Los outsiders rebeldes del cine tienden a tener una vida útil corta. Solo se puede intentar adivinar qué clase de carrera podría haber disfrutado James Dean si hubiera seguido trabajando hasta la vejez. Dean murió en un accidente de auto en 1955, a los 24 años. Su compañero de estudios del Método de actuación Montgomery Clift pudo seguir hasta promediar los 40, antes de un ataque cardíaco fatal en 1966. Zbigniew Cybulski, el legendario disidente vestido de cuero en el cine de posguerra polaco, andaba por sus treinta cuando se mató accidentalmente al intentar saltar de un tren en movimiento en el set de una de sus películas.
De todas maneras, hay un joven rebelde que siguió actuando hasta bien entrado en la mediana edad: la estrella estadounidense Matt Dillon. En los comienzos de su carrera, a comienzos de los años ochenta, Dillon era regularmente descripto como el James Dean de su era. Era mercurial, y muy intenso. Andy Warhol habló de "su aspecto asombrosamente guapo."
Directores de la talla de Francis Ford Coppola y Gus Van Sant se inclinaron por Dillon cuando quisieron elegir para sus elencos a un delincuente o líder de pandilla que tuviera carisma, que supiera pavonearse. Interpretó a matones y líderes deportivos del colegio, pero lo hizo con una cualidad tan llena de alma que hacía que rara vez el público se la agarrara con él. Tom Cruise y Rob Lowe fueron sus igualmente juveniles coestrellas en Los marginados de Coppola (1983), pero la cámara se enamoró de la cara de Dillon. Los otros palidecieron en su presencia.
Ahora con 58 años, el actor -que recibirá un premio a la trayectoria en el próximo Festival Internacional de Locarno- puede decir que vivió rápido sin morir joven. A medida que pasaron los años, de todos modos, su mística se fue diluyendo lentamente. Mientras Cruise sigue siendo el héroe de acción siempre joven, al estilo Peter Pan, en Top Gun y Misión: Imposible, Dillon, quien tiene una gravedad de la que Cruise carece, se ha convertido en una figura de alguna manera marginal. Han pasado algunas décadas desde que las fanáticas adolescentes colgaban su poster en las paredes de la habitación. Su caliente thriller Criaturas salvajes (1998), ambientado en Florida, puede haber inspirado un episodio de la serie cómica de culto PEN15, pero fue uno de los muy pocos reconocimientos recientes al estatus que una vez tuvo.
En cierto modo, Dillon obtuvo lo que quería. Pasó buena parte de su carrera temprana tratando de evitar quedar encajado en el estereotipo del apuesto héroe estadounidense. "No quiero ser encasillado en esa cosa del típico protagonista masculino... solo quiero conseguir buenos roles de personajes jugosos", le dijo al diario The New York Times en una entrevista de 1983, realizada cuando todavía era un adolescente. Aun entonces, su entrevistador destacó la "profunda vergüenza" del actor sobre su estatus como "rompecorazones". En estos días, Dillon bien puede interpretar a asesinos seriales y policías racistas como los convencionales protagonistas románticos. Trabaja frecuentemente por fuera de Hollywood: por ejemplo, colaborando con el director danés Lars von Trier (en The House that Jack Built, de 2018). Es una figura contradictoria, una estrella de cine cuyo primer instinto generalmente es alejarse con timidez del foco principal.
Los directores europeos aún se sienten atraídos por él. El cineasta francés Fred Garson lo eligió recientemente como el duro pero emocionalmente vulnerable novelista de Chicago Nelson Algren (autor de El hombre del brazo de oro) en su nuevo proyecto, An Ocean Apart. La película cuenta el tórrido romance de Algren con la escritora Simone de Beauvoir (Charlotte Gainsbourg). Esperando empezar a filmar hacia fines de este año, Garson fue puesto en contacto con el actor por la productora española Rosa Bosch. Al explicar su elección, Garson señaló a The Independent que "Bosch está muy metida en la música sudamericana, y yo sabía que Matt Dillon tiene una de las mejores colecciones de música cubana". En 2020, Dillon dirigió un documental sobre el cantante cubano Francisco Fellove Valdés. Garson está seguro de que el actor hará el Nelson Algren ideal. "El comenzó como mal chico, y puede representar a ese mal tipo con un buen corazón. Aun cuando está trabajando con Lars von Trier en una película sobre un asesino, podemos ver humanidad... es un tipo estadounidense con un estado mental europeo."
El realizador noruego Bent Hamer concuerda. Dirigió a Dillon en una adaptación de Charles Bukowski, Factotum (2005), en la que el actor encarna al alter ego ficcional de Bukowski, Henry Chinaski. Lo que quiere decir que interpreta a un escritor alcohólico, autodestructivo y mujeriego que vive como un vagabundo. "Fue un riesgo para él", dice Hamer sobre el desafío de que la alguna vez cara bonita de Hollywood asuma semejante personaje. Dillon, de todos modos, se entregó por entero al rol, visitando bares de striptease como parte de su investigación y entrevistándose con la viuda del autor, Linda Lee Bukowski, que aprobó enérgicamente su performance. "Además, me gusta mucho su voz. Es un buen lector", dijo Hamer sobre la lacónica entonación de Dillon. "Realmente quería usar algunos de los poemas de Bukowski. Antes de empezar a filmar, lo llevé a un estudio y grabamos algunos poemas que me encantaron."
