Roland Orzabal está llorando. Es una noche de sábado en Los Angeles y Tears for Fears va por la mitad de un triunfante show en el Forum, que ya incluyó una descomunal versión del hitazo de 1985 “Everybody Wants to Rule the World” y un eufórico recorrido de “Sowing the Seeds of Love”, de 1989. Pero es la reacción a la nueva canción “Rivers of Mercy” lo que hace que el músico de 60 años aparte sus rulos blancos para secarse las lágrimas. Cientos de voces cantan al unísono mientras las luces blancas de celulares puntúan la oscuridad. No son los únicos ojos húmedos en el lugar. "Con 'Rivers of Mercy' miré al público y casi todos los que veía estaban llorando", explica Orzabal ahora, en una comunicación por video junto a su socio fundador Curt Smith, de 61 años. "Si te concentrás en ellos empezás vos también... ¡y entonces no podés cantar!"

No sorprende que Orzabal considere tan abrumador ese momento de conexión. "Rivers of Mercy" es el centro emocional del reciente album The Tipping Point, el primero del dúo en 17 años. Empezaron a trabajar en 2013 pero eliminaron la mayoría de ese primer material en el huracán que significó la muerte de Caroline, la esposa de Orzábal, en 2017. La pareja se conoció en su adolescencia en Bath y habían estado casados 34 años, de los cuales Orzabal había pasado los últimos cinco cuidándola, a medida que sucumbía a la demencia y la cirrosis causada por su alcoholismo.

"Para mí, 'Rivers of Mercy' expresa dentro del disco el punto en el que parece haber un cambio emocional tendiente a dejar ir las cosas", explica Orzabal con tono suave. "No es fácil, pero es la única manera en que podemos curarnos. Fue escrita en 2020, en un punto de mi vida en el que la furia y la rabia que en cierto sentido había sufrido en forma privada por muchos años, cuando estaba cuidando a Caroline, le dejó paso a este profundo sentimiento de paz."

Cada noche de la gira le recuerda a Orzabal cuántos otros ahí en la oscuridad también sufren penas. "Cuando estamos sintiendo estas cosas pensamos que estamos solos", dice. "Ni siquiera buscamos una conexión, porque a veces no hay palabras. Cuando estaba atravesando todo eso con Caroline pensé que nadie más podía entender, pero los sentimientos son universales. Lo son. Lo que siento yo y lo que sentís vos es extremadamente similar. El truco con la música, creo, es que es el lenguaje de lo indecible. Algunas personas pueden hablar mierda a través de la música, pero nosotros no podemos."

Orzabal deja salir una risa cortés ante la verdad de lo que acaba de decir. Tears for Fears siempre hizo su mejor trabajo escarbando en sus sentimientos más profundos y abriéndose al tema de los problemas de salud mental. "Somos esa clase de típicos ingleses, pero cuando se trata de desnudar nuestra alma no podemos evitar tener esa descarga", continúa. "Lo hacemos desde que éramos pibes. Venimos de un ambiente con cosas como Joy Division, donde de pronto tenés permitido mirarte los zapatos, vestirte de negro y escribir canciones sobre el suicidio. ¡No hemos mejorado! Tuvimos ese resurgimiento pop en el que se lavó todo, lo hizo más majestuoso y más grande y despegó en Estados Unidos, pero en realidad el disfrute de lo que hacemos es contrarrestar los períodos de manía con las cosas más emocionales. Estás llevando a la gente a una montaña rusa, y lo aprecian."

Orzabal y Smith se conocieron de adolescentes en un cálido día de verano en Bath, a mediados de los '70. Empezaron a hacer música juntos en un banda de clubs llamada Duckz, y luego en los revivalistas mod Graduate, que lanzaron único disco en 1980 y se separaron. "Era pura música pop", recuerda Smith. "Lo terminamos dejando porque teníamos verdadero interés en algo que tuviera más profundidad. Nos metimos mucho en la producción, mientras el resto de la banda estaba más interesado en divertirse, tocar en vivo y levantar chicas. Mientras tanto, nosotros escuchábamos a Peter Gabriel, Talking Heads, David Byrne y Brian Eno en los auriculares, preguntándonos '¿cómo hicieron esto?', con lo que nuestros intereses divergieron."

