El día de mañana se cumple un nuevo aniversario de la detención y desaparición de Inés Ollero, estudiante de biología en la UBA y militante comunista. La noche del 19 de julio de 1977, el colectivo de la línea 187 en el que habitualmente viajaba, desde el centro de la ciudad hasta San Andrés, provincia de Buenos Aires, fue detenido por un operativo militar. La totalidad de los pasajeros fueron derivados a una comisaría, de la que luego serían liberados, a excepción de Inés. Su historia, y la paradigmática tarea de su padre, César Ollero, son retratados en El oficio de buscar a Inés. Ópera prima de su directora, Anahí Carballido Marzá, El oficio de buscar a Inés se estrena justamente mañana en la plataforma KINOA.TV.

“El suyo fue un caso muy paradigmático dentro de las búsqueda de los desparecidos, porque fue el caso que llevó a que fuera detenido Rubén Chamorro, el Vicealmirante que dirigía el centro clandestino de la ESMA. El padre de Inés se entrevistó con este hombre y fue algo totalmente por fuera de lo esperado. De hecho, Chamorro lo recibió en varias oportunidades. También es un caso especial porque César Ollero hizo un recorrido jurídico que casi no se detuvo durante todos los años de la dictadura, lo cual es extraordinario, ya que los hábeas corpus se cerraban, y no por falta de voluntad, sino porque no había por dónde seguir. Pero Inés fue llevada a una comisaría, donde fue detenida con su nombre; tuvo una entrada legal, digamos. Esto llevó a que el juez, en este caso Eugenio Zaffaroni, pudiera continuar con el pedido de información a las autoridades de seguridad del Estado”, explica Anahí Carballido Marzá a Rosario/12.

-Al respecto, Zaffaroni comenta en tu película que Videla le respondió que estaba bien que no recibiera información alguna.

-Fue el reconocimiento de lo que hacía el Estado en ese momento, y es lo que quedó documentado. Fue extraordinario, porque se presentaban los testigos, cuando en general era algo que no sucedía; de hecho, el colectivero también declaró, y lo hizo luego en el Juicio a las Juntas.

-En la película hay una atención especial para César Ollero, y no es para menos. Es él quien dice que, a partir del secuestro de Inés, ya no hubo un día después, ¿no?

-Así es, “no hubo un día después”. Y dice que a partir de allí aprendió un nuevo oficio, el oficio de buscar a Inés. Él había sido empresario hasta ese momento, fabricaba motores de heladeras industriales, y dejó todo para buscarla. Tuvo que aprender a moverse con los periodistas, en los juzgados, investigar. Así llegó a la información de quienes habían pasado por la ESMA, y llegó a la entrevista con Chamorro. Era alguien excepcional. Era gallego, venía de Ourense, y su familia era republicana. Tenía una formación política y una búsqueda por la justicia. Y tuvo también su propia experiencia de estar preso en Argentina, al ser perseguido por su militancia sindical. Hay cosas que él señala, como cuando salió en libertad de la isla Martín García, justamente el mismo día, del año 1943, que el del secuestro de su hija, en 1977. Un 19 de julio. Él se adhería a ciertas marcas, que son cosas que pasan con los familiares de los desaparecidos, que empiezan a buscar explicaciones o signos. Por eso, tenemos en la película a una antropóloga que explica muy bien esto de atender lo que falta, a la ausencia, porque hacen falta significantes, cosas que le den sentido a esa ausencia. Hay que comprender que hay una ausencia pero hay que hacer algo con eso. La película está enmarcada en esto, en intentar resignificar la desaparición.

-En un momento, alguien narra sobre la imagen de César Ollero dirigiéndose al encuentro con Chamorro, en la ESMA, esa noche desolada a la 1 de la mañana.

-Quien lo cuenta es Lois Pérez Leir, el primer novio de Inés. Él luchó mucho porque esta historia fuera contada y fue quien acompañó a César en el auto, lo dejó enfrente, y vio cómo cruzaba la avenida, a la 1 de la mañana, con el frío y con esa desolación. Lo describe como si entrara en la boca del lobo. Fue algo que tratamos de plasmar con el ilustrador.

-Allí aparece el recurso de la historieta para la narrativa de la película, ¿por qué esta elección?

-Entre otras cosas, y durante los cinco años que duró la realización, tuvimos ideas que fuimos descartando, como la de incorporar actores que representaran lo que no podíamos grabar en las entrevistas, pero nos pareció mucho más rico optar por la ilustración; el cómic es algo que me conmueve, es muy narrativo. Cuando me presentaron a Emiliano Urdinola, su trabajo me encantó. Ahí surgió otro guionado, luego del que realizamos sobre lo que queríamos contar y que de hecho se fue modificando, algo habitual con los documentales. Emiliano propuso cosas muy interesantes al momento de diseñar las páginas, su trabajo es conmovedor.

Entre los testimonios que la película recopila –y organiza a la manera de un bordado amoroso– figuran los de Gustavo Abrevaya, Graciela Rosa Acosta, Daniel Arensburg, Susana Blejman, Liliana Capa, Nora Cortiñas, Lorena Lores, Silvia Ollero, Laura Panizo, Lila Pastoriza, Adolfo Pérez Esquivel, Lois Pérez Leira, Graciela Rosemblum, Carlos Slepoy, Mercedes Soiza Reilly, Edgardo Tabasco y Eugenio Zaffaroni. El retrato resultante tiene, en las figuras de Inés y César Ollero, su concomitancia. Como explica la realizadora: “Es la historia del vínculo entre ellos dos, y de lo que se armó entre la familia de Inés. Contado desde el punto de vista de un amor que no tiene límites. También pensamos que hay algo de la resignificación de las cosas y de un efecto social al momento de hacer esta película, porque creemos que no es sólo por Inés, la familia, y los desaparecidos, sino por la memoria de un pueblo, para entender que es la memoria la que nos va a rescatar de que ciertas cosas no se repitan, y que haya una lucha por el sentido de las cosas, por una civilización donde esto no suceda”.