Los tributos, en los casos mejores, suelen ser formas de gratitud, conjuros afectuosos contra la ausencia, reajustes virtuosos de júbilos pasados. Oscar Feldman asegura que irá por ese lado en el que le rendirá a Leandro Gato Barbieri. El sábado a las 23, en Café Berlín (San Martín 6656), el saxofonista cordobés radicado en Estados Unidos desde hace tres décadas evocará la música de uno de los músicos más originales del jazz planetario, el perforador tenaz de estilos que, arisco a las definiciones corrientes, constituyó un estilo en sí mismo. Con Feldman estarán Hernán Jacinto (teclados), César Franov (bajo) y Quintino Cinalli (batería). “Siempre es un privilegio poder tocar la música de un mentor, un inspirador, que además fue un querido amigo”, comenta Feldman al comenzar la charla con Página/12.
“Él y su música abrieron puertas, enseñaron que se pueden tocar distintos estilos y sobre todo, y en eso nos encontramos, militar el amor por las bellas melodías. No importa el lugar de donde vengan, Yupanqui o Steve Wonder, las bellas melodías son vehículo de expresión para improvisar y crear una música de grupo”, continua Feldman. En ese desafío, que incluirá músicas de distintas épocas de Barbieri --entre las que seguramente estará “Último tango en París”--, el saxofonista articuló un cuarteto que no duda en definir de “hermanos de música”. “El cuarteto clásico le queda muy bien al sonido de Gato. A él le gustaba agregar percusión y en este caso contamos con un baterista como Quintino (Cinalli) que sabe mucho de esas cosas. Conozco a estos músicos desde hace mucho tiempo, imaginate que con César (Franov) comenzamos juntos en Córdoba, con mi banda Mousse y después en Los músicos del centro. Hace como treinta años que no tocamos juntos y esta será una buena oportunidad para reencontrarnos”, asegura el saxofonista. El viernes 15, el cuarteto actuará en Cañada de Gómez y el miércoles 20, con Fer Moreno en lugar de Cinalli, en el Cine Teatro Plaza de Mendoza.
Dino Saluzzi, Litto Nebbia, Fito Páez y Juan Carlos Baglietto son algunos de los nombres relacionados a los primeros pasos del Feldman en Argentina. La lista se amplía en Estados Unidos con figuras de la talla de Paquito D’Rivera, Al Di Meola, Alex Acuña, Jeff Tain Watts y Eumir Deodato, y más recientemente el trompetista Alex Sipiagin, el guitarrista Ron Jackson y Jianis Siegel, vocalista de Manhattan Transfer. Se suman a la larga lista también Luis Alberto Spinetta, Hermeto Pascoal, Mark Turner y Carlos Franzetti, que participan de su segundo disco, Oscar e Familia (2009), y el baterista Antonio Sánchez, el bajista John Benítez, el pianista Leo Genovese y el gran Guillermo Klein, que son parte de Gol (2017), su último trabajo en estudio.
El primer disco solista de Feldman, El ángel (1999), cuenta con la participación del mismo Barbieri en el tema que le da nombre. Para el saxofonista cordobés aquel fue el momento culminante de una amistad que se prolongó durante mucho tiempo. “A Gato lo conocí en el ’92, cuando estudiaba en la Berklee y lo fui a escuchar en Boston. Ahí nació una amistad que se prolongó más tarde en Nueva York. A lo largo de 25 años, compartimos muchos momentos, tanto personales como musicales, con visitas en su casa, charlas telefónicas diarias, numerosas cenas y también muchos conciertos”, cuenta Feldman.
En las notas que acompañan la edición en CD de El ángel el mismo Barbieri escribió: “Che amigo Oscar, el coraje moral radica en ver lo que es correcto y ser capaz de llevarlo a cabo con firme resolución, a pesar de la opinión de la mayoría”. “Esas palabras sintetizan su búsqueda, pero sobre todo el goce de toda su odisea musical”, asegura Feldman. “Que haya tocado conmigo en mi primer disco, en el tema que le dediqué, fue un gran momento. Siempre estará en mi corazón ese tema, por su gran significado. Es como haber jugado con Maradona, Messi o Pelé”, enfatiza el saxofonista.
--¿Te interesa más el Barbieri compositor o el saxofonista?
--Es muy difícil separarlos. Lo más importante en la música de Gato no son los temas en sí, sino él tocándolos. Él sabía decir, por ejemplo, “Piazzolla es intelectual, yo no”. Con eso estaba diciendo que prefería despojarse de lo preestablecido. Muchas veces hacía la analogía entre un concierto y un partido de fútbol, en el sentido de que no se sabe cómo pueden terminar, y armaba su música en función de eso. Por esos sus concierto siempre fueron frescos y distintos uno de otro.
--¿Cuál creés que es el legado de Barbieri?
--Diría su sonido, inconfundible. Entre los mejores, Gato ocupó un lugar importante. Fue uno de los grandes saxos tenores en la época en la que en el sello Impulse estaban también Archie Shepp, Pharoah Sanders y John Coltrane. Por supuesto que Coltrane fue su gran influencia, pero lo más interesante es que Gato demostró que es posible desde el jazz atravesar otros estilos, siempre detrás de bellas melodías, como te decía, y llegar a hacer una música con marca propia.
--¿En lo personal, de qué manera te influenció Barbieri?
--En muchos sentidos, pero sobre todo en elegir tocar la música que me representa. Esa capacidad de tocar distintas músicas es una característica de muchos músicos argentinos. Ahí radica la esencia de la visión del músico de jazz argentino. Gato llevó esa ductilidad al límite e hizo de eso una marca inconfundible.