Una tarde, hace casi un año, encontramos por internet la página institucional del Instituto de Formación Docente y Técnica 10 (ISFDyT 10) de Tandil; allí, entre otras cosas, pudimos leer que había sido creado el 2 de julio de 1976, después del cierre de otro instituto de formación docente que –no por casualidad- había sido cerrado ese mismo día, en las afueras de la ciudad. Inmediatamente respondimos con una nota intentando explicar que aquel cierre no había sido un mero acto administrativo, sino que ese día el Instituto Superior de Educación Rural (ISER) había dejado de funcionar para siempre, y que dicho acto se había producido con la presencia intimidante del ejército en armas desalojando a los estudiantes. Lo podíamos afirmar pues habíamos sido testigos de ello: fuimos parte de aquellos estudiantes desalojados.

Dos meses después recibimos un correo de la directora del instituto, ella nos pedía más información para incorporar al historial de la institución, le agradecimos su respuesta y esta vez con la participación de alumnas y alumnos iserianos de aquel entonces escribimos una pormenorizada crónica de los hechos, y lo hicimos llegar. Si bien hacía un tiempo que queríamos reencontrarnos y movilizarnos por aquel hecho, ese intercambio epistolar electrónico fue el comienzo de una propuesta que finalmente hemos podido concretar entre los iserianos, el ISFDyT 10 y el Grupo Memoria por la Vida en Democracia de Tandil.

Un profesorado único en su tipo

A principios de abril de 1976 un grupo de jóvenes de diferentes lugares comenzábamos en Tandil la carrera de especialización en Magisterio Rural en el Instituto de Formación Docente en Educación Rural (ISER). No se trataba de un terciario cualquiera, pues era el único en su tipo en Sudamérica y habían pasado por allí miles de estudiantes que buscaban desarrollar nuevos rumbos en la Educación Rural, una asignatura siempre pendiente en nuestro continente.

El ISER funcionaba en el predio del otrora Palacio Sans Souci, ubicado en las afueras de Tandil que fuera construido en 1909 por pedido del estanciero José Santamarina y su esposa Sarah Wilkinson. Luego de vanos intentos de venta por parte de los herederos, en 1949 fue expropiado por el gobierno de Perón y pasó a ser lugar de descanso de los gobernadores de la provincia de Buenos Aires hasta que en 1954 en manos del Ministerio de Asuntos Agrarios se crea allí el Instituto “Eduardo Olivera” dedicado a la formación de mujeres quienes obtenían el título de “Visitadoras Técnicas del Hogar Agrícola”.

Con la irrupción de la Libertadora un año después, el predio fue restituido a sus propietarios originales y estos finalmente lo donan al Estado Provincial “con la exclusiva finalidad de que sea destinado como establecimiento educativo”; ello se concreta en 1959, durante el gobierno de Arturo Frondizi cuando se crea el Instituto Superior de Educación Rural (ISER) con la necesidad de replantear políticas públicas en educación para el ámbito rural.

Volviendo a los hechos que motivan esta crónica, una semana después del golpe militar del 76 nos dimos con una novedad poco auspiciosa: no se habían girado recursos para poder cubrir la alimentación del alumnado allí becado. El alumnado decide entonces hacer un aporte voluntario y organizarse en grupos de trabajo para proveer sus necesidades alimentarias. Allí aprendimos a ordeñar, criamos pollos, y trabajamos la huerta; era suficiente para comenzar, todo ello además de las clases en doble turno.

A principios de mayo se instaló allí un grupo del Ejército en el predio; empezamos a tomar conciencia que la situación en el mundo real –el país- había cambiado y que el destino de todos nosotros –estudiantes, docentes y del mismo ISER- se encontraba amenazado.

A fines de junio arribaron varios funcionarios del Ministerio de Educación de la provincia de Buenos Aires; venían a cerrar el Instituto“por razones de austeridad”, la medida llevaba la firma del ministro general (RE) Ovidio Solari. Nos daban plazo hasta el viernes siguiente para abandonar las instalaciones, perderíamos el año y el personal docente quedaba en disponibilidad o cesanteado. No queríamos resignarnos; en un corto tiempo las actividades y las experiencias vividas habían sido de tal intensidad que no estábamos dispuestos a perder todo aquello por lo cual habíamos puesto nuestro mejor empeño; decidimos entonces resistir pacíficamente en el lugar, mientras intentábamos visitar radios, la Universidad e informar a la prensa. Todo fue en vano; como era habitual en aquellos días ninguna autoridad política, los medios, ni las fuerzas vivas de la ciudad alzaron su voz en defensa del Instituto.

En la víspera del desalojo, por la tarde, llegaron vehículos del Ejército; la situación era tensa. A pesar de ello, esa noche se acercaron varios de nuestros profesores y un grupo de coreutas de la Universidad del Centro de la Provincia de Buenos Aires y cantamos todos juntos, reunidos en el comedor, mientras los militares se encontraban apostados afuera. Fue la despedida de un sueño que finalmente se iría transformando en pesadilla. La mañana siguiente, a las 8 en punto, se escuchó la voz de mando; los militares con equipo de combate formados frente al mástil nos observaron partir con nuestros bolsos y valijas. Seguimos a pie, en silencio, recorriendo por última vez la arboleda de Sans Souci rumbo al portón de salida. Era el viernes 2 de julio de 1976.

El ISER en 1976. 

