Nadando hasta que el mar se vuelva azul 7 puntos
Yi zhi you dao hai shui bian lan; China, 2020
Dirección: Jia Zhangke.
Guion: Jia Zhangke y Wan Jiahuan.
Duración: 112 minutos.
Estreno en MUBI a partir del viernes 15, con el título internacional en inglés Swimming Out Till the Sea Turns Blue, con subítulos en castellano.
Estrenada en el Festival de Berlín en febrero de 2020, la última película del gran cineasta chino Jia Zhangke no puso ser presentada por su hacedor: el nuevo coronavirus ya había comenzado a hacer de las suyas y nadie podía entrar o salir del país. La filmografía de Jia, quien dio sus primeros pasos hace más de dos décadas con Pickpocket (1997) y la obra maestra Platform (2000), alterna obras de ficción con registros estrictamente documentales, aunque en las primeras el contexto histórico y social siempre asoma la cabeza. Dentro del grupo documental se destacan dos títulos previos dedicados a la creación artística: en Dong (2006) las tribulaciones del pintor de gran aliento Liu Xiaodong ocupaban el centro y la periferia de la pantalla, mientras que en Wuyong (2007) el realizador se ocupaba del diseño indumentario como una de las bellas artes. Nadando hasta que el mar se vuelva azul cierra así una suerte de trilogía informal con los relatos en primera persona de tres escritores de diversas generaciones –Jia Pingwa, Yu Hua y Liang Hong–, todos ellos traducidos a varios idiomas.
Fiel a su costumbre, y lejos de encarnar en un típico repaso literario por la biografía, los textos y sus cruces, Jia aprovecha las experiencias de vida de los autores, que ocupan en gran medida la segunda mitad de la película, para organizar una reflexión sobre los enormes cambios ocurridos en la República Popular China desde su fundación, atravesando los períodos de los grandes saltos, las revoluciones culturales y la zambullida en la economía de mercado. Nacido en Fenyang, en la provincia de Shanxi, cuna de uno de los mejores baijiu (el licor destilado a base de arroz) producidos en el país, el director de Esa mujer y Lejos de ella apunta la cámara hacia la región que más conoce y describe la primera década bajo el régimen comunista en el así llamado Pueblo de la Familia Jia (sin relación directa con su propio apellido), cercano a Fenyang. Un par de ancianos rememoran la organización de los primeros grupos colectivistas, y de cómo el filtrado del agua alcalina mejoró las condiciones alimenticias de todo el campesinado.
La puesta en marcha de un importante festival de literatura provincial, con sus charlas y coloquios del autor al lector, hace las veces de intervalo, al tiempo que señala un boom impensado algunos años atrás. Jia Pingwa, nacido en 1952 y un autor que se ha enfrentado más de una vez a la censura cultural de su país, el autor de la novela-río Ciudad difunta, relata sus primeros pasos en la escritura y describe, no sin amargura, cómo toda la familia debió relocalizarse en una granja reeducativa, eufemismo poco feliz para los trabajos forzados. Es que su padre, muchos años después de los hechos, fue acusado sin pruebas de haber formado parte de una reunión desestabilizadora poco antes de la revolución de 1949. Yu Hua (1960, Hangzhou), vuelve atrás en el tiempo, a su adolescencia, cuando la lectura de ciertos libros prohibidos por el Partido, durante el período de la Gran Revolución Cultural Proletaria, sólo era posible en ediciones que habían pasado clandestinamente de mano en mano
La más joven de las figuras, la escritora y académica Liang Hong, nacida en 1973, trae al presente los esfuerzos, penurias, enfermedades y conflictos intrafamiliares de su vida en el campo, en el pasaje más emotivo de la película. Su historia personal perfectamente podría ser el origen de un relato novelesco de mil páginas, con un pasado rural de sufrimientos cotidianos y una actualidad urbana en la cual su hijo adolescente intenta pronunciar correctamente el dialecto del mandarín conocido como Zhongyuan, el mismo que hablaban sus antepasados. Con todos esos materiales disímiles y una estructura dividida en dieciocho capítulos, Jia construye un acercamiento muy personal a la historia de su país a lo largo de siete décadas, iluminando los trazos y colores de la pintura general a partir de las pinceladas más pequeñas.