Las cortinas de papel que enmarcan el frente de la Galería Nora Fisch anticipan, desde la calle, que el espacio expositivo se ha transformado. En su interior, la artista y escritora Fernanda Laguna llevó a gran escala un castillo (también realizado en papel afiche blanco), con nubes en su fachada y salas propias, para exhibir en sus paredes las obras y videos que integran En la galería de arte, su primera muestra individual después de cinco años. Una suerte de refugio que abraza la idea de la obra dentro de la obra y aporta a los visitantes un comentario lateral sobre las limitaciones del campo artístico.
“Pensar el clima de la exposición” es condición sine qua non para una artista que no concibe la experiencia estética por fuera de los límites de la vida. “Es como cuando cogés con alguien”, dice Laguna, “no podés hacerlo con tubos fluorescentes sino que ambientás el lugar, ponés un velador con luz baja, un poco de música y haces todo más agradable”. Además, confiesa que se siente rara al exponer nuevamente en una galería porque “estoy acostumbrada a mostrar mis obras en pasillos y sótanos”. Para desacralizar el marco de referencia, la galería debe ser convertida en un lugar que ayude a “activar la emoción” de los visitantes y, por tal motivo, dos claves para comprender su obra son la improvisación y el humor. En la pared que abre la muestra, un día antes de la inauguración, la artista dibujó con lápiz alrededor de cuatro pinturas mensajes, corazones, personajes y cartelitos a modo de pizarrón informativo que enlazan referencias a sus propias obras (“La obra es lo pintado en acrílico y moños de raso”, el dibujo de un marco alrededor de un marco de mimbre y “Otra obra with conchas”), a muestras actuales de otro artista (“Diego Bianchi en el Mamba. Esculturas.”) y a la conjunta que realiza con Cecilia Palmeiro en otra sala de la misma galería (“La muestra de arriba está buenísima”), deseos lanzados al azar (“Me intriga saber que sienten”, “¡¡quiero andar en velero!!”), afirmaciones (“Vandalismo”, “Espectacular”) y guiños a los espectadores (“Una galería con cerveza gratis es un peligro fabuloso” y “Si fuera mejor no sería lo que es”). Debajo también se lee: “Emisor: Fernanda. Código: Visual. Mensaje: Buena onda. Receptor: ???”. La incógnita está atravesada por su aspiración a romper la distancia con los sujetos anónimos a quienes las obras están dirigidas para poder compartir la experiencia con los otros. Pero (vale la aclaración) esa experiencia se da en los espacios culturales o sociales en los que desarrolla sus actividades de gestión artística, editorial y docente, no así cuando pinta o escribe.
Si bien, en nuestro país, Fernanda Laguna no requiere una extensa presentación (algunos, como Inés Katzenstein en una nota para la revista Otra Parte, afirman que es “la artista que en su generación ocupa con mayor fuerza el lugar de mito”) una síntesis de sus acciones incluye ser agitadora cultural y curadora en la ya mítica galería Belleza y Felicidad (de 1999 a 2007) devenida desde hace trece años, por mandato personal y conciencia social, en taller y luego secundaria de arte en Villa Fiorito, la fundación de la editorial Eloísa Cartonera junto a Washington Cucurto y la publicación de novelas y poesías bajo el seudónimo de Dalia Rosetti; dos de los videos que se pueden ver En la galería de arte llevan como título Video Presentation Nº1 y Video Presentation Nº2 Recorded very late at night…. En ellos, la artista habla en un inglés básico que mezcla con español y afirma “I want to be an internacional artist” mientras realiza una visita guiada de una selección de sus obras a un curador desconocido que pueda posicionarla a ese lugar de legitimación. Las presentaciones exteriorizan de modo irónico una crítica a las regímenes de visibilidad que establecen los circuitos artísticos donde artistas de Nueva York o Londres, por hegemonía cultural y situación geográfica privilegiada, tendrán más oportunidades de consagrarse en el contexto artístico mundial que otros que producen sus obras en lugares más periféricos, como Latinoamérica. Lo artesanal de los videos se ajusta a la estética trash y precaria a la que Laguna recurre desde sus comienzos para cuestionar, a su modo, la entidad de la obra de arte con sus atributos cosificados de belleza y originalidad y así abrir el sentido a la experimentación y la expresión espontánea (en particular, en Tenía ganas de hacerlo). Los otros videos que completan la selección también están realizados en formato casero, de una sola toma -sin cortes de edición-, con música de fondo preparada para la ocasión y con títulos que recuerdan a videos de fiestas de quince de los años noventa. Laguna dice que para poder poner los títulos realizó un curso y que algunos videos ni siquiera los pensó o le fueron saliendo a medida que los hacía: “las cosas que arrancan mal salen mejor”. En Improvisación hasta llegar a la idea de los componentes de un cuadro vaga con la cámara en mano por su taller hasta que en un momento se lee “Acá se me ocurre la idea del video”. Otros como This or This (trata de la duda y la incerteza sobre qué llevar o qué mostrar y no mostrar en “el show”) y El cumpleaños de mis cuadros ejemplifican de manera cabal la idea de la exposición dentro de la exposición porque el espectador tiene un panorama de su producción (esculturas, cuadros pertenecientes a la época de Belleza y Felicidad y otros que literalmente dicen “Feliz Cumpleaños”, obras en papel con cartas ocultas, etc.) sin que luego esas piezas necesariamente se encuentren en el espacio de exhibición. En Cascabel, la obra se hace cuerpo en un primer plano desenfocado que delira mientras suena de fondo Dream Baby Dream de Suicide y El piano cuenta con textos la historia de un cuadro que permanece fijo en la pantalla mientras se escucha una pieza musical que Ulises Conti compuso especialmente para el video. Poeta y artista visual se mezclan, confunden y logran transmitir con una dosis de humor irracional la larga y corta vida de los objetos artísticos. Como condimento, y para no aburrirse mientras se mira la secuencia de videos, los espectadores pueden servirse libremente de latas de cervezas que hay en una pequeña heladera en el interior del castillo.
Con sus intervenciones artísticas Laguna busca una manera de unir arte y política para intentar cambiar las referencias de lo que es visible y enunciable en los contextos discursivos de exposiciones de arte, “de poner en relación aquello que no lo estaba, con el objetivo de producir rupturas en el tejido sensible de las percepciones y en la dinámica de los afectos” (El espectador emancipado, Jacques Ranciére).
Dos acontecimientos son significativos en este sentido: su militancia por los derechos de las mujeres que puede entreverse en Mareadas en la marea, la muestra que realiza junto a Cecilia Palmeiro en la sala de arriba de la galería y que reúne memorabilia, carteles cromoactivistas, fotos y videos de las acciones que realizaron en conjunto para las manifestaciones de “Ni una menos”, y el desfile que realizó en arteBA con las alumnas del taller de arte de Villa Fiorito con el propósito de vender remeras pintadas por ellas; accionar un espacio común de comunicación y matizar los prejuicios.
Ante la pregunta de sí no teme provocar los conflictos o la crítica afirma: “Trato de manejar el auto hasta el final de la carrera”.
Hasta el 1º de julio, en la Galería Nora Fisch, Córdoba 5222.
* La autora es periodista especializada en artes visuales.