Desde Córdoba
En la Córdoba del 70 por ciento, la que le habría dado el triunfo a la “revolución de la alegría amarilla”, la caldera parece a punto de estallar. Y, paradójicamente, son los radicales macristas los que dejaron que se llegara a este clímax que puede hacer eclosión de un momento a otro. La huelga que desde hace una semana mantienen los choferes de colectivos de la capital cordobesa –en rechazo al acuerdo paritario firmado por la UTA– es la más larga que se ha dado en todo el país desde que Mauricio Macri llegó al poder. De hecho, hoy y a partir de las tres de la tarde, los gremios nucleados en la CGT-Rodríguez Peña y la CGT-Regional Córdoba marcharán por el centro de la ciudad, y se analiza anunciar un paro general para los próximos días.
Ayer y como para aportarle un buen “baldazo de nafta al fuego” –tal como lo definieron los huelguistas– el intendente Ramón Mestre, que había permanecido en un llamativo silencio hasta el viernes, anunció un “plan de emergencia de cuatro puntos” que encrespó los ánimos de los choferes, tras ocho días de protesta, acampe y frío en reclamo de mejoras en sus salarios: piden que el 21 por ciento otorgado en las paritarias se pague de una vez y no en cuatro partes; que ese porcentaje se sume a su sueldo básico; la normalización de la UTA-Córdoba, que se encuentra intervenida hace más de un año, y el mejoramiento de los ómnibus que, cualquier pasajero lo sabe, padecen un estado de deterioro generalizado. A eso se sumó el pedido de reincorporación de los 77 despedidos a pocas horas del fin de semana.
“Acá, en vez de solucionar las cosas entre el lunes y martes de la semana pasada, como debieron haberlo hecho, Mestre y los empresarios (de la Fetap) miraron para otro lado y lo dejaron correr. Esto se les fue de las manos y ahora vienen y tiran más nafta al fuego.” Con el rostro estragado por “el cansancio, los nervios”, Julio “de 30 años y tres hijos para alimentar”, se refiere así al “plan de emergencia” anunciado para “recuperar la normalidad” en el transporte de pasajeros en la capital cordobesa.
En compañía de Julio Waisman, su secretario de Transporte, Mestre detalló que desde hoy “unas 150 unidades saldrán desde la Escuela de Aviación militar con custodia de la policía, la Gendarmería y la policía Federal”. Así, fuertemente custodiados, los cordobeses que se le animen a la tensión que supone “la solución” de los aliados del gobierno nacional, podrán viajar sólo de 7 a 21, en una especie de toque de queda, y no tendrán que pagar el boleto.
Los otros tres puntos confirmaron el despido de los trabajadores; el llamado a una consulta popular sobre el transporte, y el pedido a los legisladores para que “avancen en herramientas legales” para garantizar los servicios públicos esenciales.
“Eso es una provocación de carnero, no se les hace a los laburantes. Acá (al acampe frente a la UTA) están viniendo compañeros que nos avisan que están cayendo tipos de la municipalidad, de las empresas, a decirles a algunos que vayan mañana a laburar sin el uniforme. Que se presenten o los despiden. Vos imaginate –sigue indignado Julio ante PáginaI12–: te caen tipos a tu casa, un domingo a la tarde, está tu familia, te aprietan para que vayás a laburar así, por afuera de tus compañeros. Es una hijaputez.”
Julio es macizo, morocho y de fuerte carácter. Aglutina con su voz y sus palabras a un grupo de choferes que, como él, están “chupando frío acá desde hace días, para que éstos nos salgan ahora a querer quebrarnos, a dividirnos. Y claro que hay miedo”.
–¿Miedo de qué?
–De que te despidan –se adelanta otro chofer, alto, de pelo castaño–. Ya mandaron 77 telegramas. Dicen que no los van a reincorporar. Además en la casa tu mujer te banca, pero después de tantos días tienen miedo de que te quedés sin nada, de que nos despidan, de que éstos (señala con el mentón a los policías que tienen acordonada la cuadra) te baleen con balas de goma, que te metan en cana, que te pinten los dedos... Y estos tipos juegan con eso. Y si a eso le sumás que los periodistas de algunos medios nos ponen como los malos, los vagos, los quilomberos, todo mal...
