias invitadas de la cantora Clara Bertolini, y de la Banda Andina Nigelia Soria. Un escenario compartido, uno de los rasgos estéticos en el hacer de Chauque: “siempre tuve el interés de compartir con los músicos que están en cada espacio y cada lugar, es algo que vengo haciendo desde que inicié los festejos de los 20 años en Tucumán, donde me encontré con una gran cantidad de artistas que aman la música andina”, dice Micaela Chauque a Rosario/12.

-De alguna manera, es algo que ya estaba presente en tu repertorio; como en tu primer disco, Instrumental de la Quebrada, donde los registros integran otras geografías y sonidos.

-Tiene que ver con este mismo encuentro, con hermanar los sonidos de nuestra América, es algo que viene desde antes de la conquista, de la colonia y de la República. Hablamos de esa conexión que podemos lograr a través de nuestro pasado hacia el presente, rompiendo nuestras fronteras. Ya que estamos cerca del 9 de julio, mencionemos que para cuando se hizo la revolución y se declaró la independencia, sabemos que esa primera carta de declaración se hizo en varias lenguas, entre ellas el quechua y el aimara​. El pensamiento andino, el de los pueblos indígenas, siempre tuvo que ver con trascender el propio espacio, para poder compartir y convivir con los demás en otros ámbitos.

Chauque dice que la gira prevista tiene al río Paraná como compañía, porque “geográficamente es lo que estamos haciendo, recorrer el río. Llegamos a la costa, donde está Santa Fe, y de ahí bajamos, como si fuese una especie de viaje de procesión (risas) hasta Rosario, al Monumento de la Bandera, para desembocar luego en Buenos Aires, donde está el Río de la Plata, casualmente para el 9 de julio. Es una fecha que veníamos planificando hace tiempo. Quienes programan en Buenos Aires nos ofrecieron esa fecha y yo acepté, luego todo se fue dando. Es como si este abrir de los brazos de cada ciudad nos indicara sobre esta capacidad que tenemos de compartir y de ser hermanados en una identidad nacional”.

-Sos la primera mujer de la Quebrada de Humahuaca en adoptar la quena como instrumento, ¿no?

-Soy la primera mujer autorizada, que tiene un permiso de parte de los abuelos y abuelas de ejecutar un instrumento tradicionalmente ejecutado por hombres. A eso se refiere. Al permiso y respeto que uno tiene a sus personas mayores, y a la continuidad del uso de esos instrumentos en el ambiente de la cultura propia. No estoy hablando de que salgo a un escenario, sino de que voy y toco la quena acá, en la Quebrada de Humahuaca, en una comunidad, en una chayada, en una ceremonia. Estamos hablando de ambientes propios. Lo que hice fue pedir permiso a los abuelos porque siempre está el respeto, algo que casi nadie practica; y el uso en el contexto, porque esto tiene su historia, modo, formas, y también un rol. En estos últimos 500 años, existieron roles prohibidos para la mujer, eso esté comprobado, pero sabemos que hay chamanes hombres y chamanes mujeres a lo largo de toda la existencia de la población. No podemos decir que se trate de un problema ancestral, sino colonial.

-Es notable cómo, desde tu música, se genera un pleito, en donde la voz silenciada, la de los pueblos originarios, continúa sin embargo presente.

-Los pueblos indígenas siempre fueron los dueños y propietarios de toda esta tierra de Latinoamérica, y siempre fueron silenciados. Sabemos por qué. Por una soberanía que se perdió hace mucho tiempo. Sin embargo, lo material pasa, pero lo espiritual, lo cultural y la sabiduría, continúan. Eso es la parte de la cultura que vengo a mostrar, que existe, está presente y entra en cada uno de los jóvenes, a quienes les interesa conocer un poco más, sintiéndose en armonía. Lo cierto es que lo hago es un trabajo como de hormiga (risas), porque recorro cada ciudad acercándome a un público que ya está cansado de escuchar la música que te impone el mercado. La música que vengo a contar tiene esa otra parte, la de una realidad que existe y es presente, que trasciende. Detrás mío hay una gran cantidad de jóvenes estudiantes, cantoras, compositoras, instrumentistas, que nacen y se difunden por todos lados. Hay un florecimiento impresionante. Cada vez que hago una presentación o toco en una ciudad, aparecen más propuestas y se suman personas. Hay una gran necesidad de crear espacios donde poder expresarnos, sin tener que depender de la respuesta de lo que más vende o de lo que pide el festival. Lo que yo hago es llevar en la voz el mensaje de mi canción, de mis composiciones, hoy con un recorrido que me permite tocar temas de 20 años atrás y canciones inéditas, que compuse en el aislamiento. Son muestras de todo lo que podemos hacer, de la capacidad de volver a tomar nuestra soberanía cultural.