Pudo ser goleada de Racing. Pudo ser empate de Independiente. Pudo ser un buen partido, pero no lo fue aunque tuvo mucha tensión, propia de un clásico de esta naturaleza.

Pudo ser más fácil para el equipo de Gago porque a los ocho minutos ya estaba en ventaja (gran chilena de Hauche) ante un rival descontrolado y las tenía todas a favor pero no supo liquidarlo.

Pudo ser lapidario el penal que falló Copetti, un golpe de nocaut del que Independiente no iba a poder reponerse, pero su remate en el poste lo dejó vivo. El delantero de Racing decidió patear a ese poste y no levantó la vista, lo que le hubiera permitido darse cuenta de que Sosa se había ido al otro palo y no era necesario patear tan fuerte.

Pudo ser bueno para Racing que Vecchio siguiera en la cancha un rato más, pero se tuvo que ir lesionado y en el segundo tiempo el equipo perdió criterio en el medio para manejar los tiempos. Vecchio fue además el protagonista de una gran jugada con doble enganche que derivó en el penal. Su salida dejó un agujero futbolístico que no se pudo cubrir.

Pudo ser distinto para Independiente si no hubiera jugado tan pasado de rosca en el primer tiempo encadenando infracciones para frenar al rival. En la segunda parte, él se dio cuenta que Racing no inquietaba y trató mejor la pelota para ir a buscar la igualdad. Al menos la peleó hasta el final.

Pudo ser una gran fiesta de Racing si hubiera concretado mejor sus insinuaciones. Tuvo convicción para ir a buscar el partido en el arranque y elaboró un juego más prolijo en algunos pasajes del primer tiempo, pero en el segundo quiso cerrar el partido demasiado pronto. No sufrió grandes llegadas de Independiente, es cierto, pero si Ferreyra hubiera concretado la que tuvo a esta altura Racing estaría lamentando el empate.

Pudo ganar mejor y puede más Racing y lo sabe. Independiente, en medio de todo su barullo institucional y futbolístico también sabe que puede poco y nada.