A la manera de Iron Maiden y su mascota Eddie, Los Brujos salen al escenario de Vélez con una marioneta gigante a la que bautizaron Psicodelio. El personaje aparecía dibujado en el fanzine de la banda y formaba parte de su imaginario. En esas páginas escritas para sus fans, conocidas como La bola asesina, Psicodelio peleaba contra distintos villanos de sus canciones y en la última viñeta terminaba yendo a un show de ellos. Ahora salta del papel al escenario, casi como un músico más, y está representado por un muñeco de cinco metros de alto para que se vea bien desde todos los rincones de la cancha.
Si la presentación como teloneros de Iggy Pop en Obras Sanitarias había sido un empujón anímico, esto de tocar en un estadio de fútbol frente a 20.000 personas roza lo surrealista. Y más teniendo en cuenta que el mes anterior actuaron en Cemento para 1.500 y que tienen apenas un solo disco en la calle. La ilusión dura treinta minutos hasta volver a convertirse en calabaza. Después de su set soporte vendrán las Calamity Jane y Nirvana. Son las 20.40 cuando Los Brujos pisan el escenario y nadie imagina todo lo que va a pasar esta noche fría de octubre.
Los Brujos no se desvivían por telonear a Nirvana. Pese a que en ese momento era considerada la banda más popular del planeta, tras la edición del exitoso Nevermind (de 1991, como Fin de semana salvaje), lo de ellos no era pose, ni sobreactuación: no eran grandes admiradores (después de todo, eran contemporáneos) y en las entrevistas previas al show le ponían paños fríos al asunto. “No compartimos esa postura de chicos simples y callejeros que muestran, pero tenemos un código en común, que es el de la energía”, declaraban, lo más diplomáticamente posible, en las páginas del Suplemento Sí!. Y en la Rock en Blanco y Negro capitalizaban la noticia como un triunfo propio: “Con Nirvana pasa que es la primera vez que llega al país un boom internacional en su total apogeo, y que nos haya elegido a nosotros, aparte del orgullo lógico, da la pauta de lo que está pasando con Los Brujos”.
El otro soporte de Nirvana que se había confirmado eran las Calamity Jane, un grupo punk de Oregon integrado por cinco chicas, que unos días antes del debut porteño se mostraban aguerridas. Frente a los medios argentinos reconocían estar “totalmente alteradas por la magnitud del show”, pero, a pesar de los nervios, decían que “si un tornado llegara a sacudir el escenario durante nuestro set, nosotras seguiremos tocando como si nada”. Al igual que Los Brujos, tenían un solo disco grabado, llamado Martha Jane Cannary. Cobain las había visto en vivo y las apadrinó. Primero tocaron juntos en los Estados Unidos y después las invitó a Buenos Aires. Toda una odisea para ellas, que recién empezaban.
Antes del show, Nirvana concedió una entrevista telefónica al Sí!, con Krist Novoselic como portavoz. Allí, el bajista de sangre yugoslava analizaba el furor del grunge en Seattle, despotricaba contra la gestión de George Bush (apoyaban a Bill Clinton) y disparaba contra Guns N’Roses. “No me interesa salir por ahí con ellos para embriagar mi cabeza y andar todo el día trepado a una limusina. Prefiero compartir mis shows con gente como Calamity Jane, Sonic Youth y Pavement. La semana pasada los fui a ver y me parecieron un circo lleno de policías. Son los Emerson, Lake & Palmer de los noventa. Una gran orquesta de mierda”. Con respecto a su inminente visita, dio una respuesta elegante (“Estoy excitado, nunca antes estuve allí, sé que Buenos Aires es una bella ciudad de gente trabajadora”) atravesada por su historia familiar: “Tuve un tío abuelo que murió allá, en 1930, bajo circunstancias misteriosas. Tal vez encuentre algún registro de eso cuando vaya”.
ANTI-RECITAL TOTAL
A las 17.30 se abrieron las puertas del estadio y la gente empezó a ingresar. Los Brujos estaban anunciados para las 20.30, las Calamity Jane para las 21.30 y el cierre de Nirvana a partir de las 23. Las bandas estadounidenses (que aterrizaron en Ezeiza el día anterior con 35 toneladas de equipos) llegaron al estadio en camionetas de alta gama y los del sur bonaerense... en colectivo. Recuerda Ricky Rúa: “Yo me tomé el bondi en la esquina de la casa de mi novia (Vero Ivaldi) para ir a la prueba de sonido. Nos encontramos con los chicos y fuimos en tren, y los seis Brujos entramos a Vélez con los instrumentos en la mano. Probamos sonido y la cancha era un sarpe. Estábamos nerviosos, pero a la vez queríamos comernos el mundo vivo”.