Dillon tenía 14 años cuando apareció como el delincuente antihéroe de En el abismo (Jonathan Kaplan, 1979). El director de casting Vic Ramos (quien más tarde se convertiría en el manager de Dillon) descubrió al joven actor cuando era un belicoso fumador adolescente que se había rateado de la escuela en New York. Según la revista Rolling Stone, Dillon se presentó a la audición "todo sudoroso y con la remera rota", y con "dos dientes delanteros rotos", recién llegado de su pelea a trompadas más reciente. "Yo era un poquito salvaje, en el curso de una juventud perdida", ha dicho el actor sobre su problemática adolescencia.
La película de Kaplan trataba de chicos desencantados ("Suficientemente grandes para saberlo todo pero denmasiado jóvenes para que les importe", según proclamaba la publicidad) desatando el caos en New Granada, un suburbio de clase media en Colorado. El director decidió rápidamente que ese joven desaliñado era perfecto para semejante película. Los críticos señalaron que la mayoría de los actores que interpretaban a los pibes renegados resultaban extraños y amanerados. Después de todo, no eran profesionales. Eran adolescentes interpretando a adolescentes. De todos modos, aun los más ásperos periodistas reconocieron que Dillon aparecía absolutamente natural como Richie White, su personaje en el lado equivocado del camino.
En el proceso, Dillon descubrió un amor por la actuación. El peleador adolescente empezó a tomar clases en el instituto de Lee Strasberg, hogar del "Método". Empezó viendo viejas películas de James Dean, Montgomery Clift y Marlon Brando. "Ese era el triunvirato: Brando, Clift y Dean", le dijo el actor a Deadline en una entrevista reciente, señalándolos como una especie de sagrada Trinidad. Claramente, su influencia se fue borrando. Coppola anunció a Dillon como "uno de los mejores actores jóvenes" desde Brando y Dean.
Dillon, de todas maneras, no era exactamente lo mismo que alguno de ellos. En sus películas no se encuentran muchas escenas comparables al momento de Rebelde sin Causa en el que el emocionalmente anulado Jim Stark de Dean le grita angustiado a su padre "¡Me estás destrozando!". En lugar de eso, los jóvenes antihéroes de Dillon siempre tienen una cualidad relajada. Rara vez se siente como si estuviera desnudando su alma. Puede haber interpretado a rebeldes, pero siempre permanecieron bastante balanceados. No eran neuróticos inadaptados.
Incluso los villanos de Dillon tendieron a tener cualidades que los redimían. En Crash (ganadora del Oscar en 2004), no resulta sorprendente que su odioso oficial de policía de pronto se convierta en alguien heroico y desinteresado, rescatando de un auto en llamas a la misma mujer (Thandie Newton) que más temprano había humillado y acosado sexualmente. A veces, sus personajes eran algo lerdos, pero siempre resultaban simpáticos. Dillon tiene una facilidad para la comedia, y no le preocupa ser el centro de las bromas. En la escandalosa comedia de los hermanos Farrelly Loco por Mary (1998) interpreta a Pat Healy, el untuoso investigador privado con una envolvente sonrisa que flirtea con la mujer (Cameron Diaz) que supuestamente tiene que estar siguiendo. Una estrella más autoconsciente podría haberse sentido avergonzada por la escena en la que le hace respiración boca a boca a un perro mascota, pero Dillon la lleva a cabo con perfecto timing cómico, como si chuparse los labios con un chucho fuera una segunda naturaleza para él.
Dillon estaba igualmente bien como el desventurado (y próximo a ser asesinado) esposo de Nicole Kidman, el reportero televisivo del clima obsesionado por las celebridades en Todo por un sueño (Gus Van Sant, 1995), y como el carismático ladrón drogadicto de Drugstore Cowboy (Van Sant, 1989). "Es uno de los mejores actores de cine. Posee el secreto de no dar demasiado, o no intentarlo tanto como para distraernos de su performance", se entusiasmó una vez el crítico Roger Ebert. Ebert elogió a Dillon por dejar atrás su época de ídolo adolescente para elegir "personajes interesantes y buenos directores". Para la carrera de Dillon, sin embargo, esto le trajo problemas: una de las más rendidoras estrellas de los años '90 empezó a perder su atractivo comercial. No hizo películas de acción de gran presupuesto ni films de superhéroes. Y como el nombre de Dillon ya no lucía en las marquesinas, los financistas no se arriesgaban a poner dinero en sus proyectos más audaces.
Como parte de su tributo al actor, en Locarno se exhibirá City of Ghosts (2002), que sigue siendo la única película dramática de Dillon como director. Una oscura historia sobre artistas del engaño y torcidos ejecutivos de negocios estadounidenses huyendo en Cambodia, parcialmente inspirada en la adaptación de Carol Reed sobre Lord Jim de Joseph Conrad. Dillon coescribió y protagonizó la película. Pasó seis años intentando conseguir la financiación y la realizó en el lugar, pero no fue un éxito. Hoy disfruta de un status de culto.
Unos días atrás, Dillon apareció en el bajísimo puesto 2237 de la lista STARmeter de Internet Movie DataBase, un ranking que sugiere que casi ha desaparecido de la consciencia pública. Es algo extraordinario para un actor que, en la década del '80, estaba entre las figuras más reconocibles de Hollywood. Mientras Cruise, que alguna vez fue su segunda guitarra, permanece como uno de los principales imanes en la taquilla mundial, Dillon ahora languidece en una zona oscura. No es que se queje. Más de 40 años después de su debut en la pantalla grande, su continuo status de outsider solo le agrega credibilidad. James Dean no necesitó aviones de combate ni explosiones para demostrar que podía actuar. Dillon tampoco.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.