Desde Barcelona

UNO Shakespeare siempre refresca o abriga (hace tanto calor aquí o frío allá) y siempre hay ocasión de citarlo y citarse con él. Shakespeare es el King Twitter antes de Twitter; y he aquí lo que dijo el King Macbeth para que tantos lo repitan a posta y en posts hoy y mañana, y mañana, y mañana. Eso de "La vida es un cuento contado por un idiota, rebosante de ruido y furia, que no tiene sentido alguno". Ditto, asiente Rodríguez para quien, de un tiempo a esta parte y por esta parte, lo único sabio y coherente es la trayectoria de Rafa Nadal. De lo que no está del todo seguro Rodríguez es de la diferencia entre idiota y estúpido. ¿Será algo parecido a --cómo él pensó siempre-- lo que distingue al ser bruto (condición) del ser ignorante (opción)? ¿Se es inevitablemente idiota y selectivamente estúpido? ¿Será la naturaleza del tonto --además del ahora poco políticamente correcto nombre del nativeamerican al servicio de ese Llanero Solitario a cancelar ya mismo-- la acepción más piadosa y suave para que nadie se ofenda o estalle en llanto hipersensible? En cualquier caso, a no confundirse: ser estúpido no es no ser inteligente sino elegir actuar estúpidamente. Y --según "especialista" en estupidez de la Cambridge University-- hay tres maneras principales a la hora de (des)hacer las cosas: sobrevalorando la propia capacidad, teniendo capacidad pero nunca prestando la atención necesaria, contar con una cierta predisposición para lanzarse al abismo (o, ahora, cayendo al intentar tomarse selfie). De ser esto cierto, entonces cada vez hay más idiotas estúpidos en el mundo. Como cada vez hay más políticos prisioneros de eso que ya se conoce como "Síndrome de Hubris" (o la creciente distancia entre sus ego-preocupaciones y las de la cada vez más acomplejada sociedad) y cada vez son más (a Rodríguez no deja de sorprender cuán idiota se revela en Twitter mucha gente que se le hace muy inteligente en persona) quienes piensan que el poner la banderita de Ucrania o apoyando la preservación de bosques en sus perfiles los hace automáticamente mejores personas. Así se manifiesta un cuarto y definitivo y definitorio síntoma estúpido de la idiotez humana: el pensar pura y exclusivamente que todos no quieren hacer otra cosa que pensar en lo que uno piensa de sí mismo. De ahí que se piense cada vez menos en todo y cada vez más en tan poco.

DOS ¿Se deberá todo esto a lo que revela un nuevo estudio en cuanto a la temperatura de nuestros cerebros? Resulta --lee Rodríguez-- que es más alta de lo que se pensaba: materia gris friéndose a entre 36 y 41 grados con 38,5 grados de media. Calentamiento cerebral compitiendo con calentamiento global (Rodríguez en plena segunda ola de calor ibérica apenas repuesto de la inédita del pasado junio que mató a unas 826 personas y de la presente que ya lleva unos 510 muertos en esta España en llamas). Calentamiento que, a medida que pasan los años, aumenta y afecta a la memoria. De ser así, lo cierto es que la cosa va a peor y nada parece indicar que vaya a mejorar en lo que hace a idioteces surtidas y a granel.

Así, el Banco Central Europeo anuncia que vende su icónica escultura del signo del euro (ahora en horas bajísimas frente a un dólar más verde que nunca cortesía de lo de Ucrania) en la entrada de su sede en Fráncfort porque no cuenta con presupuesto para su mantenimiento. Los adolescentes visten traje y corbata para ir a ver en masa la nueva de Gru/Minions (¿será esta una manera de intentar aferrarse a una infancia que se les escapa entre las neuronas y esos pulgares con los que pasan pantallas donde se cuelgan mal humoradas como estas?). Se "revelan" tejes y manejes de Uber que ya se habían contado en miniserie. El nuevo Thor de Taika Waititi no hace otra cosa que reírse de fans fundamentalistas de la Marvel casi tachándolos de estúpidos. Y la OMS se reúne "de urgencia" y está en contacto con "con socios y expertos de todo el mundo" para buscar "con urgencia" nuevo nombre a la viruela del mono (porque considera que "estigmatiza y discrimina injusta e inexactamente" a los primates y al continente Africano) a la vez que, todo parece indicarlo, volverá a no conseguir un consenso internacional en cuanto a cómo proceder frente a una nueva ola del Covid que aquí viene y ya llegó. Rodríguez sugiere "estúpida viruela del idiota". Y se acuerda de eso que se lee en la novela Middle C del nunca del todo bien ponderado William H. Gass: "El miedo a que la raza humana no sobreviva ha sido reemplazado por el miedo a que perdure".

 

TRES Y ahí está Joe Biden --de regreso en casa luego de traerse a nietas a cumbre de la OTAN para que graben y suban a TikTok sus bailecitos en suites cinco estrellas-- mostrando las primeras fotos cósmicas enviadas por el telescopio James Webb con un "Estas imágenes le ensañarán al mundo de lo que América es capaz" obviando que el proyecto sólo fue posible con la colaboración de Europa y de Canadá. Son muy bonitas y ominosas y ponen a todo y a todos en su infinitesimal sitio. Y Rodríguez se distrae de semejantes abismos volviendo a la superficie más superficial y lee un ensayo del socio-psicólogo Jonathan Haidt publicado hace unos meses en The Atlantic con el título de "Why the Past 10 Years of American Life Have Been Uniquely Stupid". Y para Haidt el misterio de una idiota década estupidizante Made in USA (pero mundial) se resuelve enseguida: basta con presionar botones de like y de share y de retweet en tiempos de hiper-actividad en redes mientras (ya ha sido denunciado) buena parte de los más complejos y revolucionarios proyectos de toda índole (esos que requieren de profundo estudio y fundamentación compleja) son descartados por posibles patrocinadores cada vez más enganchados a la levedad/brevedad del "impacto inspiracional" de una TED talk. Haidt avisa de que vivimos "tiempos babélicos" (todos aspirando a lo más alto para acabar hablando al mismo tiempo y sin comprender nada, como minions) luego de que internet como territorio de discusión/informativa fuese "secuestrada" por Facebook y la convirtiese en polarizante escenario para el narcisismo maledicente y mentiroso y fake. Así, lo que se entendió en principio como evolución democrática devino en idiotizante y reductiva tiranía adictiva viral y desinformadora y negacionista y desconfiante de instituciones pero, a la vez, nutritivo alimento para astuta y creciente Big Data. Ni Trump ni Johnson habrían alcanzado el poder en tiempos menos estúpidos o más desenchufados pero mejor informados y verificados. Allí, todos no disparando balas pero sí arrojando dardos y haciendo justicia sin juicio previo. Sí: ruido y furia y escaso sentido y martilleo de Odín y puntuación para chófer y jóvenes, según las estadísticas, cada vez más ansiosos y depresivos y suicidas. El remedio/solución para Haidt pasa por algo tan obvio de decir como difícil de hacer: reformar la social media y, sí, "¿cómo será vivir en Babel durante los días posteriores a su destrucción? Ya se sabe. Serán tiempos de confusión y pérdida. Pero, también, tiempos para reflexionar, prestar atención, y reconstruir", concluye lo suyo Haidt. Pero primero --por partes, despacio, con paso firme y seguro, estrellados bajo las estrellas-- hay que rebautizar a la viruela del mono y vender, a quien se preste y en pocas palabras pero en dólares, la estatua del euro, ¿sí?