A Chiara es el título del nuevo largometraje del neoyorquino Jonas Carpignano, el cierre de una trilogía de películas centradas en la vida de un puñado de habitantes de la ciudad calabresa conocida como Gioia Tauro. No es extraño, entonces, que suela describírselo como italoamericano, aunque el propio realizador se ha cansado de poner en discusión esa denominación en cuanta entrevista ha concedido. Nacido en el Bronx en 1984, de padre italiano y madre barbadense, Carpignano pasó una parte de su infancia visitando Roma, donde vivían sus abuelos paternos; allí conoció a varios parientes ligados directa o indirectamente con el cine. Luego de estudiar la carrera cinematográfica en su país de nacimiento y trabajar en diversos roles en la industria audiovisual, tanto en los Estados Unidos como en Italia, sus primeras visitas a la región de Calabria cimentaron una pasión geográfica y humana que se vería reflejada en algunos de los cortometrajes seminales y en su primera película de largo aliento, Mediterranea (2015). “Siempre fui consciente de las relaciones raciales”, explicó en aquellos años el realizador, que eligió Gioia Tauro para investigar el asunto porque le “parecía un buen lugar para discutir esas cuestiones, y todo lo que está pasando con las nuevas olas de inmigración que llegan al sur de Italia”. Lo que no podía imaginar era que la simple pesquisa para escribir un guion derivaría en mudanza, que terminaría adoptando esa ciudad como domicilio permanente. Mediterránea registraba desde la ficción –pero con un fuerte componente real, al modo neorrealista, cruzado con la impronta de los hermanos Dardenne– la llegada de dos inmigrantes de Burkina Faso a Italia, luego de un paso esforzado por Algeria y Libia. En aquella película nada era sencillo para Ayiva y Abas, quienes luego de varias desventuras terminaban encontrando algo de arraigo cerca de la comunidad gitana de Gioia Tauro. Allí conocían a un niño llamado Pio Amato, el protagonista unos años más tarde de La Ciambra (2017). Producida, entre otros, por Martin Scorsese, la segunda pata de la trilogía presenta al muchacho en cuestión, ya de unos catorce años –nuevamente interpretado por un actor no profesional, homónimo del personaje, acompañado por sus padres y hermanos en la vida real–, mientras ingresa de golpe al mundo adulto. En el barrio romaní donde vive, ello implica comenzar a beber y a fumar, además de reconocer el mundillo de los pequeños robos como una posible carrera profesional a futuro. En La Ciambra reaparece Ayiva, el único de los inmigrantes que ha permanecido en el lugar, y con quien Pio mantiene una relación de amistad profunda y duradera, más allá de las diferencias culturales y de edad.
Con A Chiara, que tendrá un estreno en salas de cine el próximo jueves 21, un mes antes del lanzamiento en la plataforma MUBI, Jonas Carpignano se corre a la zona más pudiente de Gioia Tauro para enfocar el rostro, el cuerpo y las angustias de una chica de quince años. Su nombre es Chiara y buen un día, que parecía ser como cualquier otro, descubre que su familia forma parte de un encumbrado clan de la mafia calabresa, la temible 'Ndrangheta, marcada por lazos que aprietan como gruesas sogas a todos aquellos nacidos en su seno. Durante la conferencia de prensa en el Festival de Cannes, donde el film tuvo sus primeras proyecciones públicas, el cineasta declaró que “después de vivir varios años en Gioia Tauro ha sido muy sencillo borronear los límites entre el trabajo y la amistad”. De esa manera, explica sucintamente su particular método creativo con los actores no profesionales, que implica obtener del mundo real la materia prima con la cual construir las ficciones. “No hay presión durante los rodajes. Cuando trabajamos juntos nunca existe esa sensación del tipo ‘estoy frente al director’ o ‘necesito actuar’. Ellos, los actores, no van a ser juzgados por lo que están a punto de hacer. Creo que es posible crear un espacio seguro delante de la cámara porque nos conocemos muy bien desde antes de hacer la película. A Swamy Rotolo, que interpreta a Chiara Guerrasio, la conozco desde que tenía nueve años, junto con el resto de su familia. Escribí el primer tratamiento de la historia en 2015, y durante el curso de todos estos años he podido incluir en el guion ciertas cosas de su vida real, de manera que el personaje se convierta en alguien más parecido a ella. Obviamente, a diferencia de Chiara, Swamy no es parte de una familia mafiosa”. A Chiara comienza con una serie de preparativos para una importante fiesta, excusa ideal para presentar a la protagonista junto a algunos de sus familiares directos, en particular su padre, Claudio Guerrasio (Claudio Rotolo), y sus hermanas: Giulia (Grecia Rotolo), la mayor, que está cumpliendo dieciocho años por esos días, y la pequeña Giorgia.
