Hace unos días, la cantante brasileña Anitta anunció que en las próximas elecciones presidenciales de su país, previstas para octubre, votará a Luiz Inácio Lula da Silva, que en las encuestas mantiene una clara ventaja sobre el actual presidente Jair Bolsonaro. El sorpresivo apoyo de la popular artista al líder del Partido de los Trabajadores (PT) se manifestó después de que el sábado pasado un policía bolsonarista asesinara al dirigente petista Marcelo Arruda. “La postura extremadamente agresiva y antidemocrática de esa gente no me deja otra opción. No soy petista y nunca fui. Pero este año estoy con Lula”, escribió Anitta en su cuenta de Twitter, al tiempo que puso a disposición sus redes sociales para hacer campaña por Lula. El tweet fue enseguida compartido por el mismo Lula, que redobló la apuesta: “Vamos juntos envolver o Brasil!” (“¡Vamos a incluir Brasil juntos!”), jugando con el tema “Envolver”, uno de los más recientes éxitos de Anitta, que entre otras cosas es de lo más escuchado en la plataforma Spotify.
Identificada con la comunidad LGTBQ, vegana y pacifista, Anitta es un buen ejemplo de artista planetaria en estos tiempos de contradicciones. Cantante, compositora, actriz, bailarina, empresaria y presentadora, su música engloba el pop latino, la música electrónica, el reguetón, con letras más que insinuantes en las que contrapesa las embestidas del machismo con iniciativas propias: “Tu me quieres perrear y yo quiero partirte”, le dice al morocho que la menea en “Envolver”. Sus seguidores en las distintas redes sociales se cuentan por millones: en Instagram tiene 63, en TikTok más de 20 y en Twitter unos 17M. Desde ahí es posible seguir su vida y su trabajo, en esa mezcla de sensibilidad cotidiana, impulsos artísticos y declaración de principios de varios tipos, que entre la confesión y el vértigo definen lo que termina imponiéndose como una épica social.
Hace tres días lanzó “Tudo nosso”, con el rapero brasileño Filipe Ret, enseguida promocionado como una de las coreografías más sensuales desde “Envolver”. A las pocas horas posteaba desde Ibiza sefies con Maluma, una abundantemente “likeada” exposición, que entre lo personal y lo profesional no terminaba de entenderse como un momento de trabajo o una escapada. Esa inmensa popularidad en las redes rebota y se multiplica continuamente también a través de los medios tradicionales y los portales de noticias. Sólo en la última semana, además de su definición política y el nuevo video, los medios levantaron de sus redes varias noticias. Por ejemplo, el minivestido de rejilla metálica plateada que la destacó en el evento con el que Dolce & Gabanna celebraron en Sicilia sus diez años en el mundo de la alta costura. O la colaboración con el videojuego Free Fire, no sólo con una nueva canción sino también con una skin, el personaje “La patrona”, inspirada en la cantante.
También fue noticia reciente el anuncio de una cirugía a la que deberá someterse en breve, que la mantendrá por un tiempo alejada de los escenarios. Después de varios años de convivir con dolores abdominales, le diagnosticaron endometriosis. “Nueve años desde que empezó esta telenovela. He probado todo lo que me han dicho todo tipo de médicos. Todos los consejos y las técnicas que me han explicado. Incluso he probado las de Google. Nada ha funcionado”, posteó en Twitter y abogó enseguida por mayor información sobre esos temas para las mujeres: “Más acceso, más interés general en cuidar el cuerpo femenino para que podamos ser libres y poder cuidarnos”.
Larissa de Macedo Machado nació en 1993 en los suburbios de Río de Janeiro. Desde niña formó parte del coro de la iglesia y a los 16 años subía a YouTube vídeos domésticos en los que cantaba y bailaba. A los 17 un productor la descubrió y comenzó así una carrera que, sin ser meteórica, nunca dejó de ser ascendente. Poco después adoptó el nombre artístico de Anitta, inspirada en la malvada y sensual protagonista de la serie de televisión La presencia de Anita. “Podía ser sexy sin parecer vulgar, niña y mujer al mismo tiempo”, dijo alguna vez para explicar su elección. Tras los primeros éxitos como solista, con videos como “Meiga e abusada” (Dulce y maltratada) de 2012, nombre además de su primer álbum, siguieron después las colaboraciones que la afirmaron a nivel internacional.
El cantante funk Nego do Borel, la rapera australiana Iggy Azalea, el cantante drag queen Pabblo Vittar, el DJ sueco Alesso, el colombiano J. Balvin --conocido como El príncipe del reguetón--, la cantante colombiana Greeicy Rendón, la reguetonera dominicana Natti Natasha, los hiphoperos estadounidenses Black Eyed Peas, el trapero español Don Patricio y angoleño-canadiense Preto Show, además de Tini Stoessel y Maluma, son algunos de los nombres que sostienen la sorprendente ubicuidad de Anitta entre las distintas tendencias del género urbano en el amplio universo latino.
Manager de sí misma, Anitta se expresa con el lenguaje de las redes sociales, entre el deber de crónica hacia sus fans y la desacralización de su figura. A la hora de hablar de sus amantes resume que estuvo “con la industria prácticamente entera” y se defiende de la sospecha de estar donde está por sus atributos físicos argumentando el enorme trabajo que le costó llegar. Dos posteos más adelante puede asegurar que no se puede vivir “esperando que todo sea perfecto” y relativizar las presiones del éxito eludiendo la disputa de quién canta o baila mejor, “porque eso no importa”.
Lo que ahora parece importante, para la estrella de la música pop que no olvida que nació en una favela de Río, es terminar con la violencia y sostener la democracia en su país. Por eso, apoya la candidatura de Lula. “Lucharé por alguien nuevo en la política presidencial brasileña en las próximas elecciones”, escribió en aquel tweet.