En el corazón de la ciudad de México una casa y seis machorras forman La Comuna Lencha-Trans: “Machorra sería como marimacho o tal vez chonga” dice Valentina, que con 22 años forma parte de esta apuesta política disidente desde 2019. Ahora, de visita en Buenos Aires, su ciudad natal, asegura que La Comuna es una parte fundamental de su vida. ¿Cómo se construye un espacio comunitario para la reproducción de la vida? ¿Cómo se organiza la economía ¿Es posible la sustentabilidad? ¿Son espacios de resistencia a la crueldad? ¿Cuáles son los riesgos?
En La Comuna viven y pagan una renta Paulina, Alicia, Vivian, Valentina, Linda y Valerie. El abanico etario va desde los 22 hasta los 45, realizan actividades culturales para sostener el espacio, venden comida y bebidas y abren las puertas de La Comuna para que el lugar pueda ser habitado por las redes que tienen construidas en la ciudad: fútbol, karaoke, círculo de lecturas, talleres de autodefensa, carpintería y serigrafía, cine y fiestas.
La fórmula no parece ajena ni de otro planeta pero las preguntas en torno a cómo funcionan estas configuraciones comunitarias son muchas. Sobre todo pareciera ser un camino errático lleno de obstáculos en los que la falla se vuelve un loop, pero la ilusión y el deseo de transformación sigue subiendo la apuesta para quienes eligen hacer cuerpo colectivo la vida en común.
El ejercicio de vivir
Santa Maria la Ribera es el barrio en donde se encuentra La Comuna que además de ser una apuesta política disidente es también un territorio de lucha en una ciudad enorme a la que las locales llaman ciudad monstruo: “Nosotras creamos este territorio y desde ahí luchamos. Buscamos reproducir la vida en común que es una apuesta política fundamental en un mundo capitalista en donde el Estado y el mercado no nos permiten reproducir la vida con nuestros deseos” dice Alicia, profesora de Filosofía en la Facultad y habitante de la casa.
Además considera que esta apuesta discute con la izquierda tradicional clásica del siglo XX y las ideas de revolución: “Lo que hacemos nosotras es prefigurar el mundo que queremos hoy así cotidianamente. No estamos esperando a que ocurra el gran evento de la revolución con mayúsculas. Lo que hacemos es crear y producir el mundo tal y como lo quisiéramos vivir”
Se organizan en asambleas cotidianas para distribuir las tareas de sostenimiento de la vida: limpieza, comida, compras y de la misma manera estructuran la agenda de actividades. Todas tienen sus trabajos formales o freelance por fuera de La Comuna, la economía que circula a través de las actividades y la venta de bebida y comida se utiliza para el mantenimiento y la inversión que requiere la casa que es muy antigua y espaciosa: seis habitaciones, un lugar común en la planta baja, una cocina, baños y un espacio al aire libre.
La colaboranda también es una parte de la casa, en donde las personas pueden ir a estudiar o trabajar en un espacio común: “Sería como un espacio de coworking pero sin pagar por hora y teniendo el café y el pan a precios muy amigables”, explica Valentina.
“Es una lucha que estamos dando acá contra la colonialidad, el racismo y la heteronorma, pero no puede ser solo desde espacios aislados, es necesario que existan otras comunas, no se trata de ser una isla si no de mostrar justamente que sí se puede vivir de otra manera. Si esto se multiplicara quizás el sentido de la vida reproducida de manera automática pudiera cuestionarse”, cuenta Alicia y sostiene que se trata de una confrontación constante con eso que se aprende de la sociedad de la que se forma parte.
La vida en común tienen para ellas tres dimensiones: "El yo que se ha cultivado durante décadas de formación individualista en la sociedad, la interacción entre todos esos yo en un mismo espacio-territorio y esa otra entidad que somos nosotras/nosotrxs como comunidad, que trasciende a cada uno de nuestros yo", dice Valentina.
Formación política
La Comuna comenzó en 2019 impulsada por tres lesbianas y dos chicos trans. Allí desarrollaron un proyecto de comedor antiespecista abierto para todo el barrio. Quienes viven en La Comuna en la actualidad (porque no siempre son las mismas personas) son mujeres, lesbianas, trans y disidencias que decidieron que ese no es un espacio para varones cis heterosexuales. A simple vista un acuerdo radical que descansa en una multiplicidad de reclamos y hasta un argumento clásico del patriarcado “eso es discriminación al revés”. Valentina responde que los varones pueden entrar a donde quieran y habitar los espacios que quieran: “Este no es tu lugar ¿por qué querés aparecer? ¿por que querés estar en un lugar que esta intentando liberarse de todo lo que vos reproducís?"
Las experiencias similares que se encuentran en Ciudad de México son dos: la Casa Okupa Chiapas, que fue tomada en noviembre de 2021 en el marco de las movilizaciones contra los ataques paramilitares a las comunidades zapatistas y la Okupa Cuba, que fue la toma del edificio de Derechos Humanos a principios del año pasado por madres víctimas de trata y feminicidios.
“El 15 de abril de este año las desalojaron y se llevaron a tres pibas que están hasta hoy presas. Nosotras estamos muy involucradas con ese tema desde La Comuna, nos juntamos todos los miércoles para ver que estrategias políticas, jurídicas y de comunicación ponemos en marcha. Del registro que tenemos son las primeras presas feministas que hay. Son tres pibas precarizadas y racializadas y por eso nadie les da bola, si fuesen otras seguro habría muchas personas acompañado y si estuvieran muertas estarían todas”, dice Valentina con un dejo de pena. Se reconoce como feminista pero reclama cierta institucionalización del feminismo blanco y heterosexual.
Utopía y trinchera, la vida en común es sin duda una configuración de resistencia a la crueldad hecha cuerpo en el individualismo, la violencia, la misoginia y una larga lista de etc. en donde espacios como este encuentran donde hacer pie y también navegar en busca de mundos más vivibles que tienen gran parte de su cosecha en los feminismos. Como dice Valentina: “La Comuna es La Comuna porque conocimos el feminismo"