En el fútbol, la confianza es un valor que cotiza en oro. Por eso el triunfo del viernes temprano ante Brasil es significativo, porque le da al plantel una inmejorable inyección anímica. Se derrotó al Scracht invicto en la etapa de Tité, a la mejor selección del mundo en la actualidad, al único clasificado para estar en el Mundial de Rusia 2018, al rival que los argentinos le queremos ganar en cualquier deporte. A pesar de que hayan estado ausentes Neymar, Marcelo y Alves, entre los más renombrados. Lástima que la victoria haya llegado cuando está tan lejos el partido por los puntos frente a Uruguay, por las Eliminatorias, el 31 de agosto próximo.

Más allá del resultado a favor, hay otros aspectos del debut de Jorge Sampaoli que invitan al optimismo. Como la evidente capacidad de Angel Di María para explotar sus mejores recursos en los distintos esquemas que probó el flamante técnico dentro de los 90 minutos. El jugador del PSG mostró su habitual despliegue físico, su velocidad y habilidad desequilibrantes, pero les agregó concentración y compromiso para participar del andamiaje defensivo. Su déficit, su falta de claridad a la hora de la puntada final.

También se precisa resaltar el espíritu combativo de Gabriel Mercado. El ex River puede ser superado en velocidad o no ser el más dúctil a la hora de salir desde abajo. Sin embargo, nunca baja los brazos. Se rehace con facilidad de los errores en la última línea propia y es un dolor de cabeza en la de enfrente, por su tozuda búsqueda del gol, a pesar de que su posición en la cancha lo limita y a veces sólo puede llegar con las pelotas paradas. Esa entrega sin límites debe hacerse un sello de un equipo que en etapas anteriores se ha mostrado depresivo.

Fue interesante ver en acción a jugadores del medio local muy pedidos. Maidana, Gómez, Tagliafico. Los tres estuvieron a la altura de las circunstancias. El defensor de River tuvo que bailar con la más fea, ya que le tocó marcar a Gabriel Jesús. Perdió más de lo que ganó, porque la idea de Sampaoli obliga a los defensores a adelantarse casi hasta la mitad de la cancha, proponiendo mano a mano en el cual la velocidad del que defiende debe ser su principal virtud. No la tiene Jonatan Maidana, por eso sufrió cada vez que los brasileños lograban combinar lanzados en carrera.

José Luis Gómez debió pararse como carrilero por la derecha, en una función similar a la de Di María. Nadie objeta que tenga las capacidades para desarrollarla, algo que muestra en su claridad para pasar la pelota. En el camino perdió la sorpresa que tiene en Lanús viniendo desde la última línea. Pero su adaptación será un proceso. Su reemplazante, Nicolás Tagliafico, entró en el complemento, cuando Brasil desbordaba por todos lados. Sampaoli recurrió a él buscando soluciones en defensa, y el futbolista de Independiente cumplió, más allá de esa pelota perdida en campo propio que propició un peligroso contraataque.

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Angel Di María fue uno de los que mejor respondió a los esquemas ensayados por Sampaoli.

Esclavo del resultado

Los escasos ocho días de trabajo de que dispuso Sampaoli para preparar el amistoso, con jugadores que demoraron sus vacaciones para estar en al menos uno de estos dos compromisos y otros que enfrentan el final de temporada, requieren ser cautelosos en el análisis de los déficits. Tal vez el peor haya sido privilegiar el sostenimiento de un resultado positivo. Eso fue lo que hizo la Selección en el complemento. Cedió el protagonismo, se refugió en su campo, y ni siquiera encontró oportunidades para el contraataque. El partido, explicó el técnico, era una prueba, un ensayo de cara al cotejo por las Eliminatorias ante Uruguay. En esa tesitura, ganar o perder debería dar lo mismo. No parecía que Sampaoli privilegiara la prueba cuando en el último cuarto de hora le pedía a Messi que aguante la pelota. Además, todos los cambios fueron en la dirección de conseguir solidez del medio para atrás y ninguno para arriesgar a tener una chance de gol. Y la verdad, Brasil mereció mucho más que la derrota que se llevó.

Otro aspecto del equipo que despierta alarma es la dificultad para generar sociedades. Es cierto que la aparición de éstas demandan trabajo, minutos compartidos. Por eso es seguro que lo mejor del tándem Messi-Dybala está por venir. Pero ante Brasil no aparecieron los buenos encuentros que solía proponer Banegas con Lío o con Di María, amén de que Higuaín fue otra vez un futbolista condenado a la soledad. Correa intentó otra cosa, pero debutaba, y es obvio que le falta conocimiento con sus compañeros.

Es evidente que Sampaoli deberá hacer correcciones. Quiere jugar mano a mano en el fondo, pero los centrales elegidos son pesados y les cuesta recuperarse. Tal vez se solucione con la promesa del líbero a lo Gary Medel en la selección de Chile, rol aparentemente reservado a Javier Mascherano. Pide intensidad, aunque Biglia-Banega conforman un doble cinco muy posicional. Encontró un carrilero ideal en Di María, pero no aparece uno tan claro para ir por derecha. No es menor la necesidad de encontrar ese nueve que tenga la contundencia que hace rato le falta a la Selección.