A pesar de todo, seguimos insistiendo ante las autoridades de Educación Superior de la provincia, nos turnábamos todas las semanas para ir al Ministerio en La Plata, corriendo riesgos, hasta que finalmente logramos que se autorizara a cada estudiante a continuar en el instituto más cercano a su domicilio. Si bien habíamos perdido la carrera, era algo. Nosotros nos recibimos, trabajamos como maestros rurales y nos instalamos en Salta, donde actualmente residimos desde 1979.

Un palacio del terror

El cierre del ISER generó el desmadre de quienes nos encontrábamos allí estudiando; algunos culminamos nuestros estudios y continuamos en la docencia, otros frente a las dificultades, abandonaron o cambiaron de rumbo. Los edificios y el predio del ISER no tuvieron mejor suerte que el resto del país; de ser un lugar de excelencia, único en su tipo en Latinoamérica, en manos del ejército se convirtió en un centro clandestino de detención (CCD) donde se aprovechó la soledad del campo para torturar y asesinar; ese paraíso literalmente se convirtió en un infierno. Los militares continuaron en el lugar hasta fines de noviembre del mismo año, luego se creó y funcionó allí una subzona operativa de la Policía bonaerense de Camps que abarcaba las unidades del interior, Bahía Blanca, Azul, Mar del Plata y Dolores; de ahí su importancia y la dimensión del silencio que se instaló en la ciudad de Tandil acerca de su funcionamiento.

Con el arribo de la democracia el predio regresó a manos del Ministerio de Educación, pero los militares y policías ya habían arrasado con el mobiliario, herrajes, mármoles, sanitarios, vajilla y enseres varios. Dos años después pasó a la Municipalidad; y en 1991, de la mano del ex militar Juan José Zanatelli, quien había sido intendente durante la dictadura y ahora regresaba por el voto popular (1991-2002) llegó la ocupación premeditada del edificio por familias intrusas hasta que fue restituido a Educación. A partir de 2007, en otro edificio del mismo predio funcionan las carreras de Administración Agropecuaria y Paisajismo del ISFT 75 incorporándose luego otras más.

En 2009 un incendio intencional arrasó con parte del bosque y también del palacio, condenándolo definitivamente al abandono por riesgos de derrumbe; ya se sabía entonces, por los testimonios de ex detenidos, el destino que había sido dado al ISER durante la dictadura cívico militar. Aunque el sitio ya ha sido reconocido como CCD, la Justicia todavía no ha requerido el relevamiento correspondiente del lugar.

La memoria acerca del ISER, a 46 años

Hoy está en marcha el juicio por delitos de Lesa Humanidad por La Huerta y otros sitios de detención en el centro de la provincia de Buenos Aires, entre ellos el ISER. En ese marco, el ISFDyT 10 de Tandil ha organizado lasjornadas Entre la historia y la memoria: Recuerdos, testimonios y silencios, de las cuales hemos participado como ex alumnos.

Finalmente, un grupo de aquellos estudiantes de otrora, nos hemos reunido con docentes y estudiantes del actual instituto y el Grupo Memoria por la Vida en Democracia nos reunimos en Tandil del 30 de junio al 2 de julio pasados para participar de las jornadas, trabajar en la reapropiación de la memoria sobre el ISER y los hechos que allí han sucedidoy contarles nuestra experiencia.

Las jornadas finalizaron el sábado 2 de julio en el predio de Sans Souci, a 46 años del cierre, donde un numeroso grupo de asistentes recorrió el lugar junto a nosotros para abrazar al ISER, reivindicar la importancia de dicho instituto y repudiar su posterior uso y los delitos cometidos allí por el terrorismo de estado. Como cierre, las iserianas e iserianos plantamos allí un árbol: un gingko bilova, una de las especies más antiguas y símbolo de la resistencia y la memoria. Haber podido compartir con Memoria de Tandil junto a nuevas generaciones de jóvenes docentes y alumnos es muy gratificante y un reaseguro para vencer olvidos y silencios. Para ellos nuestro profundo y sincero agradecimiento y nuestro compromiso como Colectivo de seguir venciendo al olvido.

Hoy nos damos con la preocupante novedad de que la Dirección General de Cultura y Educación ha cedido las tierras del predio Sans Souci al Ministerio de Hábitat y Desarrollo Urbano de la Provincia para la planificación de un ambicioso proyecto de urbanización. Nos preguntamos cómo es posible que esto ocurra en un gobierno popular cuando ese predio adonde han torturado y desaparecido personas sea arrasado sin haber sido siquiera relevado por personal idóneo.

El mismo lugar donde se formaron jóvenes que querían una mejor calidad de Educación para los sectores más postergados del campo fue transformado durante la dictadura cívico militar en un sitio del horror por el que han pasado muchos de aquellos otros jóvenes que hoy nos faltan, con el riesgo, además, de borrar ahora los posibles indicios de delitos imprescriptibles que aún perduran. Por ellos, por el ISER, por los docentes que fueron cesanteados entonces y por quienes pasamos por sus aulas hoy solicitamos coherencia y responsabilidad de nuestros funcionarios y exigimos: MEMORIA, VERDAD, JUSTICIA.

*Docente; fue maestra rural. Forma parte del Colectivo ISERIANOS.

**Escritor y realizador audiovisual; fue maestro rural. Forma parte del Colectivo ISERIANOS.