Cuando en 1991 explotó la burbuja financiera del sector inmobiliario en Japón, quedó claro que se terminaba un círculo virtuoso de crecimiento económico llamado “el milagro japonés” -un éxito que no es milagro y tiene explicaciones entendibles-, el cual había colocado a la isla como la seguda economía mundial. En 1989, treinta y dos de las 50 empresas más grandes del mundo por capitalización, eran japonesas, mientras que en 2018 solo quedaba una: Toyota. Hasta hoy, el país no ha podido recuperarse y una de las razones de ese fracaso, fue el intento de superar el estancamiento con la Abenomics -anglicismo inspirado en las Reaganomics-, la política económica de Shinzo Abe.
Keynesianismo a la japonesa
Abenomics arrancó como unapolítica economica heterodoxa , ya que Estados Unidos nunca obligó a sus aliados cercanos a China a la ortodoxia porque los necesita fuertes económica y políticamente. El país adolecía de deflación y sufrió un gran maremoto y el accidente de Fukushima en 2011. Por un lado, se emitieron yenes en cantidad intentando aumentar la inflación. Y con ese dinero elevaron la inversión pública para estimular el consumo en medio de un fuerte endeudamiento estatal con déficit fiscal. En paralelo, Abe avanzó en privatizaciones y flexibilidad laboral y redujo la cotización del yen para promover exportaciones. El relativo retorno al keynesianismo no dio los resultados esperados. Y si bien el índice de desempleo cayó a su mínimo histórico -2 por ciento- se produjo una precarización laboral inédita, convirtiendo al 35 por ciento de la mano de obra en trabajadores temporarios con menores sueldos trabajando un exceso de horas, para ser luego descartados. Abe terminó volviendo a la ortodoxia neoliberal al reducir los impuestos y aportes patronales, mientras fue subiendo el IVA del 5 al 10 por ciento, desestimando el consumo. Todo esto rompió un pacto social medular de la sociedad posguerra y aumentó la tasa de suicidios a niveles escalofriantes.
Entre 2012 y 2020 el PIB creció moderadamente -1 por ciento anual- al igual que las exportaciones, lejos de los objetivos planteados. Y la economía comenzó a contraerse otra vez. Incluso fracasaron en aumentar la inflación al 2 por ciento promedio. Las consecuencias económicas de la pandemia determinaron el fracaso final de las Abenomics. Y Shinzo Abe presentó su renuncia en agosto de 2020.