El Puente Transbordador Nicolás Avellaneda, la mole de hierro que desde hace 103 años domina el paisaje del barrio de La Boca, será reinagurado en octubre luego de permanecer casi 60 años en desuso y en estado de abandono. El arreglo, que originalmente estaba previsto para festejar los 100 años, en 2014, está en la última etapa de restauración y puesta en valor. El Puente que conecta la ribera porteña del Riachuelo con la Isla Maciel y que sobrevivió a varios intentos de desmantelamiento a lo largo de su historia, es uno de los ocho que sobreviven en su tipo en el mundo y el único fuera de Europa. Una vez que vuelva a estar en funcionamiento, varias organizaciones impulsarán la candidatura conjunta de los ocho puentes como Patrimonio Histórico de la Humanidad por la Unesco. Las autoridades aún no definieron cuál será el uso que se le dará, aunque algunas fuentes señalaron que podría usarse para fines turísticos o educativos.
La obra de recuperación del puente que en 1999 fue declarado monumento y lugar histórico nacional tuvo un costo de 160 millones de pesos, según informó el ministerio de Transporte, que controla a través de Vialidad Nacional la ejecución que lleva adelante una empresa privada
“Estamos en la última etapa de esta reestructuración, que terminaría a fines de septiembre o principios de octubre, porque estamos sólo a la espera de las lámparas led de funcionamiento independiente para el sistema de iluminación del puente, que no se fabrican en Argentina”, explicó Angélica Caro, la inspectora de obra de Vialidad Nacional.
Las tareas de restauración respetaron el diseño y los materiales originales. El trabajo incluyó, en primer lugar, el traslado del gasoducto de alta presión que atraviesa el Riachuelo a través de la estructura metálica del puente y que abastece a la Isla Maciel. Después se restauró la sala de máquinas y la estructura.
Se reacondicionó la cabina, se instaló la maquinaria de la barquilla, se arenó y pintó la estructura, al igual que la plataforma de transporte y se colocó balizamiento aéreo del monumento.
La única innovación que tendrá el transbordador inaugurado el 31 de mayo de 1914, además de los motores que son modernos, es un sistema de luces similar al de la Torre Eiffel de París, que, de acuerdo con Caro, permitirá “cambiar el color de acuerdo a las necesidades y el puente podrá adoptar, por ejemplo, los colores de la bandera de algún país o de un evento particular”.
De los 20 puentes transbordadores que se construyeron en el mundo, sólo quedan en pie ocho: tres en el Reino Unido (en Newport, Middlesbrough y Warrington); dos en Alemania (entre Osten y Hemmoor y entre Osterrönfeld y Rendsburg), uno en Francia (Rochefort); uno en España (el puente de Vizcaya, entre Portugalete y Guecho) y el de La Boca.
El transbordador era el medio de transporte que usaban los obreros que cruzaban a Avellaneda o a La Boca para trabajar en los frigoríficos y en otras industrias. Fue construido por los ingleses del Ferrocarril Sud, a cambio de terrenos en Casa Amarilla.
Los traslados se realizaban con un vagón colgante suspendido por medio de cables de acero, de 20 mm de diámetro, que se desplazan a través de un riel de 77 metros de largo ubicado en la parte superior y unido en sus extremos, a cada lado del río, por pilares. El trayecto se cubría en poco más de cuatro minutos; era gratuito y el servicio funcionaba entre las 6 y las 21 en tándem con una flota de botes que hacían el camino inverso. Treinta personas podían cruzar 30 personas al mismo tiempo que el tranvía o cuatro automóviles. La dinámica será idéntica una vez que se reinaugure. A sus 89 años, Enrique “Pocho” Eusebi, un poblador de la Isla Maciel que trabajó toda su vida arreglando botes y que ahora construye pequeños barcos a escala, contó que en su infancia solía cruzar en el puente transbordador para trabajar como repartidor de hielo a domicilio.
“Pasaba la gente de a caballo, porque autos había pocos, y se armaban hasta dos cuadras de cola para subir. Yo cruzaba con tres caballos para repartir el hielo”, recordó.