Son los únicos mamíferos que tienen la capacidad de volar. Lo hacen alto, rápido y potente. Inmunidad y longevidad se suman a sus principales características. Y está prohibido matarlos porque juegan varios papeles importantes en la gestión ambiental: devoran toneladas de insectos portadores de enfermedades y son fundamentales para la polinización de muchas frutas. Sin embargo, estas criaturas solitarias, nocturnas y numerosas, están asociadas con el mal y las preocupaciones médicas.
Su capacidad para coexistir con los virus que pueden transmitirse a otros animales, en especial a los humanos, puede tener consecuencias. Para muestra, la pandemia ocasionada por el coronavirus SARS-CoV-2 donde, todo apunta a que, estos animales, fueron el origen de la infección. En esa dirección, conocer los virus presentes en estas especies representa una gran incógnita que, desde el Conicet, se encargan de develar. Investigadoras del Laboratorio de Virología Humana del Instituto de Biología Molecular y Celular de Rosario publicaron sus resultados sobre la caracterización de los viromas presentes en cinco especies de murciélagos de Argentina. Las científicas realizaron los estudios con muestras de heces de murciélagos que habitan dos sitios geográficos urbanos de la provincia de Santa Fe, y pudieron identificar treinta y cinco nuevos virus con genoma de ADN.
En diálogo con la Agencia de noticias científicas de la UNQ, la Investigadora Elisa Bolatti lo explica así: “Nuestra idea es conocer qué virus tienen estos murciélagos para tomar las precauciones necesarias en caso de que alguno de los virus que se pueda llegar a detectar, sea potencialmente patógeno para los humanos o para otros animales”. Y enfatiza que el espíritu de la investigación es conservacionista porque busca recalcar “la importancia de los murciélagos en el ecosistema y no estigmatizarlos más”.
Los murciélagos cumplen un rol ecológico fundamental como polinizadores y como controladores de la población de insectos, sin embargo, también actúan como reservorios de virus, muchos de los cuales pueden infectar humanos, como el SARS-CoV-2. Según explica Bolatti, esto ocurre porque los murciélagos han evolucionado un sistema inmunológico impresionante, que les permite controlar estas infecciones virales sin enfermarse, pudiendo transportar y diseminar los virus. Luego, “por la invasión del ser humano de las fronteras silvestres, se ponen en contacto especies que naturalmente no tendrían interacción”. Es entonces cuando un murciélago puede estar en contacto con un huésped intermediario, como son los animales domésticos o de cría y ahí se producen los eventos zoonóticos.
¿Cómo se hizo el estudio?
La investigadora del Conicet cuenta que para el estudio se eligió hacer los muestreos de poblaciones de murciélagos que habitan dos locaciones urbanas. Una de ellas, de características únicas en Sudamérica, ubicada en el centro de la ciudad de Rosario, en el ático del edificio donde funciona la Facultad de Derecho. Allí habita una colonia migratoria de más de 30 mil individuos que tapizan los techos y paredes del lugar. Son las hembras de la especie Tadarida brasiliensis que van allí a parir y amamantar a sus crías hasta que alcanzan cierta autonomía y luego parten.
El otro sitio de muestreo está ubicado en una ciudad de la periferia de Rosario, Zavalla; allí se encuentra el parque Villarino, donde se emplaza la Facultad de Agronomía y un instituto de Conicet. Cuatro especies de murciélagos habitan los árboles del parque y tienen un estilo de vida residente, no migran. Bolatti explica que para la recolección de las muestras se colocan grandes redes de niebla entre árbol y árbol y se espera a la noche, luego se baja la red y los murciélagos capturados se ponen en las bolsitas de algodón para la recolección de las heces. “Después se liberan, nunca se daña ningún animal y tratamos de molestarlos lo menos posible”, relata.
De las heces de los murciélagos se extrae ADN, que son las moléculas que permitirán identificar los virus que estaban presentes en el animal. En segunda instancia, las muestras de ácidos nucleicos fueron trasladadas a Eslovenia para ser analizadas con técnicas de secuenciación de nueva generación (NGS, por sus siglas en inglés). Las NGS “son herramientas ideales para el descubrimiento de virus” porque permiten la lectura de millones de fragmentos de ADN en forma masiva y paralela. Luego esas secuencias son examinadas con programas bioinformáticos que logran rearmar los genomas virales completos presentes en las muestras.
“Con el uso de esta metodología, en los últimos cinco años explotó la biodiversidad viral”, afirma Adriana Giri, directora del laboratorio de Virología Humana de IBR. Es interesante como el conocimiento de esta diversidad ha llevado a un cambio de paradigma donde “ya no solo se considera a los virus como patógenos, sino también como actores en los equilibrios ecológicos de un determinado microambiente”, señala.
Con este trabajo, se suman treinta y cinco nuevos integrantes al vasto universo de la biodiversidad viral que las investigadoras clasifican en seis familias diferentes. “Una de ellas tiene virus que son patogénicos para humanos, los parvovirus”, indica Bolatti, sin embargo, aclara: “no podríamos decir que los virus que encontramos son de potencialidad zoonótica”.
Y remata: “Estamos hablando de biodiversidad, de ecología, de interacción entre distintos ecosistemas. Debemos empezar a valorar y respetar a los demás organismos que conviven con nosotros en nuestro planeta, sin ellos no queda mucho tiempo para el ser humano, hay que tomar conciencia de eso”.