“Tres días intenté no comer hidratos, por cuestiones de alergia. El mal humor que sentí en el desayuno de ayer definió que no era el mecanismo”, revela Diego Frenkel, con un tono que se debate entre el alivio y la resignación, en un bar ubicado frente a la Plaza Mafalda. Antes de que le trajeran la porción de torta que estableció el hiato en su discurso, el cantautor argentino galopaba en su explicación sobre por qué, a diferencia de otros colegas contemporáneos suyos, decidió no refugiarse en la naturaleza cuando lo invadieron la frustración laboral o la crisis creativa. “Lo pienso cada tanto”, reconoce. “El mar está muy presente en mis canciones. No sólo a nivel físico sino también metafórico, cósmico y esotérico. Pero luego me doy cuenta de que me gusta la urbanidad, la jungla humana y el movimiento. Si bien podría pasar tres meses en un lugar de agua salada, disfrutando de un viaje introspectivo y poético, como modo de vida no me la imagino”.
Sin embargo, al igual que las olas de traslación, que tras tocar el fondo se estrellan contra el litoral formando espuma, el frontman de La Portuaria remata: “No pienso que esta modalidad urbana en la que vivimos sea la más hermosa. Coexisten la belleza y la fealdad, y el dolor y la satisfacción, así como el bien y el mal. Por más que existe una visión pesimista u optimista, la vida se encuentra atravesada por fuerzas cualitativamente distintas. Hoy estamos frente a esa alucinante plaza de plantas autóctonas creadas por la comunidad de la zona, contra un gobierno conservador y neoliberal. A la vez, si caminás por ahí abajo, te darás cuenta de que hay gente durmiendo en la calle cada tres cuadras. La consistencia de la realidad presenta esta lucha de fuerzas y me gusta ser partícipe porque creo que el arte cumple una función. Gran parte de mi vida pasa adentro de mi estudio hogareño y salgo de la ciudad constantemente. Mi vida es entrada y la salida”.
En ese estudio hogareño, Frenkel concibió su lanzamiento más reciente, Medusas, álbum en el que el imaginario de este componente de la animalia matírima sirve de excusa para relatar escenas de la vida amorosa. Si bien en esto último el cantautor es un especialista, no lo es tocando el piano, algo que terminó convirtiéndose en otro de los ejes del disco. Y lo más sorprendente del experimento es que esa carencia derivó en nueve canciones que gravitan por el hip hop, el trap, el pop a su manera y la reincidencia en la electrónica, género en el que se basó su álbum anterior. “Frenkeltronic (2019) fue concebido para ser un espectáculo multidisciplinario contemporáneo, donde la performance le gana a la canción. Ahí interactúan la danza, la instalación y la música. También fue mi abordaje a lo electrónico”, explica el artista acerca de un trabajo cuya intención inmediata es presentarlo en espacios como el Museo de Arte Contemporáneo. “Me llevó mucho tiempo hacerlo y eso lo convirtió en un disco de aprendizaje”.
-Ni la pandemia te impidió tocarlo en vivo.
-Fue creado antes de la pandemia y expresa claramente una tensión interna. Tiene más distanciamiento emocional que el nuevo, pero por el proceso en sí. La pandemia dejó cambios en el mundo de lo afectivo y en el plano de la conciencia, a partir de la alienación de vivir encerrados.
-Si en algo coinciden ambos álbumes es en su actitud retraída.
-Medusas tiene la ganancia de lo económico como forma de trabajo. Más allá de eso, fue bastante espontáneo. No lo conceptualicé. En general, no me pasa eso. Todo parte de una canción. Creo que en este caso la primera fue “En casa”, a la que le siguió “Pozo”. Cuando estás haciendo canciones, vas comprendiendo que mostrás una época, una etapa, un estado. Sentí que Medusas abrazaba la idea del disco. La idea de la medusa, la idea del mito de Medusa, la idea de la letra de “Medusas” (se refiere al tema que le da título al disco). Lo construí de la misma manera que hice casi todos mis discos de canciones: comienzo con la guitarra, hago un tema, luego viene el otro y empiezo a hilvanar. Digo: “Esto va a acá, esto no”, y le voy dando marco hasta que va tomando forma. Esta es mi manera de hacerlo en un mundo en el que ya no se escuchan discos enteros. Y seguirá siéndola en la medida que presente mi obra.
-A pesar de que sos guitarrista, el minimalismo fue pidiendo cancha en tu música.
-Estoy escuchando mucho The Smile, la banda que tiene Thom Yorke junto al guitarrista de Radiohead (Jonny Greenwood). Ese guacho recompone la idea de la guitarra. Me parece que el indie recuperó un lugar más horizontal del instrumento, por sobre esa cuestión tan fálica del solo de guitarra. Me gusta mucho esa sonoridad. Si bien consumo diferentes tipo de música, en casa escucho a Bill Evans y Ryuichi Sakamoto. Tené en cuenta que Medusas es un disco que hice en el piano.
-¿En qué lo diferencia de otros discos hechos en el piano?