El dúo formó Tears for Fears en 1981, tomando el nombre del trabajo del terapista primal Arthur Janov. El debut The Hurting, que llegó al Nº1 del Reino Unido en 1983, estaba directamente influido por las teorías de Janov sobre el trauma psicológico infantil. Tanto Orzabal como Smith eran expertos en el libro de 1970 The Primal Scream. "Lo habíamos leído y decíamos '¡Dios, esto lo explica todo!'", dice Orzabal. "En el momento lo hizo, esta vieja idea de que tu mamá y tu papá te jodieron. La razón por la que tenés problemas existenciales viene de las cosas terribles que pasaron en tu infancia. Nos volvimos bastante evangelistas del asunto y, cuando estás metido en un sistema de creencias como ese, ponerse a crear se vuelve bastante fácil. De hecho, se vuelve vital. 'Vamos a llevar este mensaje al mundo!' Por supuesto, todos pensaron que estábamos locos. 'Ustedes son muy jóvenes para hablar de esas cosas. Están en la flor de la vida, ¡deberían andar por ahí sembrando las semillas del amor! Pero no, estábamos enganchados."

El segundo disco, Songs from the Big Chair, lanzado en 1985, presentó los hits "Shout!" y “Everybody Wants to Rule the World” y lanzó a la banda en Estados Unidos. A pesar de las encantos del éxito internacional, Orzabal siguió fijado en volverse al interior. "Eramos número 1 en EE. UU., y lo único que quería era ir a hacer terapia primal", recuerda. "Fui a cenar con el tecladista Ian Stanley y me dijo '¿Vos sabés cuánta plata hiciste?' y yo estaba en un estado en el que me importaba un carajo. ¡De verdad me importaba un carajo! Tenía este viaje espiritual que tenía que completar"

En la segunda mitad de los '80, durante la producción del tercer disco The Seeds of Love, Orzabal dejó regularmente las sesiones de grabación para  ir a sesiones de grito primal en una habitación acolchada. "En el pico tuve un terapista hombre y una terapista mujer en la misma semana, porque traían diferentes cosas. Uno es tu papá, la otra tu mamá", recuerda. "Después hice terapia de grupo, que fue absolutamente horrorosa porque había gente que se estaba volviendo literalmente loca." Durante ese período, el padre de Orzabal murió. "Esta profunda reserva de dolor me subió directamente desde el estómago, y estaba temblando, estremeciéndome", dice. "Mi cuerpo pudo aceptarlo porque era suficientemente joven y saludable como para experimentar ese dolor."

Orzabal explica que, a pesar del nombre, la terapia del grito primal tiene más que ver con lamentarse que con gritar, y que su conocimiento de las teorías de Janov le dieron poco consuelo cuando se enfrentó a la declinación y muerte de su esposa. "Con Caroline fueron años de y años de puta locura", explica. "Me convertí en un bebedor. Tomaba pastillas para dormir. Cuando ella se fue, sencillamente no pude hacerlo. Cada vez que se encendía la señal de pena, tomaba algo. Lo echaba atrás. Con lo que no, no ayudó para nada."

Lo que sí ayudó, como siempre, fue la música. En el año que siguió a la muerte de Caroline, Orzabal pospuso una gira internacional con Tears for Fears para enfocarse en su salud e ingresar a rehabilitación. Cuando se reunió con Smith volcaron sus sentimientos en canciones, tal como hicieron en los '80. "Hubo un punto en el que nos separamos un tiempo y mantuvimos nuestra distancia hasta que Roland pudo estar en un lugar mejor", recuerda Smith. "Entonces empezamos a componer de  nuevo juntos y se volvió fácil. Literalmente, cuando volvimos al estudio nos llevó cuatro meses completar el disco, que para nosotros es nada. Eso es porque sabíamos lo que queríamos hacer. La música es una forma de terapia para nosotros, no hay dudas de eso."

Tras sobrevivir a los peores años de su vida, Orzabal dice haber encontrado catarsis en todo lo que desde entonces han hecho, y en el modo en que el público responde, encontrando reflejadas en la música sus propias vidas y tragedias privadas. "No sé por qué tenemos que estar constantemente pasados por la exprimidora para hacer algo de valor, pero tenés que aceptarlo porque, bueno, esa es tu vida"; dice reflexivamente. "Es la manera en la que estás construido. Es lo que pasa cuando Curt y yo nos juntamos, pero vale la pena."

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.