¿Dónde estás, Joâo Gilberto?    6 puntos

Where Are You, Joâo Gilberto? Suiza/Alem./Francia, 2018

Dirección: Georges Gachot

Guion: G. Gachot y Paolo Poloni

Duración: 107 minutos

Estreno exclusivamente en la plataforma Mubi

“Durante 10 años me llamó por teléfono todos los días”, cuenta un cocinero. “Durante una hora y media me preguntaba por el menú del día, hasta que al final me pedía siempre lo mismo: un bife con sal gruesa, acompañado de un ‘arroz loco’ (sic)” Evidentemente, el hombre del otro lado del teléfono (le encantaba usar ese aparato, según se comenta) no era una persona fácil de entender, y esa especie de chiste culinario diario no es la única muestra de sus peculiaridades. Salvo las giras y presentaciones (la última en Argentina fue en 1999, junto con Caetano Veloso; quien quiera ver el show completo puede hacerlo aquí), Joâo Gilberto vivía aislado, en un cuarto de hotel primero, en un departamento de Ipanema más tarde, comunicándose de tarde en tarde con sus seres más queridos, incluidas su ex Miúcha y su hija Bebel. Se entiende el estado de autocuarentena: para el hombre que cantaba apenas un par de decibeles más alto que el silencio, exponerse a la polución sonora urbana debía equivaler a recorrer una y otra vez los círculos del Dante. Dicen que hasta la tele la veía en silencio.

Georges Gachot es un cineasta francés criado en la Suiza germanoparlante y especializado en documentales sobre músicos. Además del samba y de Maria Bethania y Naná Caymmi, tiene uno, bastante reconocido, sobre Martha Argerich (Martha Argerich: Conversación nocturna, 2022). Amante de la música brasileña, emprende su busca del elusivo Gilberto en compañía. En compañía de un libro (Ho-ba-la-lá, en busca de Joâo Gilberto) en el que el periodista alemán Marc Fischer (no confundir con el crítico cultural inglés Mark Fisher, autor del liminar Realismo capitalista) da cuenta de la misma persecución. En su libro y como si se tratara de un poeta romántico alemán del siglo XIX, Fischer mitifica el mito, y Gachot lo sigue en la empresa.

Es algo exagerado suponer por ejemplo que, por reclusivo que fuera, en el año 2017 (cuando Gachot intenta dar con sus huellas), el “inventor” de la bossa nova, que fallecería dos años más tarde, a los 88, vive encerrado desde hace treinta en una habitación de hotel, durmiendo de día y tocando de noche. Como si no saliera frecuentemente de gira y no siguiera grabando, cosa que hizo prácticamente hasta su muerte. Pero la idea de un ermitaño alla Jerome D. Salinger refuerza la leyenda, y la leyenda sirve para construir un relato atractivo. Un relato policial, en el que Fischer se bautiza a sí mismo Sherlock, poniéndole el nombre de Watson a su intérprete brasileña. El relato de Gachot, a su turno, es algo desvaído para un policial. Y su reconstrucción del “evadido”, hecha de modo clásico con entrevistas a sus “cómplices”, agrega algunas piezas al rompecabezas, pero no demasiadas. Cuando Gachot finalmente alcanza un remate que roza lo sublime, lo arruina, como si él mismo no comprendiera del todo el carácter inefable de ese logro.