Para el universo del folklore y sus representaciones posibles, Juan Iñaki es un caso que, con sus particularidades, bien refleja este momento de cuestionamientos conceptuales y reacomodamientos estéticos. Disidente de muchas de las prescripciones del heteronormado Galateo del canto nativo, el cantante, compositor y arreglador supo encaminar una obra jugada en su honestidad, además de poderosa en su belleza. Desde ese lugar Iñaki atraviesa las perplejidades de lo que define “un momento de transición”, mientras piensa y trabaja en un nuevo disco, el séptimo de su camino personal. En tanto, el jueves a las 20.30 se presentará en Café Berlín, para anticipar algo de lo nuevo y recorrer con su banda e invitadas algunas de las canciones que lo colocaron entre los artistas más interesantes de este tiempo.
“La idea es un poco poner en juego los frentes que tengo abiertos. Por un lado el Soloset, con el que salí durante la pandemia, y por el otro compartir con mi banda y queridas músicas invitadas”, dice Iñaki a Página/12. “Últimamente las circunstancias del encierro me llevaron a investigar solo y trabajé mucho el juego con los loops, los samplers, los pedales, los procesadores de voces, combinados con instrumentos tradicionales que puedo tocar, como guitarra, percusión, charango, piano. Este concierto en Café Berlín me permitirá integrar ese trabajo al diálogo que desde siempre establezco con la banda, con Ceci Fandiño, en piano acordeón y flauta y Nahuel Villegas en percusión”, explica el cantante. Lorena Astudillo y Paula Suárez estarán entre las invitadas.
De regreso en muchos sentidos de los tiempos de la pandemia, Iñaki se entusiasma contando que volvió a viajar. Viene de una gira por el Litoral y la Patagonia con su Soloset y en Buenos Aires recientemente cantó invitado por Chango Sapasiuk --en el mismo Café Berlín-- y en el CCK junto a la Orquesta Nacional de Música Argentina Juan de Dios Filiberto en el homenaje a Raúl Carnota. Cuenta también que este trajín retraso un poco la grabación del disco, para el que ya tiene un nombre: Adentro. “El nombre tiene que ver con muchas cosas. Por un lado porque gran parte de las canciones fueron compuestas en pandemia, cuando nos tuvimos que quedar adentro. También porque poco antes había hecho pública mi decisión de vida, de encontrarme con mi compañero. Eso me movió de lugar, quedé solo, y ante ese panorama había que ver qué me salía de adentro”, explica el cantante y agrega: “Por supuesto que también es una especie de burla a la tradicional voz de mando de los conjuntos folklóricos”.
Canciones propias, en un marco sonoro variado, sostienen lo que para Iñaki no deja de ser una exploración hacia nuevos confines de lo latinoamericano. “Busqué para cada tema un marco sonoro diferente, pero dentro de una idea digamos camarística. Hay gestos que vienen del jazz y del pop, temas con piano solo, otro con piano y trío de cuerdas, otros temas solo con voces procesadas. Mi gran preocupación es la se seguir haciendo la música que me conmueve y que por tener ciertos tratamientos electrónico no se vaya a lugares que me son ajenos”, asegura.
-- ¿Este disco viene a resolver tu conflictiva relación con el folklore?
-- Es que siento que mi relación con el folklore ya no es tan conflictiva. Primero porque decidí dejar de rendir exámenes, que por otro lado nunca aprobaba, para pertenecer a ese mercado que se llama folklore. Me cansé de esa exigencia del folklore de tener que subrayar lo obvio y definitivamente salir de ese lugar me acomodó muchas cosas. Voy reconociendo otros horizontes, encontrando otres compañeres, en un lugar que me es mucho más cómodo. Esto no me hace parte de los festivales masivos ni de los medios hegemónicos, pero ya sabemos que la música, en realidad, no pasa toda por ahí.
-- ¿Cuáles son hoy los espacios alternativos?
--Hay un movimiento disidente muy grande, con un cancionero en acto muy potente y con acciones concretas. Lo que hicieron Susy Shock y Javiera, eso que se llamó “Brotecitos. NuesTrans canciones”, es muy significativo. Esas canciones ya son himnos dentro del colectivo y seguramente ya están dialogando con otros cancioneros actuales, que también interpelan a los más jóvenes. Esa gran fachada arcaica de los falsos templos del folklore, hechos de promoción y exigencias de un público cada vez menor, se está cayendo.
-- ¿Qué va a subsistir en nombre del folklore?
-- Nosotres no podemos delimitar los bordes de lo folklórico, más allá del deseo. Pero creo que va a subsistir lo que tiene que ver con lo ancestral, lo que es capaz de dialogar con el tiempo. Eso es lo que nos nutre para gestar estos nuevos cancioneros, que surgen a partir de nuevas posturas, nuevas preguntas, y nos llevan a buscar incluso de manera más orgánica un diálogo distinto con el pasado. Se está resquebrajando eso que parecía tan duro, pero que ya no nos interpela, y se está abriendo otro diálogo con la cultura del país, que va a madurar con el tiempo.
-- ¿Cuál sentís que es tu lugar en estos espacios que maduran?
-- Hoy puedo escuchar con claridad las voces internas de mis deseos, de lo que quiero para mi música, de lo que quiero ser. Me siento emocionado ante cosas a las que antes me resistía, como las poéticas potentes de Madonna o Bjork, o la inteligencia estética de Rosalía. La revolución que me interesa pasa por la metáfora. Imagino mi obra como un gran poema que deje ver lo que subyace, que no haga falta enumerar a cada rato las causas a las que uno adhiere, sino que eso estén ahí, sobreentendidas. Mi preocupación es insistir y seguir hablando de lo que no hay que dejar de hablar, pero siempre desde la poesía y la belleza.