Anna Grevenitis -fotógrafa francesa de cuarenta y largos, con residencia en Brooklyn, Nueva York- es madre de Luigia, una adolescente de gafas y blonda cabellera, que gusta teñir sus puntas de colores cada varios meses y adora disfrazarse. Lo que no entusiasma a la muchachita, apodada Lulu, son las miradas intrusivas de anónimos que la observan nomás poner un pie fuera de su casa. La chica se siente juzgada por la única razón de tener síndrome de Down. “Cuando salimos a la calle, vamos al supermercado o al cine, Lulu me dice: ‘Todos me observan, todos me odian’”, ofrece una consternada Grevenitis, que decidió responder a quienes importunan a su retoño a través de su medio expresivo, la fotografía.
Et voilá su serie de imágenes Regard, varias veces laureada: una colección de retratos en blanco y negro donde Anna sostiene la mirada a cámara en gesto desafiante, a la par que lleva a cabo tareas rutinarias, lo más campechanas, junto a su hija: maquillarse, cocinar, escuchar música en el subte, tomar sol a orillas del mar… “A primera vista, puede parecer que nos estoy ofreciendo como presas vulnerables, pero nada más lejos de la realidad”, aclara los tantos Grevenitis, y explica que su intención es “enfatizar nuestro control sobre las circunstancias. Después de todo, las escenas están cuidadosamente ambientadas, meticulosamente iluminadas. Todo está escenificado. Todo es pose”.
Y a la par, todo es reflejo de la más cercana
cotidianidad, con momentos elegidos que buscan -en palabras de la fotógrafa- “romper
con los prejuicios a partir de presentar un retrato lo más cabal posible de
cómo es la vida de alguien con trisomía 21”. “Los medios de comunicación tienen
una larga historia tergiversando a las personas que viven con síndrome de Down,
ya sea porque las retratan como ángeles empalagosos o como víctimas incompetentes.
Criar a mi hija me dio un punto de vista único y una sensibilidad más profunda,
y supe desde el principio que quería encontrar una manera de romper esa ficción
e iluminar la verdad”, subraya Anna.