El posguzmanismo comenzó, desde lo político, con el pie derecho. En tan solo una semana, el funcionamiento interno del Frente de Todos logró los avances que no tuvo en los últimos seis meses. Desde principios de enero, Alberto Fernández y Cristina Kirchner no coordinaban las acciones de gobierno. La renuncia del exministro Martín Guzmán, el llamado del Presidente para discutir su reemplazo, los cónclaves posteriores en Olivos y la preocupación por los cimbronazos económicos, los empujó a barajar y dar de nuevo. “Sin rencores”, dijo al pasar CFK en Santa Cruz. Sumó a la concordia que el sueño de una reelección presidencial se esté disipando. Bajo la incipiente normalidad, las pautas para una convivencia menos traumática ya fueron delineadas. Las diferencias sobre el modelo económico aún persisten, más allá del consenso en torno al arribo de Silvina Batakis a la cartera económica. Tampoco hay coincidencia en si profundizar o no los cambios en el Gabinete. Desde el kirchnerismo aseguran que es cuestión de tiempo. En Casa Rosada lo descartan. La vertiginosa reconstrucción de la coalición de gobierno entusiasma al grueso de la dirigencia oficialista, al tiempo que reza para que no colisione en la primera curva. ¿Hasta cuándo durará la tregua?
Los discursos en El Calafate y San Miguel de Tucumán dieron cuenta de una nueva etapa en la conducción de la alianza. “Yo no renuncio a mis ideas y no le voy a pedir a nadie que renuncie a las de ellos, pero tenemos que encontrar un punto en común”, subrayó el viernes Cristina Kirchner, convocando a un gran acuerdo político. “Debemos comenzar a construir puentes”, correspondió ayer Alberto Fernández, confirmando la sintonía. La negociación de Guzmán con el FMI había terminado de saturar, a comienzo de año, el diálogo entre el Presidente y la vice; su "intempestiva" renuncia permitió reabrirlo. En siete días, los máximos referentes de la coalición gobernante conversaron una vez por teléfono y se vieron dos veces cara a cara en la residencia presidencial. Un evidente progreso comparado con los tres meses de incomunicación. El encuentro de dos horas que tuvieron el miércoles por la tarde junto a Sergio Massa fue desmentido por los voceros de los tres protagonistas. El hermetismo pactado es la condición sine qua non que planteó la expresidenta para ponerle fin a las recurrentes filtraciones en los medios de comunicación. De ahí que se hayan conocido a cuentagotas los detalles de las conversaciones. Consensuar una bajada de línea única, focalizar los esfuerzos en frenar las turbulencias económicas y brindar un amplio respaldo a la figura de Silvina Batakis, fueron los puntos básicos acordados.
Todos contra Guzmán
Haber restablecido los puentes internos, hasta el momento, alcanzó para designar a la nueva ministra de Economía. También para ratificar en el cargo al secretario de Energía, Darío Martínez. “Otra pulseada que ganó Cristina”, afirman en el Instituto Patria. La cabeza de Martínez había sido pedida por Guzmán el jueves previo a su renuncia. Asimismo, tener el control de la mesa de dinero del Banco Central. Las diferencias con su titular, Miguel Pesce, sobre cómo atacar la corrida cambiaria eran agudas. Ambos reclamos fueron formulados al Presidente en el encuentro que tuvieron el jueves. Sin esos cambios, advirtió el funcionario, "se vería obligado a tomar la decisión más difícil de su vida". El exministro se fue de la reunión con la promesa de que el viernes habría novedades en Energía y el sábado una reunión por el Central. Ninguna de las dos cosas sucedieron. La falta de resolución y la incomunicación en los días siguientes, terminaron por concretar una salida que estaba decidida hacía tres semanas.
“Fue un irresponsable”, sentenció CFK desde el frío patagónico. “Hay cuestiones de responsabilidad institucional que recomendaban que hubiera ocurrido de otro modo”, agregó Fernández en el acto por el Día de la Independencia. Sin mencionar al Presidente y ubicándolo en el lugar de víctima, Cristina aludió a una “traición” e “ingratitud” por parte del exfuncionario. En Casa Rosada coinciden con esa lectura y no se la perdonan. “Martín sabía que la corrida cambiaria no había terminado, no se puede ir así”, indicó un funcionario que el jueves a la noche y el viernes a la tarde estuvo con él y asegura no haber recibido ninguna advertencia. Así, las diferentes tribus del oficialismo confluyeron en sus críticas a Guzmán. Desde el entorno del discípulo de Joseph Stiglitz respondieron a los cuestionamientos, al señalar que entre el aviso al Presidente –sábado al mediodía– y la publicación en redes sociales–sábado a las 17.47 PM– pasaron horas en donde nadie del Gobierno promovió otro tipo de salida. A su vez, destacaron que Fernández y Guzmán estuvieron en contacto el domingo para discutir a su reemplazante. "Lo ayudó en la transición", añadieron.
