Racing se quedó este domingo con el Clásico de Avellaneda gracias a un golazo de chilena de Gabriel Hauche que hizo delirar a un Cilindro repleto. El equipo de Gago (13 puntos) llegaba mejor y corroboró la disparidad de presentes con Independiente (7) para festejar por quinta ocasión en los últimos seis duelos ante sus vecinos. El ciclo de Domínguez -se fue sin dar la conferencia de prensa-, en jaque tras la derrota por 1 a 0.

Cuestión de metros

Para conocer las intenciones de uno y otro equipo bastaba con observar dónde se paraba la zaga central de cada uno cuando tenía la pelota. Sigali e Insúa, en mitad de cancha. Barreto y Laso, cerca del área de Sosa. Así se le hizo mucho más fácil a la Academia lastimar con su juego de pases característico de la etapa de Gago. Una de esas zonas de peligro fue el sector derecho. Cuando Miranda se encontraba con la pelota, levantar la cabeza y mirar a su derecha era un movimiento casi automático. Allí, Mura y Hauche estaban dispuestos a causar destrozos.

Que Mura es una máquina de subir no es ningún secreto, por eso Domínguez le clavó en su espalda la presencia de Batallini. Gago aceptó el riesgo y apostó al ida y vuelta de su lateral, asistido en la marca por el voluntarioso Hauche y, sobre todo, por la tardecita para el olvido que tuvo el propio Batallini.

Cosa del destino

En la previa del partido Racing homenajeó al chileno Marcelo Díaz, quien conoció la inmortalidad académica en aquel triunfo clásico y prepandémico con dos jugadores menos. Pero quizá el mejor homenaje no fue la placa que le entregaron los dirigentes sino el gol de Hauche. El Demonio, que volvió a la titularidad y fue el más ovacionado por los hinchas, metió la afamada pirueta de denominación trasandina y puso el 1 a 0 a los 8 minutos. Como escrito de antemano...

Música bailable

Con la ventaja y tras resistir un tímido embate rojo, Racing profundizó su dominio. Circulación de pelota, toques de primera y los enganches de Vecchio, quien se metió en el área a pura habilidad y fue derribado por Laso. Penal y la cosa ya pintaba para baile: con la música de sus hinchas, Racing sacaba a pasear a su rival.

Pero Copetti le reventó el palo a Sosa y todo siguió como estaba. Incluso la actitud matadora del platinado exRafaela, inmediatamente ovacionado por la popular para pasar rápido de página. Se ve que no era el día de los teñidos, porque el rubio de Independiente, Batallini, entró en un rapto de locura poco después. Falta por acá, infracción por allá y el árbitro que le perdonó la vida no sacándole la segunda amarilla. Fue tan poco inteligente -por decirlo amablemente- lo de Batallini que Domínguez lo reemplazó a los 35 del primer tiempo.


Cambio de guión y de disfraz

Con un par de cambios en cancha y finalmente consciente de que lo que se jugaba era un clásico, Independiente asustó en el arranque del segundo tiempo. Incluso a la veintena de hinchas disfrazados de "fantasma de la B" detrás del arco de Gómez: más de uno se agarró la cabeza cuando Ferreyra sacó un remate sin ángulo que se topó con una notable volada del arquero para mandarla al córner.

A medida que avanzaba el reloj, el equipo de Gago no disimulaba ni un poco que su carta preferida era la del contraataque. Con el local aferrado a la ventaja e impulsado por el atrevimiento del pibe Pozzo, Independiente se animó, como para no desaprovechar el ofertón que Racing le realizó en la primera parte. Pero tan austera es la actualidad del Rojo que ni ese precio lo convenció y Avellaneda se vistió nuevamente de celeste y blanca.