Metrochenta: 9

Dramaturgia y dirección: José Guerrero

Intérprete: Eddy García

Diseño de vestuario: Uriel Cistaro

Diseño de luces: Tefa

Diseño de sonido: Mantrixa

Asistencia de dirección: Tomás Corradi Bracco

Producción: Gisela Cantero, Nicolás Capeluto

Dirección de movimiento: Virginia Leanza

* Metrochenta se puede ver los viernes a las 23.30 en Timbre 4, México 3554. Localidades ($1200) por Alternativa Teatral.

“Una canción de despedida, un melodrama prematuro, puto y lumpen”. Así es como el rionegrino José Guerrero define la obra que escribió y hoy dirige en Timbre 4, Metrochenta, protagonizada por un gran intérprete como Eddy García. El texto obtuvo el premio Estímulo a la Escritura “Todos los tiempos el tiempo” de Fundación PROA y La Nación en la categoría Dramaturgia. Luego, el montaje fue uno de los cuatro seleccionados por la Bienal de Arte Joven de Buenos Aires junto a Les reyes, Dirección desconocida y Pachabananix.

Guerrero (El borde cerca, La teoría de un Brian, Tokia) nació en Allen, ciudad de 20 mil habitantes situada en el Alto Valle de Río Negro, y creció en el seno de una familia evangélica. No siempre es indispensable conectar los datos biográficos del autor con su creación, pero en este caso esa conexión puede echar luz sobre algunos aspectos del origen de esta pieza. “Crecí en una familia donde ser puto es el peor pecado y encontré en la escritura un modo de zafar de eso, la posibilidad de crear mundos que confronten con ese mandato familiar”, decía el dramaturgo en la presentación de lxs bienalistas que se llevó a cabo en abril en el Centro Cultural 25 de Mayo.

El resultado del proceso creativo que inició su camino con esta serie de reconocimientos es una pequeña bomba escénica, una molotov con efectos demoledores. Si se lo extrae de la escena, el texto de Guerrero podría ser definido como un material crudo en clave realista que aborda la historia de amor entre Suspiro y Metrochenta, dos putos bravos y menudos que surcan el caos de la noche suburbana y se convierten en el blanco de una banda de matones, esos que destilan odio sin saber muy bien por qué.

Sin embargo, sobre el escenario y a través del cuerpo de García, esa dramaturgia adquiere nuevas dimensiones. Aún cuando lo que se narra es una tragedia –la del Metro, que no logra correr tan rápido como Suspiro– Metrochenta es también una celebración. Ese contrapunto entre fiesta y tragedia está habilitado esencialmente por el desempeño de Eddy, un intérprete menudo (como se define Suspiro) y, a la vez, gigante. Su cuerpo se convierte en la pista sobre la que se despliega el baile: crop top súper stretch, chupines, altas llantas, riñonera canchera; ojos saltones con delineado fuerte, pelo sauvage y mucho glam.

Lo que propone García es brillante porque logra empatizar de inmediato con esa audiencia a la que le cuenta este melodrama romántico rosa chicle, desde la primera charla tierna en la disco y el fogoso encuentro sexual en el baño hasta la huida por esa “ciudad egoísta”. En su personaje se condensa la ternura y la turbulencia, lo solemne y lo festivo, el amor turbio y el más ñoño, lo profundo y lo trivial, todo junto. Cuando baila, dan ganas de bailar. Cuando ríe, dan ganas de reír. Cuando intenta levantar a Metro del asfalto, dan ganas de ir a socorrerlo. Eddy es un intérprete singular, de esos que logran reducir la distancia entre escenario y platea en un chasquido.

En Todo piola (2015), notable pieza basada en poemas de Mariano Blatt y dirigida por Gustavo Tarrío que comparte cierto clima con Metrochenta, García ya había demostrado su gran destreza corporal y llamaba la atención que su formación principal no fuera la danza. En aquel proyecto compartía escenario con la bailarina Carla Di Grazia y la cantante Guadalupe Otheguy, y el diseño de movimientos –al igual que en la obra de Guerrero– estaba a cargo de Virginia Leanza. Metrochenta se alimenta de unas cuantas referencias: hace poco García posteó en sus redes un fragmento del film Brüder der Nacht (Patric Chiha), Guerrero citó Pink Narcissus, al final suena “Historias de amor” de Fangoria y todo eso forma parte de una misma constelación.

Aunque este es su primer unipersonal, Eddy no está solo en escena sino respaldado por una cofradía (Mantrixa a cargo del diseño sonoro y la música en vivo; Tomás Corradi Bracco, asistente de dirección) que le da verosimilitud a la atmósfera bolichera y subraya aquella promesa de Suspiro: “Voy a asegurarme de que los rancios aprendan que ser familia no es cosa de ellos nomás, que se puede ser familia con cualquiera que te quiera”. Hay melodrama, sí. Hay tragedia, claro. Pero en esa plegaria final también hay un profundo orgullo, una reivindicación del placer y la ternura.