“Para el recital en Vélez todo se plantea de la misma forma que con Iggy Pop”, adelantaban Los Brujos en Rock en Blanco y Negro; es decir, decidiendo la lista de temas diez minutos antes de salir a ese escenario monstruoso de veinte metros de largo. Ya no hablaban de “beat-core” sino de “hardcore alegre”. Y estaban cansados de los paralelismos con los Red Hot Chili Peppers: “¿Por qué en la Argentina no puede existir un grupo original? ¿Por qué siempre hay que hacer un homenaje a bandas que pegan afuera?”, se preguntaban, molestos. “La comparación es superficial: ¿Porque no usamos camperas de cuero ni le rendimos culto a los Stones somos unos copiones de plástico? Habría que escuchar muy bien a los dos grupos antes de comparar”.
Diez minutos después de lo estipulado, Los Brujos aparecieron en escena con su muñeco Psicodelio y de adentro salieron Rúa y Alaci. Abrieron con “Mi papi no te quiere”, mientras los espectadores iban ingresando al predio. La temperatura rondaba los doce grados y prometía ser una noche fresca. En total fueron diez canciones (ocho de Fin de semana salvaje, más “La bomba” y “No matarás”). Sigue Rúa: “Toda la gente que estaba adelante era gente que nos venía a ver siempre, me acuerdo de ver todas esas caras juntas. El público respondió un montón: nos sentimos locales”.
La crónica del día siguiente publicada en Clarín lo corroboraba: “Después de los conciertos con Iggy Pop, el grupo parece moverse con comodidad como teloneros de números internacionales. Con su fusión de estilos (funk, rap, reggae, hardcore) y un notable despliegue escénico, Los Brujos comenzaron de día y terminaron de noche, envueltos en aplausos de los que llegaron temprano al estadio”. La Pelo también se deshizo en elogios: “Los hechiceros del beat desenfrenado lograron un efecto poco frecuente para grupos soporte: gustaron y ganaron aplausos que nada tenían que ver con la impaciencia”.
Las Calamity Jane no tuvieron la misma suerte que Los Brujos. Las chicas tocaron algunos temas y enseguida fueron abucheadas por el público argentino, que les arrojó una gran variedad de objetos, y tuvieron que abandonar el escenario, bajo la mirada impávida de Cobain desde el backstage. “Nunca entendí por qué las agredieron tanto. ¡Llegaron a tirarle pilas Eveready grandes, de linterna! Para mí era muy buena la banda, acorde al evento, por eso creo que todo fue una cuestión de género”, advirtió Lee Chi en el Sí!. “Me acuerdo que por ahí también estaba Courtney Love con un vestido blanco, todo roto, ¡y las cagó a pedos! Yo estaba con PK, un periodista de la revista Rock en Blanco y Negro, y le fuimos a hablar a una de ellas, para alentarla. Siguieron un toque más, pero era imposible”.
PK (José Bellas), testigo privilegiado del show, completa el cuadro de Lee Chi: “En un momento la cantante (Gilly Ann Hanner) tira los instrumentos y se viene a llorar a un costado del escenario, donde estábamos nosotros, y Lee Chi me dice: ‘Vamos a convencerla, hablale, haceme de traductor, decile que está bueno lo que están haciendo’. Al rato viene otra mujer que hablaba en un inglés mucho mejor que el mío, se da vuelta ¡y era Courtney Love! ‘¿Vos sos Courtney Love?’. ‘Sí’. Le dije que me encantaba Hole y le hablé de la banda. ‘Thank you’, me respondió, y se fue. Yo estaba extasiado con el show de Nirvana: cuando salieron a tocar esa desidia, que fue un anti-recital total, pensaba ‘qué genios que son estos tipos, ¡son como los Sex Pistols!’”.
A la semana siguiente de su paso por Buenos Aires, Nirvana dio uno de los conciertos más celebrados, cerrando ante 60.000 personas el Reading Festival de Inglaterra. Lejos de esa magnitud, el trío apareció en el estadio José Amalfitani media hora antes de lo previsto, con un tema de Sonic Youth de fondo (“Drunken Butterfly”) y se fundió en una zapada inédita que no volverían a tocar en ninguna otra ciudad del mundo (en las grabaciones pirata se la llamaría “Nobody Knows I’m New Wave”). Hicieron una lista basada en Nevermind (diez temas), algunos de Bleach y dos estrenos que los fans iban a conocer tiempo más tarde en Incesticide e In Utero. El show, claramente, fue un banco de pruebas para ellos, entre hits, improvisaciones y burlas al público. “Ey, Chris, ¿querés bailar el tango?”, le preguntó Cobain a Novoselic antes de “Polly”.
