El regreso de Boca a su estadio después de las turbulencias que transitó en los últimos días, tenía el agregado del veredicto que le darían los hinchas al equipo.

El clima que se vivió en la Bombonera fue con una gran expectativa sobre las reacciones que llegarían desde afuera, más allá de la urgencia por lograr una victoria.


El público fue respetuoso con los futbolistas, y los aplaudió cuando sus nombres eran mencionados por los altoparlantes, en el instante que apareció la formación titular. A pesar de ello, no cayó bien la salida del capitán Izquierdoz, aunque no reclamaron su presencia.

Boca pudo ponerse en ventaja rápidamente, pero Benedetto volvió a fallar un penal cuando transcurrían siete minutos, producto de una mano de Rafael Pérez. 

El aliento, luego de esa situación, continuó desde las populares, mientras el silencio prevaleció en las plateas y los palcos. El equipo exhibía una leve reacción presionando en el campo de Talleres, con relación a su actuación frente a San Lorenzo.

El tiempo iba pasando y la paciencia con algunos jugadores fue decayendo. Ramírez, cada vez que perdía la pelota, recibía un murmullo en clara demostración de disconformidad.

Los equipos no podían generar peligro en las áreas, y el desarrollo se hacía tedioso. El ingreso de Zeballos en el segundo período fue con la intención de que Boca tuviera más audacia, pero la claridad en los metros finales no aparecía.

El problema que tenía Boca era la falta de un creador de juego en ofensiva, y de esa manera dependía de alguna acción individual. 

Con ese panorama, el equipo parece deambular en la cancha, y las pretensiones de éxito se reducen. La balanza la terminó inclinando un nuevo penal, esta vez a instancias del VAR, por una falta sobre Benedetto.

El nuevo capitán, Marcos Rojo, fue el que permitió que Boca se reencontrara con el triunfo, algo que necesitaba para tener un poco de paz.