El partido se resumió en una simple y clara cuestion de actitud. San Lorenzo puso la energía, las ganas y la intensidad. Jugó como lo demandaba un clásico. Y ganó 2 a 1. Con más empuje que fútbol. Boca, en cambio, no puso nada. Por el Nuevo Gasómetro pasearon su sombra y sus conflictos. Desmotivado, apático, confundido y nervioso perdió como si la mente y el espíritu todavía estuvieran atrapados en los episodios de su semana negra. San Lorenzo fue lo que puede ser y celebró su primer triunfo de local en lo que va del año luego de siete empates y tres derrotas. Y su primera victoria luego de catorce clásicos antes equipos grandes. Boca sufrió su tercera derrota al hilo y la cuarta en lo que va del campeonato. Un campeonato que si pudiera, quisiera terminar ya mismo.

Rubén Insúa, el técnico sanlorencista, armó un esquema simple: lo dejó venir a Boca hasta la mitad de la cancha, allí lo presionó y cuando recuperó la pelota, salió rápido por los costados. Giay y Cerutti por la derecha y Fernández Mercau y Barrios por la izquierda armaron sociedades eficaces que le permitieron llegar al área boquense. Y marcar sus goles: a los 37 minutos del primer tiempo, Giay conectó un rebote largo que dio Rossi y anotó el empate. Y a los 9 minutos del segundo, Cerutti le ganó las espaldas a Advíncula y a Zambrano, sacó el centro desde la izquierda y Bareiro, solo dentro del área chica, batió a Rossi con un cabezazo. Pudo haber aumentado a los 28 minutos del complemento cuando Rojo pisó a Braida en el área y el árbitro Espinoza dio penal con el respaldo del VAR. Pero el remate de Bareiro se fue al lado del palo derecho. 

Lo de Boca fue tan pobre que de lo único que se hablará en la semana será del abrazo que Rojo le dio a Izquierdoz tras haber marcado de cabeza el primer gol de la tarde. Fue una clara señal de respaldo al capitán que mandaron al banco de los suplentes. Y de desacuerdo con la decisión que tomó el nuevo técnico Hugo Ibarra. Por lo demás, la actuación fue irrescatable. No hubo funcionamiento colectivo que respalde el bajón de las individualidades ni estas disimularon la inexistencia de una idea de juego. 

Boca arrancó con un 4-3-1-2 con Romero de enganche y Villa por la derecha. Pero como no funcionó, de vuelta para el segundo tiempo, Ibarra cambió a un 4-4-3 con Romero a la derecha y Villa a la izquierda. Y como tampoco anduvo, hizo entrar a Zeballos y a Orsini por Ramírez y Varela y armó un 4-2-4 con Romero y Pol Fernandez de doble cinco y Orsini detrás de Benedetto que se entregó sin luchar y casi no tocó la pelota. Boca dio la sensación de un equipo vacío. No hubo fútbol, ni siquiera ganas. Esa es la sensación que entregó.