Cambios en el Gabinete
Tras la salida del exministro de Economía, sumada a la de Matías Kulfas (Desarrollo Productivo), Cristina Kirchner dejó en claro que no se hacía cargo de una nueva dimisión. “No vengo a revolear ningún ministro”, ironizó después de una semana en donde los memes la responsabilizaban de la renuncia del premier británico Boris Jonhson y todo su gabinete. Sin embargo, más allá del alto al fuego, en el oficialismo saben que la tensión con los dirigentes de los movimientos sociales no se diluyó, en especial con el secretario de Economía Social, Emilio Pérsico, a quien quieren afuera de la gestión. En el debate por los planes sociales, en Balcarce 50 coinciden en que “hay que reemplazarlos por trabajo formal”. Por el contrario, no ven viable establecer un salario básico universal para 7 millones y medio de personas por el costo fiscal que representaría (1,8 por ciento, en términos brutos), incompatible con las metas acordadas con el FMI. Ante las presiones del dirigente social Juan Grabois, la portavoz presidencial, Gabriela Cerruti, anticipó que no se avanzará con la medida y la vicepresidenta, que había destacado el proyecto la semana pasada, en esta ocasión, evitó mencionarlo.
Un tema irresuelto, por ahora, es el reclamo de mayores cambios en el gabinete. Fuentes cercanas al Presidente evalúan que no hay demasiado margen. Explican que, por ejemplo, reemplazar al ministro de Trabajo, Claudio Moroni, –apuntado asiduamente– “sería comprarse un problema con la CGT” en un momento clave para contener a los trabajadores. Con una lógica similar, pero menor firmeza, señalan que cambiar al Jefe de Gabinete, Juan Manzur, implicaría “entrar en conflicto con los gobernadores” que lo respaldan. De esa forma, aseguran que no habría mayores modificaciones. En el kirchnerismo, en cambio, alegan que si bien es necesario dejar pasar un tiempo para que Batakis se acomode en el cargo, consideran indispensable el ingreso de un funcionario que garantice una coordinación más aceitada entre los ministerios de Economía y Desarrollo Productivo, la AFIP y el Banco Central. El nombre de Sergio Massa resonó fuerte la última semana. El líder del Frente Renovador estuvo con el Presidente en seis de los últimos siete días, incluido el acto de ayer en Tucumán. Las versiones sobre su incorporación al gabinete, aunque muchos lo niegan, todavía siguen vigentes. Una oportunidad que el tigrense espera.
La carrera al 2023
Las aspiraciones de reelección que Alberto Fernández dejó trascender en distintas oportunidades hoy parecen lejanas. El kirchnerismo confía en que, condicionado por los altos niveles inflacionarios –las consultoras ya hablan de 80 por ciento para este año– y la consecuente caída del poder adquisitivo, finalmente no buscará un segundo mandato. Según el último informe de la consultora Analogías, el Gobierno exhibe un apoyo del 38 por ciento, aunque la imagen positiva del Presidente ronda el 33 por ciento. Es la cifra más baja desde que asumió y se explica, en gran medida, por la desaprobación a la gestión económica; una realidad muy distante al 78 por ciento de aprobación que cosechaba el Gobierno en marzo de 2020. De ahí, que descarten su participación el año que viene.
En paralelo, algunos gestos de Cristina Kirchner alientan las especulaciones sobre una posible postulación y el operativo clamor irá in crescendo a medida que se acerque el 2023. Un eventual triunfo de Lula da Silva en Brasil potenciará las expectativas en nuestro país. Queda aún un sinuoso camino por recorrer. La vicepresidenta sabe que su destino y el de Todos dependerá indefectiblemente de la suerte que corra la gestión de Fernández en los próximos trece meses. En suma, entiende que no hay más tiempo para perder.