-El disco está basado en diferentes tipos de piano, a lo que le tenés que sumar que yo no soy pianista. Soy muy limitado en eso, pero en 1995 compré un Fender Rhodes que usa mucho Sebastián Schachtel. De hecho, lo toca en varias canciones. En los temas sencillos de Medusas armé y grabé los pianos. Y para el resto, lo que hice fue componerlos y armarlos, desde midis hasta pianos pseudo clásicos, y los tocaron mis otros dos amigos pianistas que están como invitados: Diego Vainer y Nico Raffetta. Lo que arma la novedad y me renovó a mí fue eso.
-¿Por qué se te ocurrió hacerlo ahora?
-Ah, qué se yo. Supongo que fue porque apareció el deseo y porque me había aburrido de tocar la guitarra. El piano lo uso de la forma más económica que se puede y para muestra tenés el disco Música para bebés (2006), que es básicamente de ambient. Toda la vida hice música para obras de teatro y danza. Tengo mucha admiración por los artistas electrónicos de los '70 y los '80. La jugada era ir por ahí, pero luego de esto me amigué con la guitarra.
-¿Alguna vez tomaste clases de piano?
-De piano, no. Tomé clases de armonía y composición. Tuve pianos, vendí y volví. Pero en definitiva, nada.
-¿Qué relación hay entre el piano y las medusas?
-Las medusas llegaron después. Hay algo que me sucedió al respecto. Más allá de que uno quiera decir pavadas, el ejercicio de conceptualizar te ayuda a acercar la obra a la gente. Cuando compongo, estoy en un vuelo más poético. A pesar de que en el medio de la letra puedo colar un punto reflexivo, es un juego vibrante entre la conciencia, la razón y lo inconsciente. Son etapas donde dejo que las antenas bajen y capten cosas.
-¿Y en el caso de Medusas?
-No sé por qué me vino esa palabra. Me gustó esa imagen. Comencé con lo del robotito, porque al autotunear las voces (el autotune es un procesador de voces e instrumentos que popularizó la música urbana) pensé que podía ser cualquiera el que estaba cantando ahí. En el desarrollo de la letra digo qué triste ser un robot y en un momento el robot pide certeza de mortalidad. Si te ponés a pensar, no sé si sería tan placentero ser eterno como Elon Musk y todos estos loquitos que quieren ser dueños de la Tierra. Y resulta ser que después las medusas cantan.
-Pero las medusas no cantan…
-No, en la canción. Es poesía, lo escribo. Pero resulta ser que mi compañera, Mayra, me regaló para Navidad un libro que se llama Metamorfosis, de Emmanuel Coccia, que es un biólogo y filósofo alucinante. El libro, en el medio, habla de unas medusas que son milimétricas. Cuando dejan de ser pólipos, se reproducen. En vez de morir, vuelven a ser pólipos. Es el único animal considerado no mortal en el planeta. Vive un ciclo permanente de transformación. Eso me dio pie para volver a confirmar que el universo hace sus planes.
“Un robot con tristeza nos pide amor, aceite y naturaleza”, dice el tema “Medusas” en su comienzo. En otros de sus pasajes, dispara: “Y en la noche retirada, ya cuando nadie las reclama más, cantan las medusas en lo más profundo del agua”. Aparte de sostener retóricas como esta, el nuevo álbum de Diego Frenkel contiene un hervidero emocional. “Las canciones son del último año y medio”, revela el otrora Clap. “‘Cuando salga’ es muy obvia. La escribí en una situación pandémica y literalmente fue una catarsis porque estaba realmente hecho bolsa con el dinero. Se me había caído todo el trabajo. Por suerte, pude refugiarme en el estudio. Aunque excede la situación del encierro”. Y la descripción continúa respetando el orden track list. “‘Pozo’ cuenta que el lugar en el que me encontraba desfortificado era el mismo. El mal se repite y se copia a sí mismo. En cambio, la belleza no. ‘En casa’ es muy clara la letra, y así…”.
-‘Quién sos’ es quizás el tema contendor del disco.
-Es una canción fuerte porque pienso en personas que cayeron en situaciones de duro aislamiento, incluso de depresión, pero no por la pandemia sino en general. Habla sobre el sentimiento de pérdida de identidad y lugar. Se me vuelve cada vez más vital cuando la escucho. Y es que me parece que este es un disco vital. Nunca fui pesimista, dark o negativo.
-Aparte de ser las últimas del repertorio, tanto esa canción como “Medusa” son las que tienen autotune. ¿Por qué?
-En una más que en otra. En “Quién sos” necesitaba un distancia al momento de hacer la pregunta. Y en “Medusa” porque habla un robotito. Más allá de eso, me parece un elemento divertido. Hay que desacralizar. Viste que el rock, por un lado, siempre fue crecimiento y evolución, y por el otro un movimiento conservador, machirulo, y que se enojaba con los DJs y la música electrónica. Con esto me refiero a su ala derecha... Entonces ¿por qué no usar cualquier porquería que aparezca para hacer música, si te genera un acto creativo?
-¿Te fue fácil aprender a usarlo?
