Luego de un flojo comienzo, el serbio Novak Djokovic no dio lugar para las sorpresas y se metió este viernes en la final de Wimbledon para ir por su cuarto título consecutivo en el Grand Slam inglés.
Fue triunfo ante el crédito local Cameron Norrie por 4-6, 6-3, 6-2 y 6-4 y clasificación a su octava final del certamen sobre césped, donde ya ganó los títulos de 2011, 2014, 2015, 2018, 2019 y 2021 (perdió la final de 2013 ante Andy Murray).
En la definición del domingo se verá las caras contra el "chico malo" australiano Nick Kyrgios, quien llegará descansado ya que no disputó su semifinal debido al abandono por lesión del español Rafael Nadal.
El duelo entra en la categoría de David vs. Goliat, con Djokovic (35 años y 3º del ránking) y sus 20 títulos de Grand Slam de un lado, y Kyrgios (27 años y 40º del ránking) llegando a su primera final de un torneo grande, del otro.
Sin embargo, en el acotado historial entre ambos, el australiano se quedó con los dos enfrentamientos: ambos en 2017 y por sets corridos, en Acapulco e Indian Wells.
Djokovic, récord
El serbio, que acumula 27 partidos seguidos sin perder en Wimbledon, se convirtió a partir de este viernes en el hombre con más finales de Grand Slam en la historia (32), una más que el suizo Roger Federer y que el español Rafael Nadal. Entre las mujeres, tiene por delante a Chris Evert (34) y Serena Williams (33) mientras que igualó a Martina Navratilova (32).
Djokovic no pierde en estas pistas desde los cuartos de final de 2017 y está a un partido de sumar su cuarto título consecutivo en el All England Club, una hazaña a la altura de Bjorn Borg y Federer, que lograron cinco, y Pete Sampras, que se quedó en cuatro seguidos.
Norrie, sol y un estadio en contra
El encuentro ante Norrie (12º) parecía poco más que un trámite para el ganador de 20 Grand Slams, porque el británico -nacido en Sudáfrica, de madre galesa y padre escocés- es un novato en estos partidos y porque hasta hace no mucho era impensable que disputara unas semifinales en Wimbledon y mucho más que tuviera opciones de ganar.
Su choque previo, en las Finales ATP, con un Djokovic que solo concedió tres juegos, fue el más claro ejemplo de la brecha tenística que existe entre los dos, pero el británico, con un público enfervorecido a su favor, se creyó que podía dar pelea.
Los gritos de los ingleses cada vez que Norrie ganaba un punto eran fiel reflejo de aquella final que Djokovic le levantó a Federer en 2019. Se podían contar los adeptos del serbio con los dedos de una mano, mientras que a Norrie le sobraban seguidores.
Con esa atmósfera, Norrie, con la cara llena de protector solar, se aprovechó de un Djokovic desconcertado por el sol y los casi 30 grados de la capital inglesa.
Tras un primer set catastrófico, con 12 errores no forzados y tres saques cedidos, Djokovic, avistando una debacle histórica, se puso la gorra. Gesto a priori anecdótico, pero con el que cambió el encuentro.
Redujo la sangría de errores no forzados (cometió solo 9 en los siguientes dos sets) y se cargó a Norrie, que cumplió los pronósticos y no pudo derribar al seis veces campeón en la Catedral inglesa.
No estaba aún así cómodo el de Belgrado, que se quejó en numerosas ocasiones a su cuerpo técnico, pero tampoco necesitó su nivel más excelso para impulsarse ante su rival. Con un parcial de 18 a 9 le quitó cualquier opción que pudiera tener y ahogó los gritos del público británico, al que le dedicó algunos "besitos" apenas obtuvo el triunfo con su saque.