"Se abre un espacio donde lo que hay falta", escribe David Nahón en su texto de catálogo para Sombra Natural, la muestra de dibujos al óleo en barra de Gastón Herrera en Gabelich Contemporáneo (Pueyrredón 611). "A veces no es sombra y es una abertura blanca en el medio del follaje cerrado, claustrofóbico", escribe Nahón comparando estas imágenes con "el campo gravitatorio de un agujero negro".

La pieza central de esta muestra narrativa, ordenada como una novela gráfica o un libro de poemas, es "Un túnel lento" (conocida como "la del agujero negro"). Se trata de un paisaje a la vez naturalista y fantástico, como esos bosques de la ciencia ficción donde "algo" late oculto y ominoso. A su alrededor gravitan dos cabezas, retratos paradójicamente sin rostro. El montaje dialéctico entre las tres obras parece sugerir una conexión entre aquel abismo y estas caras devoradas o perdidas. Ellas quizás sean la del cazador en la floresta de otra escena en la misma sala, que nos resultaría pintoresca si no fuese porque las cimas de los árboles señalan hacia un cielo que es puro papel vacío.

Pero lo primero que se encuentra el espectador al entrar son dos cuadros de flores, dibujadas sobre madera; una imagen reconocible, estable, sobre un material sólido y tratado con la astuta economía del oficio: la madera cruda proporciona la media tinta entre acentos de luz y sombra.

El agujero se encuentra en otra sala y es lo único allí, como el experimento en el gabinete de un científico loco. Nahón explica el título: "Si cayéramos en un agujero negro, a medida que nos acercáramos al núcleo el tiempo avanzaría más lentamente hasta interrumpirse". Pasando el gabinete hay una tercera sala donde puede mirarse una serie de 15 "fotogramas", diversas vistas sobre un mismo paisaje; cierra la muestra una escena tan misteriosa como nostálgica y a la vez esperanzada, un bosque lleno de luciérnagas. El cuadro final estabiliza, pero sin dejar de ser inquietante.

La obra de Gastón Herrera (La Plata, 1974) recorre una variedad de formatos y registros que se nutren de artes "menores" como el cine de género y la pintura de género (el thriller del siglo XX, el paisaje del siglo XIX) y donde el oficio de dibujante se conjuga con sus prácticas singulares de artista contemporáneo, como el acampe o la ficción de explorador de lo desconocido que se expresa en la elección de materiales anacrónicos. En "El monstruo soy yo" (2015), otra exposición en tres salas‑capítulos, usó una libreta Moleskine y un obsoleto video que imitaba el recurso al found footage de la saga de terror Actividad paranormal.