-Lo uso como suelo usar el resto de las cosas. No es exactamente autotune lo que hay ahí. También hay un vocoder. Hay varios efectos, no es uno solo.
-Para un músico de trap esa es una forma de expresión, mientras que para vos es un recurso más.
-No suena de la misma forma que lo usa un artista de trap. Trato de ser desprejuiciado en cuanto a las herramientas. Luego, lo que dicen los contenidos, la música y lo que hacen los demás es otro cantar. Las harremientas son herramientas.
-Medusas y Frenkeltronic son álbumes donde no sólo mostrás tu veta más fresca sino también contemporánea. ¿A qué se debe esa necesidad?
-No me importa mucho cómo me vea yo mismo. Más que como me veo, en esta última época vengo encontrándome con cierta sensación de rejuvenecimiento más permanente. Eso tiene que ver con que estar en consonancia con el movimiento es la única forma de sentirse joven.
-¿Cuál movimiento?
-Me refiero a las modificaciones al momento de abordar el lenguaje. O los puntos de la vista con respecto a la vida. No hablaría de un quiebre ético porque la ética es medio inquebrantable.
-¿Qué determina qué es joven o qué es viejo?
-Estamos en una época oscura. Es oscura porque hay un exceso de prohibición. Es una época de fuertes hegemonías en el leguaje y en la construcción en la realidad de pensamiento. Una de ellas, en cuanto a discriminación, es la edad. Ser joven comenzó a ser un valor muy alto a partir de los '50, porque también era una franja de consumo importante. Y la juventud no fue nada más que la edad. La juventud siempre fue el pensamiento joven y vivo. Los cuerpos y sus capacidades se van deteriorando. Somos mortales. Es jodido bancársela. Es mejor saberlo y atravesarlo. La sociedad del descarte habla de viejos, cuando antes se llamaban ancianos o sabios. Así que la durabilidad está entre los 30 o 40. Casi la misma edad en la que se retira un jugador de fútbol. Ha llegado a lo absurdo, donde el límite de lo joven y viejo, o de lo moderno y demodé, se vuelve fascista. Yo presiento y siento que las generaciones más nuevas están rompiendo con ese paradigma. Tengo un valor muy fuerte sobre los jóvenes porque quiero ver y aprender de ellos. Saber qué traen. Pero tampoco voy a pensar que la juventud viene con la luz: yo también tengo para dar.
En Café Berlín
Ciclo con entradas agotadas
Medusas apareció en las plataformas digitales el pasado 20 de abril. Un mes más tarde, Diego Frenkel lo estrenó en vivo en Café Berlín. El éxito de ese show fue tal que lo que inicialmente iba a ser un sólo recital se tornó en un ciclo que el 6 de agosto alcanzará su cuarta función. Como en las anteriores, las entradas estás agotadas, así que habrá que esperar hasta el 1° de octubre, cuando repita en el mismo lugar. La banda que lo acompaña está conformada por el experimentado Nico Raffetta (teclados), Alejandro Castellini (batería), Elizabeth Ridolfi (viola y Naty Cabrera (bajo), quien será reemplazada por un tiempo por María Eva Albistur. Entre los músicos invitados están el cotizado Miguel Tallarita (trompeta) y el mayor de los vástagos del artista de 56 años, León Frenkel (guitarra).
La Portuaria
Del bar Rodney al estudio
Al mismo tiempo que el músico y compositor presenta su nuevo material solista, La Portuaria graba su próximo álbum. Se trata del sucesor de Navegar es preciso (disco en vivo lanzado en 2019) y el primer trabajo de estudio desde La vaca atada (2008). En sintonía con el gran momento de creatividad y productividad que atraviesa, Diego Frenkel y la banda que comanda fueron homenajeados en Rodney, bar al que inmortalizaron, en mayo pasado. Además de tocar en la celebración de las cuatro décadas de este punto de encuentro del barrio de la Chacarita, el escenario principal fue bautizado con el nombre del músico. “El que es hoy el dueño es un divino y lo hizo amorosamente”, explica. “También hay un living que se llama La Portuaria. Me encanta que lo hayan hecho mientras estoy vivo. Es una manera de decir: ‘Esta huella es tuya’”.
Louta, su sobrino
Velocidad, tracción y fuerza
“Nos emparentan varias cosas”, afirma Diego Frenkel acerca de Louta, quien no sólo es su sobrino, sino también uno de los pilares de la nueva generación de artistas de la escena musical argentina. “Cuando hizo su primer disco, me sorprendió su velocidad, tracción y fuerza. Él es un gran experimentador”. Eso dispara la pregunta sobre cómo es su lucha contra el tiempo para sobrevivir artísticamente. “Hace un rato que me di cuenta de que cuantitativamente no podía tener muchas referencias de lo que significa lo que hago porque la sociedad va mutando todo el tiempo”, cavila. “Si me engancho con eso como mirada, sería destructivo. Pero no pienso así en este momento. Estoy contento. Empecé a tocar mucho de vuelta en todo el país, valoran lo que hago, vivo bien y disfruto plenamente de la música”.