Se sabe: durante todo el set (noventa minutos) el guitarrista amagó tres veces con el riff de “Smells Like Teen Spirit”, el tema que todos estaban esperando... pero nunca lo tocó entero. La canción más ovacionada de la noche resultó entonces “Lithium”. Para el cierre eligieron el track oculto de Nevermind (el instrumental “Endless, Nameless”) y se fueron sin saludar. La gente se quedó cantando “No se va, Nirvana no se va”, pero la función ya había terminado.
Dice Fabio Pastrello: “Recuerdo a Courtney Love andando con un vestido blanco todo agujereado y descalza por los corredores de Vélez, totalmente dada vuelta. Me crucé con Kurt y el bajista en el ascensor del hotel y me impresionó ver cómo tenían los ojos, estaban hasta la manija. Hicieron un show pésimo, con excepción del batero. Kurt estaba enojado porque la gente había sido muy hostil con la banda que ellos trajeron de soporte, las Calamity Jane, y lo hizo notar. Nos invitaron al camarín y fueron Lee Chi, Alaci y no sé quién más. Contaron que se estaban tirando la comida entre ellos. A mí nunca me gustó Nirvana y menos cuando llegué ese día y vi que les habían hecho un túnel a pedido de ellos para estar apartados de todos. Me pareció que al final eran tan estrellas como Axl Rose”.
ACTITUDES Y MERECIMIENTOS
Nirvana se hospedó en el Sheraton los cuatro días que pasó en Buenos Aires. El Otro Yo –otra criatura mutante del sur bonaerense– fue hasta el hotel a llevarle un demo, haciéndose pasar por un fanzine para poder charlar con los músicos. José Bellas entrevistó a Dave Grohl al día siguiente del show y así lo relató en el programa Los subterráneos (Radio Universidad de La Plata): “Yo tenía una Coca-Cola en la mesa; en un momento escucho un ruido y era Cobain sirviéndose. Y me mira que estaba con una remera de Dinosaur Jr., que era mi grupo favorito y la llevé para tribunear un poco, y me sonríe. Al lado mío lo estaba entrevistando Sergio Marchi para el Suplemento Sí!, y yo pensaba: ‘¡Quiero hacer esa nota, no esta!’”.
El cantante grunge le aclararía a Marchi, ante el desconcierto de sus seguidores argentinos y de la prensa, que en realidad no hubo ningún tema nuevo en el show. “Lo que sí hubo fueron bosquejos de cosas que podrían ser llamadas canciones. Decidimos escribir canciones y tocarlas: a medida que los hacemos se van transformando en un mapa. Es como el free-jazz”. También se excusó por los pifies (“toqué con una guitarra nueva que no conocía y me equivoqué en unas cuantas notas”) y repudió el violento episodio contra las Calamity Jane: “Había muchos hombres en la audiencia y me parece que las trataron muy mal. No me gustó para nada, me puso mal. Me pareció muy triste ver a tantos pibes jóvenes con esa actitud discriminatoria hacia un grupo de chicas que trataba de hacer su show. La gente fue tan mala con ellas que no se merecía escuchar Smells Like Teen Spirit. Fue mi manera de mandarlos a cagar”.
Las Calamity Jane se separaron después de ese recital. “Fue nuestro último recital, debido a una variedad de circunstancias”, reveló su cantante, Gilly Ann Hanner, en 2015 al Sí!. “Esa noche tuvo un gran impacto en nuestra autoestima, combinado con el hecho de retornar a casa con nuestras guitarras rotas y tener que esperar tres meses a que nos paguen por un problema del management. Estábamos descorazonadas y decidimos volver a Oregon sin siquiera finalizar el tour. Nuestro ánimo estaba por el suelo y nos tomó años recuperarnos”.
¿Qué recuerdos les quedaron de aquel 30-O?, indagó Bellas. “Es una imagen recurrente, borrosa, luces brillantes, gritos y caos. No estábamos preparadas para ser tratadas de esa manera por la audiencia y, más tarde, por nuestros asistentes. No nos apoyaron y me dijeron que había actuado ‘mal con el público’. Cobain se disculpó por el comportamiento de la audiencia y nos dijo que consideraba negarse a tocar, pero que romper el contrato hubiese sido algo malo para sus compañeros de banda y su crew. Courtney Love vino al backstage cuando abandonamos por primera vez y nos decía: ‘¡Salgan otra vez, esto es punk rock! ¡Las aman!’. Y lo hicimos por un rato, hasta que tiramos las guitarras y ya no volvimos”.