Con casi 20 años de atraso, este miércoles arrancará el juicio real, el que debió hacerse desde el principio, por el asesinato de María Marta García Belsunce. Los acusados serán el vecino del country El Carmel, Nicolás Pachelo, y dos vigiladores, Norberto Glennon y José Ortíz. El dato de importancia es que Pachelo no llegará en libertad, sino que ya lleva cuatro años preso por ocho robos en otros countries y antes que eso confesó robos en El Carmel y en el edificio de Retiro donde vivía, por lo que cumplió otros tres años de condena. Es la misma metodología en la que se basa la acusación de los fiscales Andres Quintana -que hizo gran parte de la investigación con la fallecida Inés Dominguez- Patricio Ferrari y Federico González: María Marta regresó a su casa porque interrumpió, por lluvia, un partido de tenis; llegó en bicicleta, por lo tanto no hizo ruido; ingresó a la casa y se encontró a Pachelo o a alguno de los vigiladores robando. Eran tiempos del corralito y había rumores de que en casa de Carlos Carrascosa y María Marta había mucho dinero. Ella ya conocía a los ladrones porque los había denunciado por robos anteriores y, tras una breve pelea, la mataron a balazos en la cabeza. La gran duda es si los fiscales podrán probar esa hipótesis dos décadas después de los hechos y tras la vergonzosa investigación que encabezó el fiscalDiego Molina Pico y convalidó parte del poder judicial de San Isidro y La Plata.
Como se sabe, de entrada, toda la acusación se volcó contra el viudo, pese a que no hubo ni un solo testigo que dijera que existía algún conflicto entre Carrascosa y su esposa. Sucede que los cinco balazos que tenía María Marta en la cabeza no se veían a simple vista porque se formó un engrudo de pelo, sangre y masa encefálica que taparon los orificios. Fue tan así, que pasó por el velatorio el fiscal Molina Pico, el jefe de Investigaciones de la Bonaerense de la zona, dos médicos, el servicio fúnebre y no hubo una sola persona o profesional que se diera cuenta o mencionara que se trató de un homicidio. En la propia autopsia, los dos forenses tampoco vieron inicialmente el ingreso de los balazos: pensaron que eran lesiones producidas por una caída en la ducha. Pero finalmente decidieron abrir el cráneo y cayeron los proyectiles. Ahí se determinó recién que fue un asesinato.