La gesta histórica coronada el 9 de julio de 1816 viene a completar un periodo revolucionario que tuvo su inicio en mayo de 1810 con los primeros albores de una incipiente patria independiente.
Claro que todavía aquel primer grito de libertad lejos estaba de ser homogéneo en el territorio que pretendía independizarse de la corona española. Inclusive, al interior de los congresales de Tucumán había grandes disputas de poder, intereses y direcciones políticas a seguir.
En este contexto, la provincia de Salta, que se encontraba relativamente cerca del sitio donde se llevaba adelante la reunión de julio, debía seguir sosteniendo la frontera norte, frenando los avances realistas, así como también lidiando con pujas internas que irían en desmedro de la resistencia al invasor.
La Salta de aquellos días
“Salta para ese momento no era una ciudad tan pequeña. De hecho posee un protagonismo especial para la época ya que se termina de consolidar como centro comercial”, comienza a contextualizar la historiadora Bárbara Aramendi. “Al haber también un crecimiento en la extracción de plata en Potosí, se revitaliza el comercio y eso Salta lo aprovecha mucho ya que es el lugar en donde se invernan las mulas. Salta es centro de invernada de mulas: se compran en Córdoba, en Santa Fe y en Buenos Aires, se las trae chiquitas y en Salta pasan un tiempo, crecen y ahí pasan al Alto Perú. Entonces esta situación beneficia a los comerciantes a instalarse en la ciudad”.
Aramendi agrega: “Es un momento de mucho movimiento, con un importante crecimiento económico, sumado a una expansión de la frontera hacia el este, ya que empiezan a crecer las estancias que crían otros tipos de ganado. Entonces es un momento económicamente bastante importante para la región”.
En este contexto de prosperidad, gracias al comercio revitalizado por la estratégica ubicación geográfica salteña y por sus climas favorables para el comercio de la época, también aquella ubicación estratégica, coloca al territorio en una contante disputa bélica, “así es el momento en el que encuentra la revolución a Salta”.
Güemes gobernador al servicio de la causa
Para 1816 el proceso revolucionario se encuentra en franca aceleración. Los seis años transcurridos desde el mayo revolucionario en 1810 hasta julio de 1816, van consolidando una férrea idea de independencia. “En Salta para 1816 encontramos un Güemes gobernador. Él ya en 1814 empieza a descollar, tiene mucha fuerza, mucha ascendencia entre los milicianos y también cierto poder político”.
“No es que está todo calmado y en el medio se hace este Congreso, la situación es bien conflictiva. Durante todo el proceso, pero puntualmente en 1816, hay asonadas realistas que están latentes amenazando con volver a entrar a Salta. Incluso, mientras se desarrolla el Congreso de Tucumán, Güemes en algún momento se traslada a Jujuy porque la amenaza es muy fuerte”, subraya la historiadora salteña.
A los embates del poder realista también se le suman las pujas internas. Muy cerca de la reunión en Tucumán, Güemes en su propio terruño tiene que enfrentar a José Rondeau, el cual luego de perder la Batalla de Sipe Sipe, pretende desarmar al líder salteño, “esto sucede con el fin de que no se crearan nuevos jefes del estilo de Artigas, esta vez en el norte”, comenta la historiadora resaltando que los esfuerzos de Rondeau resultan en vano ante el fuerte liderazgo de Martín Miguel de Güemes sobre las milicias salteñas.
En medio de todo este conflicto, la declaración de la independencia parece más un intento por ordenar y empujar hacia adelante todos los esfuerzos que desde distintas latitudes vienen sucediendo. “La idea de declarar la independencia ya estaba, y de alguna forma hay que apurar un poco la firma para acelerar el proceso de consolidación”.
Los enviados al Congreso de Tucumán por Salta serán tres: José Ignacio Gorriti, el abogado Mariano Boedo y José de Moldes, pero a este último, un personaje muy particular de la historia Argentina, no le permiten participar del encuentro por fuertes diferencias políticas, inclusive teniendo la anuencia de Güemes, quien defendía sus postulados republicanos y anticentralistas. Aramendi destaca, “Moldes es uno de los grandes olvidados y silenciados. Claramente su discurso no era el conveniente para la construcción del Estado”.
Una Salta lejos de la tranquilidad
En Tucumán se firmaba el acta y la independencia era un hecho. “Una vez proclamada la independencia se acaban las medias tintas. Se acaba esta idea de si somos autónomos o no de Fernando VII. Ya hay una posición tomada con la Declaración de la Independencia. Y en este contexto, la situación de Salta sigue siendo una situación de vanguardia frente al avance sobre los territorios, era de alguna forma la frontera”.
“Se puede pensar que la independencia le da un compromiso más grande a Salta porque siempre fue un lugar de disputa y hay que seguir sosteniendo. Y esto se vuelve a reafirmar inclusive al año siguiente, que vuelve a ser invadida”, comenta Aramendi en relación a la acción de avance que lleva adelante José de la Serna en 1817, la cual es rechazada por las milicias de Güemes luego de largos combates que finalizan cinco meses después.
“Digamos entonces que la situación acá en Salta era muy movida y no era posible relajarse, todo el tiempo estaba la sensación de que le estaban respirando en la nuca. Son muchas las cuestiones que suceden en este territorio en aquella época”, comenta la historiadora salteña y reflexiona: “Si bien el 9 de julio de 1816 se vive como una fiesta, yo pensaría que acá en Salta, por el contrario, estaban más preocupados por saber si seguían las invasiones. Inclusive hay historiadores que plantean que el Congreso de Tucumán se pudo hacer porque Güemes y sus gauchos, estaban cuidando esa vanguardia. Pueden ser elucubraciones un poco grandes, pero sí es cierto que había un ejército frenando el ingreso a la región”.
Salta cuidaba las espaldas de la firma en Tucumán, y el papel que le tocaba en este concierto sería la ardua tarea de ser sostén y vanguardia de un proyecto que nacía.