“Es una novela de amor, no color rosa sino color tierra”. Eso dijo alguna vez María Elena Walsh sobre la primera novela de Sara Gallardo, Enero, publicada en 1958. “El protagonista real es el amor adolescente, fracasado y absurdo. La desesperación de una criatura, su doble desamparo como mujer y como desposeída”. La directora Analía Fedra García decidió llevar ese texto literario al espacio escénico junto a la actriz Vanesa González. La obra se estrena este domingo a las 20 en El Extranjero (Valentín Gómez 3380).
-¿Por qué esta novela de Sara Gallardo?
Analía Fedra García: -A mí me gusta la literatura en general, entonces siempre estoy buscando autores que no conozco, curioseando. Cuando encontré Enero, me sorprendió. No sabía de qué se trataba, en realidad la compré por Sara Gallardo. Me fascinó no sólo por todas las facetas que tiene la historia sino también por cómo lo cuenta. Ella tenía 27 años cuando la publicó y me parece de una gran madurez y profundidad porque puede ver a las personas tratando de comprender las distintas subjetivas.
-¿Cómo te sumaste a esta propuesta desde la actuación y de qué manera te vinculaste con la literatura de esta autora?
Vanesa González: -Ana fue quien me acercó a Sara Gallardo. Conocía su existencia pero nunca había leído sus materiales. Fue una puerta enorme a su literatura y a su modo de escribir, me siento muy conmovida en relación a su vínculo con la observación. Es una autora que hace como un efecto lupa cuando observa, y escribe desde ese lugar. Esto hace que por momentos algo que es sumamente emotivo o profundo o conmovedor tenga una imagen muy determinada. Ella hace zoom sobre su personaje, lo saca de ciertas situaciones y lo lleva a otros lugares como si fuera una imagen, se sumerge en lo profundo de su persona. Eso me conmueve mucho.
Esta es la primera vez que González encara un unipersonal y confiesa: “Tengo unos nervios que no te puedo explicar, pero es algo que me excita bastante. Por suerte trabajar con Ana es sentirse acompañada permanentemente y lo agradezco. No es menor. Creo que para animarme a hacer este texto, que no tiene una forma teatral en su origen, me apoyé mucho en su mirada y en el modo que tiene Sara de escribir a partir de la observación. La propuesta de Ana apuntaba a generar una experiencia cercana para el público, porque con estos materiales corremos el riesgo de que se vuelva una cosa muy literaria y se distancie mucho del espectador que nunca leyó a Sara”.
Enero aborda problemáticas complejas como el abuso o el aborto, pero lo hace bajo las formas poéticas. González participó recientemente de un proyecto como Jauría (de Jordi Casanovas), que también toca un tema sensible: el caso de violación grupal a una joven de 18 años conocido como “La Manada”, ocurrido en España en 2016, aunque en esa propuesta se optaba por una mirada más documental. Con respecto a esa coincidencia, la actriz señala: “Tiene un plus hacer lo que nos gusta y hablar de algo que nos interesa, siempre cambia un poco la cosa y se vuelve algo con un doble sentido. Cuando llegan trabajos en los que una tiene que hablar de ciertas urgencias que estamos viviendo como sociedad, el resultado se ve atravesado por creencias, emociones, objetivos, tareas”.
-En la novela original prima ese cómo. La palabra “aborto”, por ejemplo, aparece recién hacia el final. ¿Cómo trabajaron el abordaje de este tema?
AFG: -Lo que a mí me gusta y me parece revelador en Sara es que siendo un texto de hace 70 años es sumamente actual. Es la primera novela argentina que toca el tema del aborto sin juzgar a nadie, más bien presenta una problemática: tenés que tomar lo que hay con toda su complejidad. Las obras que se vuelven demasiado pedagógicas en el tratamiento de estos temas me distancian bastante como espectadora. Esto es algo muy personal, pero en general me interesa mucho más una obra como esta que te hace preguntas y te interpela. En generaciones anteriores de mi propia familia hubo algún caso de abuso y es como que no se habla de eso porque ya pasó. “Hay que perdonar porque el vino es el vino”. Algunas frases de la novela parecen haber resonado con mucha naturalidad en otras generaciones.
VG: -Más allá de las cosas que le pasan a Nefer o quiénes participan en su problemática, la autora deja en evidencia el contexto: las personas que miran y no miran, que acompañan y no acompañan. ¿Adónde miran que no ven lo que está pasando? Hay algo de ese entorno que parece ser ciego ante lo que está viviendo esta chica: el abuso, el casamiento. Sara pone en evidencia ese silencio, esos ojos que deciden mirar para otro lado. Esto me parece muy potente en la obra y creo que puede crecer.
Pero en Enero hay muchas otras capas que dan cuenta de la profundidad de Nefer, la protagonista que sufre una violación en la boda de su hermana y queda embarazada, que intenta hacerse un aborto con la curandera del pueblo pero no puede decir las palabras como si se tratara de una maldición, y termina casada con su abusador por imposición de la patrona. “Los patrones y los policías tienen ideas parecidas”, escribe Gallardo. Hay otras dimensiones que las creadoras decidieron explorar: el vínculo con la naturaleza, el imaginario del campo o las figuras masculinas en relación a la sexualidad y el amor romántico (el Negro, con sus dientes blancos y su cuchillo de plata, simboliza la fantasía adolescente y el amor no correspondido de Nefer; Juan, por otra parte, representa un tipo de afectividad diferente).
“Nefer encuentra refugio en la naturaleza y en la obra lo trabajamos bastante: los árboles, su caballo, son las únicas cosas que la reconfortan. Ese amigo secreto que la acompaña es la naturaleza, el paisaje que la ancla a la tierra”, destaca García. Y con respecto a la dimensión afectiva, González señala: “Me parece interesante cómo aparece el despertar sexual y, por otro lado, una forma del amor. Juan, por ejemplo, es alguien que ella no atiende emocionalmente, una forma de amor que ella todavía no transita o no conoce. Y el personaje del Negro con todo eso del cuchillo, el sonido, lo fálico, los dientes, es alguien que parece ablandarla, muchas veces dice que está vuelta trapo, describe lo que le pasa en las piernas cuando lo ve. Hay algo muy rico en relación a la sexualidad y el amor, a cómo esas dos cosas parecen estar separadas en ciertos momentos de la vida”.
Cuando se les consulta por el rol del teatro en este tipo de abordajes, las dos coinciden en la preferencia por aquellas obras que las desafíen y las lleven a preguntarse cosas que antes no se habían planteado para “poder comprenderlas no sólo racionalmente sino a partir de una conexión entre lo racional, lo emocional y lo humano”.
* Enero puede verse los domingos a las 20 en Teatro El Extranjero (Valentín Gómez 3380). Localidades por Alternativa Teatral.