"Aaaatchísss!" Hannah Einbinder, la protagonista de Hacks, tiene alergias. "Plumas, polvo, polen, gluten, lácteos, todos los animales con pelo, césped, frutas con carozo", enumera. Suena como entre aburrida y asombrada a medida que recorre la lista. "Un montón de alergias. Y me estoy olvidando de un par." Un día, mientras filmaba esa comedia feroz, de frases como latigazos que estelariza junto a Jean Smart en HBO Max, la sensibilidad de Einbinder por todo lo que la rodeaba casi la hizo desmayar. "Estábamos filmando en un paisaje exhuberante y ecológico, en una casa construida en los años '20. Era muy polvorienta, y tenían un perro", dice, riéndose mientras resopla como resfriada. "Casi me desmayo. Es bastante molesto, pero estoy acostumbrada. Voy cojeando por el mundo. Pero Jean es una fiera mamá osa. Ella detendrá todo para preguntarme 'Querida, ¿estás bien?' Es muy dulce."
"Querida" no es un término cariñoso que el personaje de Einbinder en Hacks, Ava Daniels vaya a escuchar de la Deborah Vance de Smart en la serie. A menos que esté buscando desmerecerla. Deborah Vance no es del tipo mimoso. Ella es una leyenda del stand up a la Joan Rivers cuyos chistes se están poniendo viejos y cuya residencia en Las Vegas está bajo amenaza. Ava es la reacia guionista de TV veinteañera enviada para insuflar algo de aire a la rutina. Al principio se detestan. Deborah encuentra irritante a Ava, una ingenua diplomada con manos demasiado grandes. Por un tiempo, hace que Ava haga de todo excepto escribir chistes para ella -tener conversaciones con su hija, digitalizar su montaña de archivos, comprar un antiguo pimentero de 10 mil dólares-. En una escena hilarante, Ava saca tanto de quicio a Deborah que la veterana cómica empieza a tirarle amatistas y otros "cristales espirituales" a su nueva empleada. Ava, mientras tanto, preferiría hacer cualquier otra cosa antes que trabajar para esa maniática. La performance de Einbinder es un torbellino emocional, vacilando entre un rostro sin expresión, el abatimiento y el desafío mientras le dice a Deborah: "¡Preferiría trabajar todo el día en el fast food Bang-Bang Chicken and Shrimp antes que estar acá!"
A medida que en la serie se desarrolla el choque de clases -ya está disponible la segunda temporada, luego de que la primera tuviera 15 nominaciones al Emmy y se llevara a casa tres trofeos-, la dinámica de la relación entre Deborah y Ava empieza a emerger. "En nuestra relación real no tenemos nada de esa rudeza que tienen los personajes", dice Einbinder en la comunicación a través de video desde New York. "En realidad Jean y yo somos abiertamente cariñosas, íntimas y cercanas."
Einbinder asegura que aunque tiene más amigos que Ava -"Nada demasiado difícil"-, puede relacionarse con su aislamiento. "En mi carrera a veces me siento sola", dice, habiendo trabajado en el stand up durante años: el de Hacks es su primer rol actoral. "Ava fue una guionista muy exitosa, muy joven, y eso la aisló un poquito. Siento que he en mi carrera he tenido una trayectoria muy rara, y eso también te aísla un poquito."
Einbinder defiende a Ava. Es comprensible, cualquiera amaría ser su amiga. Es pensante y divertida y toma un montón de cerveza. Pero también es narcisista y pretenciosa e intensa. El show ha sido celebrado por estar liderado por mujeres que no adscriben a las genéricas expectativas de simpatía.
"Creo que ni siquiera existe una conversación sobre el grado de simpatía alrededor de los hombres", dice Einbinder. He experimentado la ira de la gente que no ama a Ava y la encuentra antipática. Puede ser online, o solo alguien que se me acerca con una actitud de 'Oh, ¿estás en ese programa? ¿Sos la que hace de esa chica realmente insoportable?"'. Se ríe. Estornuda. "Ahí es donde vuelve muy obvio para mí que vivimos en una sociedad patriarcal con una misoginia internalizada... me enoja porque no soy alguien que alguna vez se levante a la mañana y diga 'soy una mujer cepillándome los dientes, soy una mujer vistiéndose'. No pienso constantemente en mi femineidad. Con lo que, cuando la gente está constantemente recordándome, a través de Ava, que hay una gran diferencia y que las mujeres están sujetas a diferentes standards, me enoja."
Como Ava, Einbinder no está en Twitter. En la serie, Ava se retira tras tuitear una broma poco feliz sobre un político de derecha y su hijo gay. La furia que siguió a eso es lo que la hace terminar trabajando con Deborah, tras convertirse en una paria en la escena de comedia de Los Angeles. ¿Pero por qué Einbinder no tiene cuenta? "Me estaba secando el deseo de vivir", dice. "Mi feed era un verdadero infierno. Soy políticamente de izquierda, pero encuentro que el discurso online está completamente desprovisto de una sutileza que refleje cómo son las cosas. Me enfurece ver cómo un grupo de gente blanca presume de pureza moral como una forma de evadir cualquier responsabilidad por su rol en la sociedad. Me resulta desagradable. Especialmente como judía: hay supremacistas blancos que se la agarraron conmigo. Cada vez que tuiteás algo judío balean una sinagoga, los nazis te van a encontrar. La palabra 'nazi' es fuerte -ellos querrían ser nazis-, pero la gente de derecha te trollea. Me di cuenta de que lo odiaba, no quería estar ahí."
