La corrida cambiaria de las últimas semanas generó una elevada incertidumbre económica y política. Caída de los bonos en pesos, suba de las cotizaciones de los dólares paralelos, pérdida de reservas, stockeo de productos y remarcaciones preventivas, fueron parte de los comportamientos especulativos que acompañaron la renuncia del ministro Martín Guzmán y el reemplazo de Silvina Batakis.
En esa atmósfera financiera y económica enrarecida, varios economistas ortodoxos reclamaron señales para calmar al mercado. "Hay que tratar de sobrecumplir las metas fiscales y dar una señal a los inversores de que somos cada vez menos vulnerables", indicó un economista de la consultora Macroanalistas.
Las presiones parecen haber influido y las primeras señales de Batakis apuntaron a complacer a “los mercados”. “No hay plata para un salario universal”, indicó la flamante ministra, para luego anunciar una política de “déficit cero” de hecho, basada en que sólo se gastarán los pesos que se vayan recaudando.
Esas señales ortodoxas son intentos por frenar una corrida cambiaria que, de lo contrario, se llevaría puesto cualquier programa económico. En ese sentido, deben leerse como un giro coyuntural para surfear las olas de la corrida y no, aún, como una marca definitiva del destino de la política económica del Frente de Todos de acá en adelante. Aún así, es interesante analizar que pasaría si ese fuera el caso.
Por un lado, la situación de externa vulnerabilidad cambiaria en que se encuentra la economía, y que el anterior equipo económico negaba publicitando un escenario económico ficcional al Presidente, disminuye los márgenes de autonomía de la política económica. Mucho más en el marco de un acuerdo con el FMI que fue ofrecido como fuente de estabilidad macroeconómica, cuando se trataba de exactamente lo contrario.
Así las cosas, un giro ortodoxo de la política económica se traduciría en una reducción del gasto público, especialmente en lo que es obra pública, vivienda y salarios, ya que gran parte de la seguridad social y la política social se encuentra indexada. Por otra parte, de sostenerse el rudimentario déficit cero en base caja se entraría en una demora permanente en muchas partidas de ejecución presupuestaria de todo tipo, hecho que recuerda los finales de la convertibilidad donde pensiones y salarios sufrían retrasos extremos.
La política de no emisión y sólo gastar lo que se recauda, además de grandes demoras en los pagos del Estado, tendería a reducir el circulante en la economía ya que no se inyectaría liquidez en una economía que funciona con una elevada inflación por motivos no monetarios (inerciales, básicamente). Sin embargo, no eliminaría el potenciar riesgo de las corridas ya que gran parte del excedente financiero se encuentra en títulos indexados o que paga tasas que se prometen por arriba de la inflación. En ese sentido, si bien puede reducir el flujo de dinero que alimenta las presiones cambiarias, no reduce el stock de las tenencias que pueden desestabilizar el mercado cambiaria en cualquier momento.
@AndresAsiain