César Pereyra, el delegado de los choferes de la Coniferal, le dijo a este diario que “también sabemos que están citando a gente que había presentado carpetas de antecedentes. Gente que no se sabe si realmente pueden manejar colectivos o no. Eso es peligroso para los pasajeros”. Pereyra opinó, rodeado de sus compañeros, que en la UTA nacional “no entienden que Córdoba es otra cosa, otro convenio: no es el de Buenos Aires. No pueden pasar por alto la historia: acá tenemos el convenio que selló el Negro Atilio López. Y mañana los gremios de la CGT Rodríguez Peña nos van a acompañar”.
Casi al anochecer, Carlos Figueroa, delegado de Ersa, calificó de “capricho por parte del intendente” poner a funcionar un sistema paralelo en vez de solucionar el reclamo obrero: “Nosotros no vamos a impedir que salgan, no hemos roto ni un vidrio en todos estos días, pero que los pasajeros tengan en cuenta que ponen al volante a mucha gente que no se sabe si pueden manejar o conocen los circuitos”.
Cerca de él, sus compañeros compararon esta situación “a la de la gobernadora de Buenos Aires (María Eugenia Vidal) que quería romper la huelga docente con tipos que ni eran profesores. Esto es lo mismo, pero en vez de aulas con chicos, juegan con la vida de la gente”.
La inoperancia del intendente durante la semana en que la ciudad estuvo virtualmente paralizada alimentó el malhumor creciente de unos y otros.
Cuando los sindicatos grandes, como el de Luz y Fuerza, el de los maestros (Ctera), el Sindicato único de Recolección de Residuos y Barrido de Córdoba (Surrbac) y los municipales (SUOEM) anunciaron su apoyo y marcharon para hacerlo visible, comenzaron los rumores de un “nuevo Cordobazo”. Por las redes sociales circularon audios que auguraban los peores disturbios y ataques: supuestas hordas bonaerenses –preferiblemente kirchneristas– entrenadas para romper todo y lo que quedara en pie, se aprestaban para asaltar el centro mediterráneo. Aconsejaban que la población se mantuviera en sus casas. El miedo como mensaje final. Los audios fueron tantos, tan sistemáticos y burdos, que era imposible no darse cuenta de que surgían de la usina troll de call-centers. La réplica a la artillería PRO-radical fue el humor cordobés y con el mismo formato, aunque más ingenioso: audios en los que se anunciaban ataques de una supuesta “avanzada de acorazados y submarinos” navegando por La Cañada (el caudal de agua es apenas un arroyo ínfimo); la fabricación de un arsenal de “cañones, vigilantes y masas” salidos de una panadería; la aparición de una “flota inglesa cuyos barcos encallarán en el bidet (por La Fuente del Perdón) frente al Patio Olmos”, y hasta el mismísimo “Darth Vader atacando con rayos láser” a toda la ciudad. Y fuera del ciberespacio, en la peatonal y algunos barrios, el legendario “paso, paso, paso / se viene el Cordobazo”, circuló como estribillo-broma “pero no tanto” en bares y quioscos.
Pero más allá del humor, el horno no está para bollos. O sí, pero muy calientes. Mauricio Saillén, titular de la CGT Rodríguez Peña (y de Surrbac), anunció que están convocados todos los gremios de la CGT, como CTA, ATE y otras organizaciones para largar un paro a nivel provincial”. Anoche José Pihén, titular de la CGT Regional Córdoba, convocó “a la mayor cantidad de compañeros que sea posible” para marchar a las 15 en apoyo a los choferes “en razón de los últimos y agravados acontecimientos”.
Y es que la Córdoba del 70 por ciento para los globos a los que parece no quedarles ni el piolín es también la de los obreros organizados, la del verdadero Cordobazo.