Einbinder creció en una familia muy progresista, liberal, judía y queer. Ella es bisexual, dos de sus hermanas son trans y su abuela era lesbiana en los '60. Su madre es la estrella de Saturday Night Live Laraine Newman; su padre es el ex guionista de comedia Chad Einbinder. "La comedia estaba siempre presente en mi entorno familiar", dice, soltando nombres de toda clase. "Había mucho de un adoctrinamiento subliminal." Se describe a sí misma como "una clásica neurodivergente, niña con síndrome de déficit de atención e hiperactividad, andaba por todos lados... cada mes podía haber algo nuevo que luego se apagaba." En la secundaria fumaba porro y cuando empezó en la Chapman University de California le faltó dirección. Anduvo años con "una dosis muy alta" de Aderall, el medicamento para tratar el síndrome, pero dejó de tomarlo abruptamente para improvisar en la universidad. Descubrió que nunca se había sentido más libre.
En primer lugar, nunca se había acercado naturalmente a la improvisación. "Tengo la teoría de que al estar tan fuertemente medicada durante la mayoría de mi adolescencia, mis caminos neuronales estaban curvados de manera que me hacían estar mucho dentro de mi cabeza", dice. "El Aderall me metió hacia adentro y el porro me puso neurótica y con demasiadas vueltas mentales y obsesiva con todo lo que había dicho o hecho. Podía estar pensando constantemente si aquello estuvo equivocado, si estuvo mal. Con lo que la improvisación se me hizo muy difícil porque tenés que ser muy libre y decir lo primero que te aparece en la mente". A dos años de estar en la universidad, la comediante Nicole Byer visitó al equipo de improvisación, en busca de alguien que abriera su show. Eibinder fue por ello y "nunca miré atrás". Luego de graduarse se enfrentó a micrófonos abiertos al público cada noche y construyó una carrera como standapera. En septiembre hará presentaciones en el Soho Theatre de Londres. "No sé por qué, me preocupa más el público inglés", dice riendo. "Quizá porque generalmente creo que son más listos."
El estilo de comedia de Einbinder le trajo muchos elogios en Estados Unidos. The New York Times definió a su show "precoz y equilibrado" cuando se convirtió en la comediante más joven (23 años) en presentarse en The Late Show with Stephen Colbert. La revista Vulture señaló que "tiene un encanto refrescamente absurdista". Pero como cualquier comediante, no es ajena al hostigamiento. "Me han gritado cosas realmente groseras estando en el escenario, con lo que creé una especie de caja de herramientas para cada posible situación que se pueda presentar", dice. "Me sacudí el polvo y dije 'Bueno, ¿cómo hago para asegurarme de que esto no vuelva a suceder?' Y ahora estoy lista. Tengo un par de respuestas en el stock si me gritan por ser judía, o por queer, o por ser mujer... tengo algunas cosas que pueden destruir a alguien", se ríe. "Esas las tengo bajo candado. Pude crear una piel más gruesa pero también sigo siendo muy sensible. El núcleo de todo performer es increíblemente blando."
Uno de los episodios de Hacks hace foco en el acoso sexual que tiene lugar en los clubes de comedia. "He escuchado más por amigos que lo que vi en persona, porque aparecí en la comedia en un mundo post MeToo", señala. "En Los Angeles, el movimiento MeToo realmente provocó temor en las mentes y corazones de los hombres, y adoro absolutamente que haya pasado eso."
¿Y qué impacto piensa que la cultura de la cancelación puede tener en la comedia? "No creo que la cultura de la cancelación sea lo que la gente piensa que es", dice. "Cualquiera que ha sido 'cancelado' está trabajando nuevamente, especialmente hombres. Incluso Bill Cosby está libre. También creo que internet no ayuda mucho cuando estamos hablando de algo que requiere sutileza. La gente está siendo limitada por primera vez en la historia y creo que en última instancia eso ya es algo bueno. Pero no todas las ofensas son iguales y las estamos tratando como tales, lo cual está mal."
Tampoco tiene tiempo para comediantes que castigan a las minorías con sus chistes. "Hay un montón de matones que crecieron y se convirtieron en comediantes, y simplemente están continuando en eso de hacerle bullying a las personas. No tienen el deseo de elaborar, pensar, echar luz sobre las cosas, solo quieren causar caos o ser lo que creen que es 'atrevido' pero en realidad es una ofensa. Siempre existirán y si no te gustan, no los apoyes. No compres sus tickets."
Habiendo crecido entre comediantes, Einbinder nunca estuvo tan encendida con convertirse en actriz, pero fue alentada por su management a empezar a hacer audiciones. Entonces apareció Hacks. "Realmente no hay manera de subrayar cuánta escoria hay ahí fuera", dice. "No fue hasta Hacks que pude ver las posibilidades que existen en la televisión."
Sus padres son sus críticos más rigurosos. Lo corriente en su familia siempre fue si podés o no podés hacer reír a alguien. "Es nuestro sistema de valores, es nuestra religión, realmente es todo", dice, y agrega que sus padres acostumbraban llamarla "la lechera", porque si conseguía una risa podía ordeñarla todo lo posible hasta que dejara de ser graciosa.
Entonces, ¿les gusta Hacks? "Lo aman. Realmente lo aman", asegura. "Y juro que si no fuera así lo escucharía de ellos mismos. Cuando no lesgustó un chiste siempre me lo dijeron. Pero no son de esa clase de padres que te dicen algo como 'no me gusta cuando te cosificás, querida'. Es más del estilo 'Notas sobre por qué este chiste es malo o poco original'". Estornuda de nuevo. "Duele, pero de algún modo me hizo mejor."
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.