La ola de calor que aplasta por estos días la península ibérica es especialmente cruel en Galicia: los gallegos no están acostumbrados a estas temperaturas de 30 grados diarios y la humedad es inefable. Y en Santiago de Compostela al agobio se les suma los peregrinos que llegan de a cientos todos los días y abarrotan una ciudad preciosa pero pequeña: hay cantos y gritos y petardos. Los alrededores de la Catedral quedan casi intransitables y muchos de los ciudadanos locales, los que no se fueron al campo, buscan el fresco de los parques. En uno de ellos, el de la Alameda, en pleno centro, hay una estatua diferente a todas: Santiago es una ciudad de piedra y de ocres, de conventos, iglesias y cruceiros. En la Alameda hay dos mujeres, ya mayores, vestidas con ropas coloridas, ahora de amarillo y rosa –antes de rojo y azul, los colores cambiaron-- una de ellas con un paraguas violeta. Son las hermanas Maruxa y Coralia Fandiño Ricart y la escultura fue ubicada ahí, en el paseo, en 1994. Se las llama Las Dos Marías, Las Marías o Las Dos en Punto y la historia que las llevó a la Alameda es hermosa y es triste y es trágica. También es una historia de resistencia.

Las hermanas, una nacida en 1898, la otra en 1914, eran hijas de una costurera y un zapatero. Cuando se hicieron mayores, vivieron y trabajaron en la calle Espíritu Santo, las dos costureras como su mamá. En 1925 se abrió la sede de la Central Nacional de Trabajadores (CNT) en Santiago. Manolo, el hermano Fandiño de apenas 15 años, se convirtió en secretario general. La CNT era anarquista. Otros dos hermanos más se convirtieron en militantes. Pero en 1936 se desató la represión franquista y los hermanos, muy comprometidos, tuvieron que escapar. Uno pasó 20 años escondido. El otro huyó al monte Pedroso, donde fue atrapado, encarcelado y torturado. El tercero se fue poco después del golpe del 18 de julio en barco a La Coruña.

Pero entonces empezó la pesadilla para las hermanas. Los falangistas no las dejaban en paz: querían saber el paradero de los varones. Entraban en la casa a cualquier hora, rompían todo, las despertaban. Las desnudaban en la calle, en público, para humillarlas. Las llevaban al monte Pedroso desnudas para asustarlas y casi seguro violarlas. Ellas nunca revelaron dónde estaban sus hermanos, a pesar del constante acoso y la violencia. La tortura no terminó cuando los hermanos eventualmente aparecieron militando en la clandestinidad. A Coralia y Maruxa se las estigmatizó como “rojas” y putas y raras; ya nadie les pedía trabajo porque temían ser marcados como anarquistas y ellas, que vivían de coser pasaron hambre. Se resistieron, sin embargo, a vivir encerradas y aterradas. Empezaron a salir, delgadas y frágiles como aves, vestidas de colores vivos, maquilladas a tope, un verdadero contraste frente a esa ciudad gris y temerosa. Su resistencia era por la desfachatez, el color, un sueño de juventud. Nadie en la ciudad se vestía así, menos las mujeres. Los vecinos les regalaban comida pero las engañaban porque ellas no querían caridad: entonces les fiaban, o les dejaban dinero en los negocios donde ellas compraban, o les decían que la mercadería era promoción. Se cuenta que incluso organizaron una colecta para arreglarles el techo de la casa, que se voló en una tormenta. “Mucha gente que se sentía ahogada por el régimen y que no se rebelaba por temor a represalias, veían en Las Marías ese grito de libertad” dice el documentalista Henrique Rivadulla Corcón, que en 2008 presentó su película Coralia e Maruxa, as irmás Fandiño.

También se las llama Las Dos en Punto porque era la hora en que salían a pasear juntas y, en la caminata, les gritaban piropos a los estudiantes de la Universidad. Pero cuando alguno de ellos respondía a los flirteos les decían en castellano: “Tu ya tienes”, como para dejar en claro que se trataba de un juego. ¿Estaban locas? No se puede llamar así lo que el sufrimiento, la tortura y el abandono hizo con ellas. Estaban traumatizadas y heridas, pero no rotas, a pesar de que la ciudad las tenía por pintorescas y “personajes” y pocos hablaban de lo que habían padecido. Ambas murieron en los años 80. Coralia, la más joven, se mudó a La Coruña pero nunca se adaptó ni a la ciudad ni a estar lejos de Maruxa (ya muerta entonces) y preguntaba todo el tiempo cómo podía volver a Santiago. En 2014 se las enterró al fin juntas en el cementerio de Boisaca, en un sepulcro recuperado gracias a una colecta.

En Santiago, junto al interminable merchandising de la peregrinación, las joyas de azabache y las imágenes de la poeta gallega Rosalía de Castro, el ícono de su tierra, hay pines, pinturas, grafities, pósters, bolsos y postales de las Marías. Hay quienes se quejan porque sostienen que se banaliza su sufrimiento. Pero es una manera legítima de recordarlas, siempre del bracete, coloridas, paseando a la misma hora como un reloj. Sobrevivientes. La escultura es del artista vasco César Lombera basado en una de las pocas fotos de las hermanas, a quienes no les gustaba posar. Además de ser un atractivo turístico –la gente se retrata sin saber bien quiénes son esas dos mujeres paseanderas-- es el sitio de partida de las marchas y manifestaciones. Las Marías convocan y encabezan protestas, de alguna manera.

 

Este 18 de julio, en otro aniversario del golpe, se les hará un homenaje en Santiago de Compostela, junto a la estatua de la Alameda, como viene sucediendo hace varios años. El encuentro, por supuesto, es a las dos en punto de la tarde, el horario que las identifica. “Muchas formas de represión, otras formas de resistencia” dice el flyer y la librería feminista Lila de Lilith, que llama al encuentro Mullerenaxe (en contraste a “homenaje”, feminizando el término en galego) dice que lo que empezó siendo un acto de honra para las Marías de Compostela se convirtió en un acto de memoria, extensivo a mujeres reprimidas por el fascismo e invisibilizadas por el patriarcado. “Año tras año”, dicen, “fuimos dando a conocer a otras mujeres fusiladas, paseadas, torturadas, violadas, presas, peladas, echadas de sus empleos, separadas de sus hijos”. En la foto de la convocatoria se ve a las Marías muy jóvenes, el cabello oscuro, las dos posando junto a una bicicleta. Dos damas muy serias y muy valientes.