Cuando se nombra a Jonny Weissmuller, enseguida se relaciona su nombre con Tarzán. Pero antes de convertirse en un actor famoso por sus alaridos selváticos, fue un nadador excepcional que logró cinco medallas de oro y una de bronce en los Juegos Olímpicos de París 1924 y Ámsterdam 1928. Con ellas, coronó un registro épico que firmó en 1922: se convirtió en el primer ser humano en nadar por debajo del minuto en los 100 metros.
El 8 de julio de 1922, en Alameda (California), Weissmuller, a los 18 años, detuvo el cronómetro en un tiempo estratosférico para inscribir su nombre en el libro de los grandes hitos del deporte. Con 58.6 segundos superó el anterior récord del mundo (1:00.4) de que estaba en poder del hawaiano Duke Kahanamoku, ganador de cinco medallas olímpicas entre 1912 y 1924.
Nunca antes nadie había nadado tan rápido la distancia reina de la natación. Con la perspectiva actual, su registro puede no parecer tan espectacular. Pero, hace un siglo, fue brillante.
Ahora, el brasileño César Cielo, con un tiempo de 46.91 segundos en piscina 50 metros, y el australiano Kyle Chalmers, con sus 44.84 en 25 metros (Kazán en 2021), son los "récordmans" mundiales de la especialidad.
Desde Alameda en 1922 hasta Kazán en 2021, el récord de Weissmuller fue bajando hasta reducirse en 14 segundos. Los entrenamientos, la nutrición, e incluso hasta el material de los bañadores y los elementos técnicos, ha influido en una baja espectacular de un récord que Weissmuller volvió a batir en 1924, cuando fijó el crono en 57 segundos y 4 décimas.
Los números disminuyeron poco a poco. Diferentes nadadores superaron a Weissmuller a lo largo de las décadas. Alguno, como Mark Spitz, en los Juegos Olímpicos de Múnich 1972, paró el cronómetro en 51 segundos y 22 décimas. Justo coincidió cuando empezaron a utilizarse gorras y gafas en las competiciones.
Pero mientras Weissmuller estuvo en activo, fue el rey de las piscinas. Ninguna evolución técnica pudo con él. A lo largo de su carrera, ganó, además de sus medallas olímpicas, 52 campeonatos nacionales estadounidenses y estableció un total de 67 récords mundiales.
Tarzán, el principio del fin
Nacido en Szabadfalu, parte del Imperio austrohúngaro en 1904 y actualmente Timisoara (Rumanía), emigró con sus padres a Estados Unidos cuando tenía siete meses.
Desde muy joven, aprendió a nadar en las playas del Lago Michigan, donde inició una larga relación con el agua que culminó en 1929.
Su caída a los infiernos llegó, curiosamente, cuando se hizo más famoso. Firmó un contrato con la Metro-Goldwyn-Mayer de siete años que inauguró con "Tarzán de los monos". El éxito de la película fue estratosférico. Tanto, que su estudio no le permitió interpretar a otro personaje que fuera Tarzán.
Weissmuller fue capaz de reproducir su icónico grito de forma natural. Al principio, tres vocalistas diferentes se encargaban de fabricar el aullido de Tarzán. Luego, el antes nadador y después actor, hizo suya su mejor arma interpretativa a lo largo de seis películas.
Sin embargo, aquel grito marcó el final de sus días. Cuando acabó su contrato en la Metro, intentó demostrar que tenía más capacidades interpretativas aparte de sus balanceos en las lianas junto a Jane y la mona Chita. No lo consiguió. Estaba atrapado en su personaje y entre 1948 y 1954 protagonizó una serie llamada "Jim de la selva".
Cuando decidió apartarse de la gran pantalla, invirtió en diferentes empresas sin éxito. Acabó arruinado y con tres divorcios a sus espaldas en quince años.
Al final, se retiró a Acapulco, donde falleció en 1984 en un hospital psiquiátrico. Allí, en ocasiones, llegó a escupir a otros pacientes mientras emulaba el grito de Tarzán por los pasillos.
Su triste final, el de un hombre vencido, no coincide con su exitosos inicios. Weissmuller fue derrotado por la vida cuando nadie pudo con él en el agua. Su legado en la piscina, casi olvidado, merece un reconocimiento al nivel de uno de los más grandes nadadores de la historia. Justo 100 años después de bajar de la barrera del minuto en los 100 metros, Tarzán, un gritón de la jungla, debe dejar paso de una vez por todas a Johnny Weissmuller, un deportista épico, de los mejores del siglo XX.