A más de un año de la elección del próximo gobierno y a sólo tres meses de la aprobación del acuerdo con el FMI, ya se concretó la primera minicorrida contra la deuda en pesos, que tuvo como contrapartida un alza en las cotizaciones paralelas del dólar. Ese movimiento se explica porque quienes vendieron sus tenencias de bonos en pesos de la deuda pública (haciendo bajar abruptamente el precio de los mismos), buscaron dolarizarse presionando al alza del tipo de cambio financiero.
Las presiones cambiarias fueron alentadas no sólo por la tardía reacción del equipo económico para intervenir en el mercado de bonos, sino también por una oposición que fogoneó la corrida con advertencias de un futuro reperfilamiento de la deuda en pesos si vuelve a ser gobierno.
Más allá de sus causas puntuales, la reciente corrida deja en evidencia que la firma del acuerdo con el FMI no logró ser una fuente de estabilidad cambiaria. En la previa de su firma, varios economistas, consultoras, empresarios, funcionarios y políticos aterrorizaron a la población con que, de no sellarse el acuerdo, vendrían un escenario catastrófico. De esa manera, desestimaron posiciones que condicionaban la firma a una reestructuración dura, donde se obtuviera una reducción significativa de la carga de esa deuda tanto en el corto como en el largo plazo. Se señalaba que una demora en los pagos con el Fondo daría lugar a un desplome de las cotizaciones de los bonos y fuertes presiones sobre el dólar blue. Un trimestre después de su firma, existe un mal acuerdo junto a las mismas presiones cambiarias que se pretendían alejar.
La supuesta estabilidad que generaría el acuerdo con el Fondo duró sólo tres meses desde su aprobación final por el staff del organismo, el 25 de marzo del presente año. Un efecto demasiado efímero si se pone en balance que implicó la legitimación de la deuda irregular tomada por Mauricio Macri, la aceptación de condicionamientos en el diseño de la política económica y la toma de un nuevo crédito que compromete el futuro hasta, por lo menos, 2032.
El acuerdo no brinda estabilidad cambiaria, ni siquiera en el corto plazo, porque no generó un aporte significativo de fondos frescos. El desembolso inicial de 4334 millones de dólares por la firma del acuerdo es similar a los pagos que se le habían hecho antes de llegar a su firma.
Por otro lado, para el año que viene los vencimientos con el organismo serán superiores a su aporte, mermando las reservas por unos 2347 millones de dólares. El aporte tampoco brinda estabilidad porque mantiene la economía al borde de una cesación de pagos permanente, debiendo aprobar exámenes trimestrales de cumplimiento de metas para recibir desembolsos con que cubrir los vencimientos del viejo crédito.
Al respecto, las metas que en principio calificamos como incumplibles sólo unos pocos economistas y consultoras (entre ellas el CESO), ahora son vistas como inviables por casi todo el espectro de especialistas. Hay que ver que pide el FMI cuando llegue la hora del formal waiver y el acuerdo deba replantearse.
@AndresAsiain