Carpignano ha admitido que la escena de la fiesta de cumpleaños podría haber sido una película en sí misma. En la versión final, toda esa secuencia ocupa sus buenos veinte minutos, transformándose virtualmente en el primer acto completo de A Chiara. Es el momento en el cual el guion transmite la rivalidad amistosa entre las hermanas –el concurso de baile “hasta que quede sólo la mejor” funciona como excelente metáfora–, el amor del padre hacia ambas hijas y el concepto de familia extendida y numerosa que, poco tiempo después, revelará un terrible aspecto desconocido para Chiara. La joven sale a vapear afuera del salón, lejos de las miradas desaprobatorias de los adultos, y el primer síntoma de que algo raro y malo está ocurriendo la invade: unos hombres se acercan a sus tíos y sus primos, el padre abandona de golpe la fiesta. Un par de noches más tarde, el auto de los Guerrasio explota en la calle, frente a la casa, y Claudio desaparece. Se va “unos días” hasta que la cosa se calme. Y Chiara, que tal vez venía sintiendo que su familia no era como las otras, como las de sus compañeros de escuela, confirma sus peores sospechas cuando las noticias aparecen en la televisión y en Internet: Claudio Guerrasio, miembro encumbrado de la mafia calabresa, se ha fugado y es buscado por la justicia. Y, a juzgar por el auto quemado, también por otras personas, menos interesadas en los aspectos legales del asunto. Ni su madre ni su hermana ni sus primos dicen algo al respecto. En el colegio nadie menciona el tema. Es claro que todos saben, pero callan. De esas cosas no se habla. “Luego de vivir en Gioia Tauro por diez años he visto como los padres de algunas familias desaparecían súbitamente para escapar de la ley. He visto arrestos en el seno de ciertas familias. También impactos de bala en las puertas de las casas, como señal de aviso. Lo que más me impresionó es el efecto que la 'Ndrangheta ha tenido en la comunidad, en la gente cercana, a pesar de que no forman parte de ella. Es algo que siempre me fascinó, las ramificaciones que tiene en una familia, en la gente común. Es algo que no ha sido explorado en el cine, ese estilo de vida tan particular”.
Dice Wikipedia que la 'Ndrangheta, fundada hace más de un siglo y medio, en pleno Risorgimento, es una organización criminal cuya zona de actuación predominante es Calabria, y que se ha convertido en el elemento criminal más poderoso de Italia y Europa desde la década del 90. La entrada aclara, además, que si bien se la suele asociar incorrectamente a la mafia siciliana, la 'Ndrangheta opera de modo independiente. Chiara seguramente oyó hablar de la organización, pero ha sido incapaz de relacionarla con los suyos. Los ojos ven pero el cerebro no vincula los hechos; por lo tanto, el corazón no siente. Sin embargo, con el padre en fuga, Chiara quiere saber más. El descubrimiento de una parte misteriosa y oculta de la casa ratifica sus temores y la pone en marcha. Como el niño que descubre que su papá y su mamá le han mentido, está dispuesta a confrontar a la humanidad entera para descubrir la verdad, incluso si en su candor desconoce los peligros que ello trae aparejado. Carpignano sigue a la protagonista de cerca, revelando el coraje pero también las contradicciones de la heroína, rozando ligeramente los ritmos del thriller. El rodaje en fímico aporta a las imágenes, granulosas y táctiles, un tono alejado del hiperrealismo digital. Cuando Chiara decide “bajar” desde la zona acomodada de la ciudad en la que vive hasta el gueto romaní, siguiendo los pasos de uno de sus tíos, reaparece Pio Amato, ya casi un post adolescente, el amigo de una chica a la que la protagonista le tiene cierto encono. Ese detalle en apariencia menor es el disparador de un evento inesperado, un acto desaprensivo por parte de Chiara que, a su vez, terminará catalizando una drástica intervención del estado en su vida. A partir de esa instancia, como en muchas de las películas de los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne, el personaje central deberá debatirse entre dos difíciles y dolorosas opciones. Aunque en este caso no se trata de una toma de decisión ética o moral sino, nada más y nada menos, que de elegir cuál será su destino. La vida a partir de ese momento y durante el resto de su existencia.
Swamy Rotolo, que había interpretado un pequeño papel en La Ciambra –una niña llamada, desde luego, Chiara–, declaró frente a la prensa en Cannes que “lo realmente único de Jonas es su habilidad para formar un vínculo con sus actores, crear una conexión fuerte, entender a la gente. Él siempre comprende mis emociones, incluso cuando no las estoy exteriorizando”. Carpignano nunca imaginó que sus primeras incursiones calabresas terminarían empujándolo a adoptar un nuevo país como lugar de residencia. Tampoco que esa intimidad con los habitantes de Gioia Tauro daría origen a una trilogía de films independientes pero al mismo tiempo cohesionados. En ocasión de la presentación de A Chiara en el Festival de Nueva York, el cineasta confesó que nada de eso estaba planeado, “aunque sonaría mucho más profesional si digo que las tres películas estaban pensadas de antemano. Lo cierto es que es algo que se fue dando a medida que mi conocimiento del lugar iba creciendo. Fue algo natural que la cuestión inmigratoria me llevara a conocer a los romaníes, y el tema de la 'Ndrangheta está íntimamente ligado a la ciudad, forma parte del tejido de la sociedad desde hace mucho tiempo. Lo más importante en las tres películas, sin embargo, es ofrecer un punto de vista particular, el de los respectivos protagonistas, y no intentar un ensayo general del contexto. No conozco Gioia Tauro por leer muchos libros u hojear el periódico, sino a través de la gente”. Al tiempo que Chiara deja atrás la inocencia de la infancia y conoce el verdadero rostro de su padre, el que se esconde detrás de un amor filial sincero pero inevitablemente engañoso, el mundo parece derrumbarse a su alrededor. Es esa sensación de vacío, un miedo hasta ese momento desconocido, lo que quizá permita el nacimiento de una nueva Chiara. La nueva película de Jonas Carpignano es un relato de crecimiento distinto, complejo, duro y conmovedor.