"Vengan a verla cuando todavía hay sol", invita Fabiana Imola a su muestra individual Isla Irupé, que puede verse hasta el 20 de agosto en Diego Obligado (Güemes 2255, Rosario). De martes a viernes, la galería está abierta de 16:30 a 20, pero incluso con la galería cerrada se pueden observar, a través de la amplia vidriera en pleno Pichincha, los variados juegos de luz -natural, o artificial de sala- sobre y en torno a las superficies reflectantes o transparentes que integran la instalación de "Islas" cromadas e "Irupés" de cristal verde esmeralda. Esta constituye la atracción permanente de la muestra. En la trastienda, un hipnótico video con fotografía y edición de Mario Caporali documenta -en tomas realizadas en 2016- el proceso artesanal de producción de los "Irupés" y otras piezas en la Cristalería San Carlos. La trastienda se convierte en un amable espacio para charlas entre artistas, poetas y coleccionistas, algunas tardes, al calor de un tintillo que invita la artista o tragos cortesía de la galería. En una de esas informales conversaciones, el fotógrafo y artista Norberto Puzzolo se quedó admirado ante la calidad del video de Caporali, y unos poetas especularon sobre la posible fecha de muerte en Occidente del pensamiento especulativo: aquel que hacía de la imaginación una vía de conocimiento.
"Especular viene de espejo", comentó alguien sin poder despegar la mirada de aquellos paisajes imaginarios que nacían en el azogue del cromo, cuando los spots ya rielaban en ese río ficticio como un claro de luna verde cobre. Fabiana Imola recobra en su obra lo que está en peligro de extinción: la naturaleza y los oficios. El de soplar y hacer botellas dio origen a los "Irupés", cuyo color se debe al cobre que el vidrio contiene; del de hacer carbón quemando madera bajo tierra surgían los troncos negros de aquel "Bosque de plata y carbón" (2016) que se vio en Enramada, su retrospectiva en el Museo Municipal de Bellas Artes Juan B. Castagnino hace seis años. Fue una instalación premonitoria, que parece haber advertido unos años antes sobre las grandes quemas del Delta, y el revés de cuyos recortes en metal originó las "Islas". Guillermo Fantoni, curador de ambas exposiciones, es un historiador del arte que lee, en el arte moderno y contemporáneo de la provincia de Santa Fe y la ciudad de Rosario, indicios de las catástrofes mundiales.
Expresar el peligro mortal que el sistema económico de este tiempo constituye para el ecosistema y la fitogeografía de esta región, aludidos sin recurrir a la mímesis que los representa sino a la abstracción que los sugiere: tal lo profético de aquella instalación con objetos de Imola. Ante las ominosas imágenes que abren el video -un registro del antes y el después de la sequía en el humedal del Paraná-, escribe Fantoni en el texto de catálogo: "Cuando las aguas bajan turbias y las plantas acuáticas de las lagunas de la isla comienzan a secarse y replegarse sobre sí mismas, son surrealistas... los tiempos problemáticos nos predisponen más para el surrealismo que para la abstracción; Fabiana inventa una forma de conjurarlos", agrega el curador. La artista no se cansa de contar que la idea de la obra es de 2016, cuando todavía el humo no arrasaba la vida con la intensidad actual. El fuego que se ve en el video no es el que destruye sino el que crea, el del crisol que vuelve líquido lo sólido en una alquimia que requiere un máximo de concentración y destreza de los artesanos vidrieros. Se ve también la tijera de metal con que ellos cortan la rebaba de vidrio revivido por el encantamiento del fuego: un dragón rojo y naranja que se retuerce como salamandra y cae en el agua que lo mata.
Estos requechos de lo industrial son rescatados por Fabiana como un tercer elemento, no comercializable, de la obra. Los "Irupés" y las "Islas" de Imola están a la venta, juntos o por separado, pero las diminutas serpientes que como culebras habitan el paisaje de vidrio y espejos no tienen nombre ni precio. Son, conceptualmente hablando, lo más interesante de esta instalación. La tijera del vidriero, al separar lo útil y funcional del resto o residuo no aprovechable, marca resignificado un límite entre la industria y el arte que nos recuerda aquellas reflexiones de todo un linaje de críticos, desde Walter Benjamin a Hal Foster, precisamente sobre el surrealismo del período de entreguerras al que aludía Fantoni. La idea (citada de memoria) es más o menos así: en los mercados de pulgas, en las tecnologías anacrónicas, en el desecho industrial, alientan en potencia energías revolucionarias que los surrealistas descubren y ponen a actuar. Dicho de otro modo: para hacer un arte crítico del sistema es preciso remitirse a materiales que no puedan ser puestos a circular como mercancía, que hayan caído por fuera del mercado. Una de las acepciones del término "redención", en Benjamin, es la literal y secular del "rescate" que se hace de las prendas dejadas en manos del usurero. De sobras a obras, las viboritas de vidrio que expone Imola asumen la forma natural al modo natural, por obra del azar; integran así una de las vertientes más vivas de su producción reciente.
Cuenta el diseñador italiano Bruno Munari, en uno de sus libros de los años '60, cómo les hizo a sus alumnos dibujar un río. Primero les pidió que hicieran un bollo de papel; luego, que lo desplegaran pero sin plancharlo, sino dejando las arrugas producidas por la compresión. Por último les pidió que arrojaran una gota de tinta en la cumbre de esa diminuta montaña, y dejaran fluir la tinta cuesta abajo por los accidentes. Al fin, una vez seca la tinta, pudieron planchar el dibujo. Lo obtenido se parecía a un mapa fluvial. Era (explicaba Munari) el resultado de las mismas fuerzas físicas que forman un río. No se trataba, para ser diseñadores modernos, de imitar el río sino de aplicar las leyes que le dan origen en la naturaleza. Munari reformulaba, para la neovanguardia de la segunda mitad del siglo XX, la idea renacentista de una confluencia entre ciencia y arte. Imola propone, en gran parte de su trabajo (como se vio también en Enramada), un modo de obrar en el cual la forma puede nacer tanto del cálculo premeditado como de flujos imprevistos surgidos en lo que Gregory Bateson llamó "la inteligencia de sistema".
¿Y qué es lo revolucionario aquí? La recuperación, quizá, de un modo de experimentar lo real a través de unas luces y sombras fugaces; los reflejos ilusorios, los mundos que solo existen como visiones y no como cosas; y la posibilidad de una realidad más allá de la materia, tan cara a los pueblos originarios que habitaron antes las islas. Por último, la exposición Isla Irupé es un homenaje de Imola a su maestro, el artista Jorge Gumier Maier (Buenos Aires, 27 de julio de 1953 - Buenos Aires, 10 de diciembre de 2021).